Los disturbios de los chalecos amarillos en Francia son un aviso para la sostenibilidad de las prestaciones públicas en España. Porque el fondo de la cuestión no es la ausencia de abundancia, sino su reparto. Decir, como básicamente están explicando los medios generalistas españoles, que estas revueltas son la expresión de un cabreo por la subida del precio de los carburantes es una simplificación excesiva. Y se ignora el riesgo de que es posible que el fenómeno llegue al Estado de las Autonomías español, en nuestro caso aventado por la erosión de los servicios públicos de protección social.
No entendía nada de la revuelta de los chalecos amarillos en Francia hasta que me he encontrado con el análisis de la cuestión que hace Jean Pisani-Ferry. Hasta que me encontré con la propuesta explicativa de este economista y experto en políticas públicas que trabajó en el equipo de Manuel Valls, se me escapaba el porqué de esa rabia desmedida por una subida de impuestos al carburante. Una rabia que se ha extendido a la cercana Bélgica y a lejanos territorios del Ultramar francés como Isla Reunión y que ha terminado, por ejemplo, saqueando farmacias en París. Pisani-Ferry dice que eso tiene que ver con la subida del precio del carburante, sí, pero más en clave de gestión del cambio climático (precio de la tonelada de carbono) que de un capricho impositivo local. Y no solo eso: básicamente, es consecuencia de haber hecho descansar la salida de la crisis sobre el incremento del poder de compra de la gente a través de las importaciones baratas, no de una adecuada redistribución del bienestar potenciada desde la generación de riqueza propia. En el mismo sentido en el que se atribuye a la macroeconomía medioambiental su protagonismo en todo esto, ahora se suman la escasez progresiva y el alza de precios relacionadas con el actual escenario global de proteccionismo y las nuevas guerras comerciales. Y eso afecta a todo y a todos.
Si quienes van a gestionar el nuevo ciclo político español que acaba de iniciarse por Andalucía no van al fondo de las causas del malestar que precisamente ha activado algunas de las palancas fundamentales de ese cambio, y se quedan en el síntoma, habrá chalecos amarillos en España. Y la sanidad va a ser, es ya, uno de los escenarios críticos de todo esto.
Hasta ahora, la lectura superficial de las huelgas médicas, especialmente en Cataluña y Andalucía, no ha provocado inquietud en el poder al que interpelan. Pero esta vez no son conflictos corporativos por subidas lineales de sueldo (aunque existe el serio riesgo de que todo acabe en eso). Se puede decir con la contundencia de Juan Simó o el estilo de Sergio Minué. Sin Primaria, no hay sistema. Eso quiere decir que el dique de contención ante el estallido social en muchos pueblos y ciudades de España han sido los centros de salud, que han defendido como han podido la distribución equitativa de recursos entre una población que no se ha quejado mucho hasta ahora, porque el gran consumo estaba relativamente barato; la carga de la queja ha caído sobre los profesionales sanitarios, sus huelgas educadas y las mareas blancas de militancia preservadora e indignación contenida. Lo normal, pues, es que la situación se parchee como se pueda: unos contratos más aquí, una mejora del precio de la guardia allá, y aquí no ha pasado nada.
Si se responde así, habrá en España chalecos amarillos. Porque los defraudados no serán los médicos, sino la gente que acude a ellos y que no se siente atendida. Las clases medias se están yendo, lo llevan haciendo en silencio desde hace años, porque el sistema no les da respuesta. Incluidos los mismos médicos. Pero las clases pobres y empobrecidas no tienen adónde ir. Si el sistema les falla, no le verán sentido y se convencerán de que el sistema les roba. Y reclamarán lo suyo, porque quieren seguir consumiendo barato en un escenario de encarecimiento progresivo de los costes del vivir.
Ya han dado un aviso, votando lo que han votado. Si no se les entiende, habrá chalecos amarillos.
Photo credit: Sébastien Huette on VisualHunt / CC BY-NC-ND
Deja una respuesta