¿Cómo funciona el reparto global de vacunas? ¿Qué rutas sigue? ¿Qué países exportan y qué países reciben vacunas? ¿Hay relaciones de tráfico de doble sentido, países que entre sí comparten sus respectivos stocks vacunales? ¿Cómo es el mapa del comercio mundial de vacunas? ¿Qué razones económicas, sociales, éticas, culturales o geopolíticas pueden ayudar a entender mejor este asunto sobre el que es tan fácil opinar desde el cuñadismo más obtuso? La conectografía puede ser útil para entender mejor la complejidad de estos procesos, de indudable interés público. El grafo que ilustra este post es expresión de ese análisis.
El mundo ya no es como nos decían los mapas que era. La imago mundi postmoderna ya no responde a la de la proyección de Mercator. Sin embargo, más allá de cualquier bizantinismo para exquisitos, está claro que muchas decisiones políticas y económicas se adoptan teniendo un mapa por delante; eso significa que el acierto de la decisión, al menos en parte, depende de la fiabilidad de ese mapa, de la correspondencia entre lo que se ve y la realidad. Damos demasiadas cosas por sentadas cuando miramos un mapa: aquí, los pobres; allí, los ricos; acá, los buenos; allá, los malos. Tenemos tendencia a encapsular nuestra visión del mundo en el contenedor de un mapa. Sin embargo, cuando se indaga en los datos y se le da forma gráfica a esa información, la cartografía cambia. Porque ha cambiado su contenido. El circuito en el que se participa es más importante que la propia nacionalidad. No me siento interpelado por aquello con lo que no tengo conexión. O, siguiendo directamente a Parag Khanna, no se puede influir en una realidad con la que no se está conectado. Mi red es mi valor neto. Todo eso es conectografía.
Aprovechando la ocasión de pensar en este asunto que me ha brindado la invitación de los organizadores del IX Simposio de la Asociación Española de Vacunología a participar en este evento, me he entretenido en elaborar una matriz binaria definida por el carácter importador o exportador de vacunas de las relaciones establecidas entre 205 estados soberanos y otras entidades territoriales de soberanía incompleta pero plena capacidad de decisión económica. Eso son en concreto 42.025 registros. He consultado para ello los datos más recientes (2016) del Observatorio de Complejidad Económica del MIT que explican quién exporta y quién importa vacunas. He sometido la matriz a un proceso ARS que da como resultado una red de 205 nodos que han establecido entre sí 2.064 relaciones. El resultado gráfico de ese trabajo ilustra este post.
El panorama que se presenta a una primera mirada sobre esta conectografía de las vacunas (se puede profundizar muchísimo más) está definido por un grupo central de países y territorios que es básicamente receptor de vacunas, aunque ello no implique una renuncia a la actividad exportadora, por interés propio o del exportador original. Ese grupo de nodos está marcado en rojo. A su alrededor, una docena de redes (cada una con su color diferenciado) integradas por países con capacidad de influencia en la distribución mundial de vacunas, en función de a quién exportan, dónde llega lo que exportan finalmente y de quién importan. En todos los casos, el tamaño de la etiqueta de cada nodo es proporcional al tamaño del mismo; ello está indicando la centralidad de intermediación de un nodo dado, esto es, su capacidad para poner en contacto a otros nodos entre sí, de su propia comunidad o de otras.
Las relaciones que muestra el grafo son a veces tan tupidas que seguir la ruta de las vacunas sobre el terreno debe ser todo un desafío de trazabilidad: qué hace Bielorrusia exportando a los Países Bajos o Argelia a República Dominicana. Cómo es posible que España sea una estación de paso relevante en estas nuevas rutas de la seda y que, sin embargo, sufra a veces episodios de desabastecimiento de las vacunas que este mismo país exporta a otro, curiosamente el mismo adonde los españoles viajan después para adquirir ese producto que falta. Todo eso describe un contexto, un mundo, que no sale en los telediarios, donde es más importante el intercambio que la afinidad. O, mejor dicho: la afinidad es el intercambio.
Ese grafo plantea muchas preguntas. Por ejemplo: ¿En qué red me debo integrar si quiero optar a que una determinada vacuna llegue a un destino concreto? ¿Qué hay que hacer para conseguirlo? ¿Cómo competir por un mercado al que no tengo acceso directo? ¿Cómo resolver el drama de una emergencia humanitaria de un país que necesita vacunas pero nadie de entre sus vecinos quiere llevarlas allí? Ésas son preguntas a las que la conectografía puede ayudar a responder.
Se acabó el tiempo de las decisiones basadas en una geografía de dibujo a escuadra y cartabón. Bienvenidos al mundo de las respuestas complejas. Bienvenidos a la conectografía vacunal.
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