Alfonso Pedrosa. Tengo la suerte de compartir algunas horas durante unas semanas cada curso académico, de unos años a esta parte, con estudiantes de Medicina. Apretaditos y bien avenidos en el molde de una asignatura optativa que se llama Medicina y Sociedad. Ellos me cuentan su vida y yo, la mía. Me siento un privilegiado por poder asistir al espectáculo de ver cómo se despliegan ante mí algunas de las mejores inteligencias de la Universidad y, en la medida en que puedo y soy capaz, intento hacerles pensar más allá del horizonte MIR y el veneno cainita de la competitividad que se les intenta meter en vena.

Todo un lujo. Aprendo mucho de esas personas. Y ahora acaban de darme otra lección.

Cansados de estar cansados de que las cosas no funcionen (al menos, ellos y ellas sienten intensamente que es así), el otro día, supongo que previo calentamiento asambleario, arrasaron Twitter poniendo las peras al cuarto a una forma de enseñar y de aprender con la que no están de acuerdo. No quieren más vacaciones. Solo ser buenos médicos.

Ellos quizá no lo sepan, o no lo llamen así, pero en dos días han armado un auténtico fenómeno de ‘swarming’ social, de acción-enjambre concentrada en unas horas. La gráfica que ilustra este post, de Archivist, lo expresa muy bien: estallido y declive. Eso es grande, muy grande, en estos tiempos de anestesia y miedo. Han conseguido aparecer en el mapa. Falta ahora que decidan qué ruta quieren seguir.