Que Rusia es una inmensidad muy difícil de comprender desde las democracias liberales europeas no lo cuestiona casi nadie. Que su dualidad abismal histórica en su desarrollo social, cincelada desde los tiempos de Pedro el Grande, ha atravesado los siglos hasta llegar incólume hasta hoy en muchos sentidos, es un hecho. Que el país acepta como fundamento de su convivencia no hacer demasiadas preguntas a cambio de seguridad en el interior y orgullo manifiesto en el exterior, parece darse por sentado. Con esa estructura, con esa reserva de combustible y con ese relato, Rusia afronta su posicionamiento en el mundo actual con prácticas tan antiguas como su herencia bizantina y tan nuevas como la moderna biotecnología. El caso de las vacunas es un ejemplo elocuente.

Hace algunos meses, India decidió asumir institucionalmente su papel, a decir de su ministro de Asuntos Exteriores, como la farmacia del mundo: los medicamentos fabricados en ese país surten a todo el planeta, mientras Occidente asiste atónito a una crisis de suministros por haber jugado con el fuego de la deslocalización. Sin embargo, la crisis global de la covid-19 e incidentes como los roces con el Ejército de China en la frontera de Ladakh están afectando tanto a su mercado exportador como a su capacidad de producción, especialmente desde que India ha subido los aranceles a China para determinados principios activos por un quítame allá esas pajas de unos metros cuadrados de pradera en el Himalaya.

Y en esto, Rusia, que nunca ha abandonado el Gran Juego de Kipling (ese imperialista encantador, como decía Bernardo Atxaga), ha decidido apoyar a India en sus pretensiones como fabricante de medicamentos y, en un golpe de mano genial, ha dicho que allí quiere fijar su gran hub de producción de vacunas. De hecho, el responsable del Fondo Soberano Ruso ya está trabajando en los memorandos de entendimiento que permitirán al país de los zares, antiguos y nuevos, asegurarse de que, con los correspondientes millones de rublos por delante, tendrá suficientes vacunas bajo su total control para llevarlas allí donde considere oportuno su interés geoestratégico.

Hace pocos días, en Bielorrusia empezaban a escasear las ‘vacunas de pago’ contra la gripe de origen francés (Vaxigrip) y neerlandés (Influvac). Sin embargo, el preparado ruso Grippol Plus está disponible, de manera gratuita, para cualquiera que se acerque a los centros de vacunación. Eso es política de calado. Se van entendiendo algunas cosas que ocurren en Rusia y también otras que suceden en Occidente.


Photo on Visual hunt