La Junta de Andalucía pide y recibe donaciones, quién te ha visto y quién te ve, para el funcionamiento del SAS; el ministro de Sanidad anuncia para el año próximo un Centro de Salud Pública varios lustros después del Ciberesp; en El País, piedra de clave mediática de la Transición, se refieren sin tapujos a Corinna como la examante del rey. El tiempo me está pasando por encima. Me alcanzan las mareas entrópicas de Hyperion. Espero la llegada del Alcaudón.
El análisis de datos de adjudicaciones de suministros del Servicio Andaluz de Salud (SAS) parece una vía interesante para entender su política de compras. Asunto importante en el ecosistema de salud de Andalucía de la era post Covid-19. El SAS adjudicó en 2019, según sus propios datos de licitaciones, suministros por 165.217.425,29 euros + IVA, desde medicamentos biológicos a respiradores o apósitos. Veamos cómo se organizan esas compras:
Cuando se entiende que las vacunas, desde el punto de vista de los sistemas sanitarios, son más una prestación que una compra, se aclara todo un poco más. Bajan los decibelios del ambiente. Encajan mejor las piezas. Se intuye el rastro de una fuente de sentido en toda la maraña de un mercado mundial que mueve más de 25.0000 millones de dólares al año y en el que la vieja Europa, como en tantas cosas, va perdiendo su hegemonía pese a que aún hoy, el principal foco exportador del negocio esté en Irlanda; supongo que más por su fiscalidad que por su musculatura básica en I+D+i. Ampliar «El encaje asistencial de las vacunas»
¿Cuánta gente trabaja en el Servicio Andaluz de Salud (SAS) actualmente? La respuesta a esa pregunta no es fácil. El SAS es una organización del tamaño de una gran compañía multinacional, llena de contradicciones y complejidades. Darse un paseo por su interior con algunos datos esenciales en la mano puede ayudar a entender a quienes viven ajenos a sus cuitas y afanes, pero usan sus prestaciones y pagan por ellas (básicamente a través de sus impuestos), cómo es posible que, a pesar de todo, hospitales y centros de salud abran sus puertas cada día e incluso, muchas cosas funcionen razonablemente bien. El grafo que ilustra este post, basado en datos del Sistema de Información de Recursos Humanos del SAS, permite identificar de un vistazo algunas cuestiones que al paseante profano pueden llamarle la atención. Ampliar «La plantilla del SAS»
Le he echado un vistazo al proyecto de Ley del Presupuesto 2020 de Andalucía en clave de política sanitaria y la conclusión no puede ser más felliniana: e la nave va. La película de Fe-Fe, como es sabido, regala imágenes impagables, que narran los esfuerzos de empeños imposibles en estirar la continuidad, cueste lo que cueste, de un mundo que se acaba. Las grandes partidas sanitarias de las cuentas públicas que quiere sacar adelante el Gobierno subrayan la persistencia de las grandes inercias ya conocidas. Ampliar «Presupuestos Andalucía 2020: e la nave va»
La estructura profunda del Servicio Andaluz de Salud (SAS), su mesocracia invisible, aguarda, como un viejo caimán durmiente, a que la política institucional termine de bascular y se decante entre el diseño comunitario y la satisfacción individual. Ambos planteamientos estratégicos son permeables a la tentación de la ingeniería social. Ampliar «El SAS, ese viejo caimán»
Reducir a términos razonables la presión de la población sobre los recursos de la sanidad pública andaluza sólo con dinero es un imposible presupuestario: actualmente el capítulo de personal ya se come aproximadamente el 50% de los 10.000 millones y pico que anualmente debe gastarse esta organización asistencial, con el SAS a la cabeza. La toma de conciencia del pozo sin fondo que implica este enfoque basado en la idea de gasto llevó en su día a los gestores, legislatura tras legislatura, a la conclusión de que si no se podía colmatar nunca ese agujero, la alternativa era hacer rendir más y mejor a lo que hubiese. Los actuales responsables de la Consejería de Salud están en ello y han optado por la idea de la subida salarial como incentivo, hasta donde se pueda llegar, aparcando el relato de la gestión clínica como profesionalismo autónomo capaz de tensionar a la organización. En cualquier caso, el avance del desierto demográfico en la Medicina andaluza es continuo y ello conduce a intentar adoptar casi cualquier medida que pueda frenarlo. Según el estudio de demografía médica del Consejo Andaluz de Médicos de hace unos meses, a día de hoy el 47% de los galenos andaluces tiene más de 55 años. Ello plantea un horizonte complicado, al que ya apuntaban los estudios realizados en este sentido previamente, allá por 2011, por la Consejería de Salud: habrá una profunda sima en la tasa de profesionales en torno a 2029.
Se va asentando la nueva gobernanza de la sanidad andaluza. Aparecen en el horizonte presupuestario 700 millones de incremento que servirían básicamente para pagar peonadas de actividad extraordinaria, fidelizar algunas contrataciones y presentar en la mesa sectorial del SAS una buena carnaza para negociar en torno a subidas lineales de sueldo. ¿Cómo se va a hacer frente a ese gasto extra? Como siempre: rebañando dinero de otras consejerías, apretando (más) en consumos intermedios y tirando de deuda pública.
Se acusaba al PSOE de tener un problema de gestión en sanidad. De haber implantado un régimen asfixiante del que solo era posible evadirse mediante una cierta ironía inteligente, dentro de lo que cupiese, como en los tiempos de ‘Hermano Lobo’. Ahora, son PP y Cs quienes legítimamente se enfrentan al desafío de gestionar la realidad, bajo la atenta mirada de Vox.
Este cambio político pone en un brete a quienes fueran algunas de las referencias más críticas dentro del SAS con la gestión socialista, porque ahora se les ha pedido implicación, opinión y propuestas. Se acabó el tiempo de la clandestinidad. Y algunos de ellos empiezan a pensar, desde sus nuevas responsabilidades o acodados en la barrera desde donde siempre vieron los toros, que contra Susana vivíamos mejor.
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La realidad empieza a meter presión a los nuevos gestores de la Administración sanitaria andaluza. Ante las expectativas de incrementos retributivos por un lado y las estrecheces presupuestarias, por otro, la Junta de Andalucía se ve, de nuevo, entre el martillo y el yunque. El consejero de Salud del primer Gobierno andaluz PP-Cs dijo tener claro, nada más llegar al cargo, qué es lo que hay que hacer para mejorar la sanidad pública andaluza: básicamente, cuidar a los profesionales y pensar en el paciente. No conozco a nadie decente que no esté dispuesto a sumarse a un aplauso atronador ante esa propuesta. Ampliar «Entre el martillo y el yunque»
La diferencia entre la Historia y el periodismo es una mera cuestión de escala. No en vano uno de los mejores libros de Kapuscinski se llama ‘Viajes con Herodoto’. Solo soy capaz de balbucear algo tras el amanecer postelectoral en la sabana andaluza si recurro a esa idea: es un asunto de escala. Si miro la realidad relativa al nuevo Gobierno de la Junta, al tablero parlamentario, a la pulsión de la calle y a cómo queda ahí la cuestión de la sanidad desde la proximidad inmediata, no entiendo nada. Si me alejo y tomo perspectiva, entiendo algo más. Es como si hubiese dos maneras de enterarse de dónde está la hiena con la carroña. Una, preguntarle al guepardo; otra, subirse a un baobad para mirar. Prefiero la segunda, sin duda. Ampliar «Amanecer en la sabana»
Los disturbios de los chalecos amarillos en Francia son un aviso para la sostenibilidad de las prestaciones públicas en España. Porque el fondo de la cuestión no es la ausencia de abundancia, sino su reparto. Decir, como básicamente están explicando los medios generalistas españoles, que estas revueltas son la expresión de un cabreo por la subida del precio de los carburantes es una simplificación excesiva. Y se ignora el riesgo de que es posible que el fenómeno llegue al Estado de las Autonomías español, en nuestro caso aventado por la erosión de los servicios públicos de protección social. Ampliar «El aviso de los chalecos amarillos»