Sin comunicación no hay influencia. Esa idea, casi un eslogan, que me la he encontrado en un post del interesante blog de Tree Intelligence, me gusta por su simplicidad y por algunos ecos que encuentro en ella (sin periodismo no hay democracia, etcétera). Ergo, si quieres influir, comunica. Y si la nueva netnografía se mueve en Internet, ahí es donde tienes que comunicar para ser influyente. Ahora bien: las personas más influyentes para mí no lo son por tener tropecientos mil seguidores en Twitter. Algunas, sí que los tienen. Otras, ni están ahí. Sí que está claro que mis influencers en Twitter, ya que estamos, son personas que me aportan. Que escuchan y comparten lo que saben. Que entienden Internet como un espacio para convivir, no como un podio.
Desear influir no es malo. Siempre que esa voluntad de influencia tenga algo que ver con la propia verdad. Porque si no, la influencia es manipulación, la anulación de la libertad del otro mediante capas de motivos interpuestos, con frecuencia excelsos.
La voluntad de influencia tiene que ver con una de las pulsiones humanas más profundas: el deseo de mejorar el mundo. A veces a los mandos de un proyecto empresarial de dimensiones galácticas. A veces desde el humilde bricolaje de hacer lo que se pueda, como se pueda, con lo que se tenga a mano, en la mejor tradición hacker. Y eso me lleva a una conclusión extraña en estos tiempos: la netnografía es un sistema de medición, pero no es una ética.
Asisto todos los días a la adjudicación de carnets de influencers fundamentada en métricas. Pero eso creo que tiene poco que ver con la influencia, que solo se da entre iguales inteligentes. Vale decir, en el prestigio libremente otorgado por la comunidad. Y el prestigio, sin duda, es un hecho moral. ¿El éxito, tal como se entiende hoy esa especie de apoteosis subjetiva del poder, es un indicador de influencia? No. El éxito es un indicador de notoriedad.
Mis influencers son personas que me aportan, que escuchan y que comparten conmigo sus certezas y sus dudas. Que me dicen su verdad, posteando en un blog o compartiendo un rato de charla en la barra de un bar.
De un tiempo a esta parte, instituciones, organizaciones y empresas de todo tipo se han lanzado a la caza de la influencia en Internet, asimilando las métricas al prestigio dentro y fuera de la Red. Internet, solo con métricas, es Matrix. Es cierto, para influir hay que comunicar. Pero quizá sería más inteligente buscar primero la relación de una cuenta de Twitter con la verdad de la persona que hay detrás. Y sería más barato, para variar.
Photo credit: Santos «Grim Santo» Gonzalez via Visual hunt / CC BY-NC-SA
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