La realidad empieza a meter presión a los nuevos gestores de la Administración sanitaria andaluza. Ante las expectativas de incrementos retributivos por un lado y las estrecheces presupuestarias, por otro, la Junta de Andalucía se ve, de nuevo, entre el martillo y el yunque. El consejero de Salud del primer Gobierno andaluz PP-Cs dijo tener claro, nada más llegar al cargo, qué es lo que hay que hacer para mejorar la sanidad pública andaluza: básicamente, cuidar a los profesionales y pensar en el paciente. No conozco a nadie decente que no esté dispuesto a sumarse a un aplauso atronador ante esa propuesta.

Mientras el nuevo equipo de la Consejería de Salud aterriza, los gerentes de hospitales y distritos se definen o redefinen políticamente, según qué casos, y los diferentes actores del ecosistema sanitario plantean sus intereses (en principio legítimos) al nuevo poder público establecido, los días van pasando y van apareciendo pistas sobre qué se entiende por tener contenta a la plantilla y dar satisfacción a los pacientes. Por el momento, incrementos retributivos lineales que van a ser exigidos por la flamante mesa sectorial del SAS y, al parecer, un Plan de Humanización, que no tiene por qué costar un euro en sí pero que es indisociable en la práctica de partidas de gasto aplicadas básicamente a la reducción de las listas de espera de determinadas patologías. Dado que, como todo el mundo sabe, el verdadero centro del sistema es el profesional sanitario (no el paciente), es razonable imaginar por dónde van a ir las cosas.

Cualquier liberal, de los tres o cuatro que deben andar por ahí, clamaría al cielo en contra de este planteamiento. Respecto a lo de la subida de sueldos, porque la ortodoxia de obediencia chicagüense considera a los funcionarios una casta de privilegiados deletérea para los efectos benéficos de la curva de Laffer; y respecto a la humanización, que muy lejanamente se parece en algo a la participación ciudadana, porque en la democracia de los consumidores (tal parece ser el régimen en el que vivimos), el poder está en quien compra el bien o el servicio, no en quien lo oferta. Afortunadamente para los nuevos gestores del SAS, hoy por hoy, en la Junta de Andalucía Milton Friedman no mola mucho, así que las mejoras salariales y la humanización no van a ser cuestionadas formalmente.

Habrá que esperar unos meses aún para tener más certezas, en función del proyecto de Presupuestos que lleve el Gobierno al Parlamento autonómico y de lo que ocurra durante su tramitación. Ése será el momento de comprobar si los nuevos gestores de la sanidad pública andaluza resisten entre el yunque de las demandas de los diferentes grupos de interés y el martillo de la realidad financiera de una Hacienda pública quebrada e intervenida. Salvo que la nueva Junta de Andalucía evite el conflicto (nunca nada sale gratis) y recurra a una receta no tan nueva: más deuda y patada a seguir. Lo cual es posible que tenga mucho que ver con quién esté en La Moncloa a partir del próximo 28 de abril.


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