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Información sanitaria e innovación social

Cien flores en la Red

 
Alfonso Pedrosa. Hace tan solo un año, hubiera sido impensable. No es que hubiera llovido sobre sus cabezas fuego del cielo o hubiesen sido perseguidos por los perros del infierno, pero casi. Sin embargo, la floración de redes informales catalizadas por Internet en el Sistema Sanitario Público de Andalucía (SSPA), es ya un fenómeno innegable. No sé si irreversible, pero, desde luego, evidente a todas luces. Y, afortunadamente, fuera de control.

Tres ejemplos de los que he tenido noticia en estos días me han hecho caer en la cuenta de ello. Esa consciencia es posible que no sea más que la constatación de que ha terminado la primera etapa fundacional de la siembra distribuida en ese territorio administrativo, político, sociocultural y asistencial. Ahora quizá empiece otra etapa, la del asentamiento de esos nodos surgidos al calor de dos factores: cierto acompañamiento desde el ámbito institucional, informal pero decisivo, y el vértigo apasionado de la implicación personal de sus protagonistas. Una etapa definida por la ampliación, de perfiles impredecibles, de las redes que se vayan tejido alredor de esos nodos, de los contextos en los que participen más o menos intensamente las personas que las han puesto en pie.

Veamos esos tres ejemplos (hay más, seguro, pero las ideas llegan cuando llegan, qué le vamos a hacer). Un farmacéutico y un veterinario que trabajan en seguridad alimentaria y protección ambiental, dentro de la estructura de la Consejería de Salud (creo que andan por Huelva), han abierto un blog, así, por la cara, llamado Protección de la Salud. En él se ofrece información sobre asuntos como la legionelosis, se comentan alertas alimentarias y se da paso a referencias institucionales digamos, de la casa. Ese blog es fiable; no porque esté acreditado por algún tribunal de limpieza de sangre, que no es el caso, sino porque detrás hay dos personas expertas que manejan la información de manera rigurosa. Y, sobre todo, ese blog es mucho más amigable que cualquier pdf con la colección legislativa al uso que se puede encontrar en una web institucional: porque, again, hay personas detrás. Personas que intentan hablar con voz humana.

Otro ejemplo: la Unidad de Gestión Clínica Lucano (Atención Primaria del SAS, Córdoba) se ha montado un chiringazo con tecnología Google gracias especialmente al esfuerzo, por lo que se ve, de uno de sus profesionales. Le he echado un vistazo a esa web y, más allá del valor como herramienta de comunicación interna, para mí significa la conquista de un viejo sueño que debido a la burocracia, las marejadas institucionales y, en fin, la vida misma, había sido abandonado: volver a la calle, asomarse a ver qué pasa ahí fuera, donde habitan los pacientes. Uno mira la página principal de esa web, con su listado de médicos y pediatras, y tiene la sensación de que en ese centro de salud no trabajan administradores estresados de la cartilla de racionamiento de la prestación farmacéutica, sino personas dispuestas a hacer lo que puedan por ayudar.

Y el tercer ejemplo: el Hospital de Motril ha montado una red wifi para que cualquiera que pase por allí (profesionales y pacientes), pueda engancharse a Internet desde el dispositivo que tenga a mano. Hacer eso ha costado una pasta y ha requerido financiación pública, lo que implica apoyo institucional. Esta historia no tendría especial interés (quiero decir, encontrar líneas de financiación en ese tipo de contextos tiene ya un manual de instrucciones bastante consolidado) si no pusiese en valor la función principal (por mí, ojalá fuera la única) a desempeñar por las instituciones, en este caso los centros de decisión del SSPA, ante esta especie de primavera maoísta de las Cien Flores en la Red: ser conectores, nodos de poder benevolentes, facilitadores, hubs. Vale decir, el papel que asumen Goggle, Twitter o Facebook. Con derecho, por supuesto, porque así son las reglas de juego y así se comportan esas plataformas de conexión, a obtener réditos a cambio, directos e indirectos, en términos de conocimiento y reconocimiento. Pero no de control.

Todo esto es posible porque hay personas empeñadas en hacer cosas. Gente que empieza a entender que estamos viviendo los comienzos de un cambio cultural profundo. Que esto no va de tecnologías, sino de mentalidades. Somos pocos, como suelo comentar en entornos de mucha confianza, con un punto de desaliento, cuando constato que detrás de muchas iniciativas sólo hay ruido. Pero el viento está cambiando. Y sopla a nuestro favor.

Se puede explicitar la queja porque en el centro de salud no haya acceso a Internet o porque esté capado el enganche a YouTube.  Pero no instalarse en ella. Incluso es bueno empujar en esa dirección. Pero es bastante dudoso que una organización del tamaño y las inercias del SSPA sea capaz de, a toque de silbato, dar un golpe de timón de ese calibre. No tiene cintura para eso; se rompería. Quien se quede sentado esperando instrucciones la lleva clara. Muy clara. Es el momento de las soluciones concretas en ámbitos pequeños. De confiar en la potencia viral de los tejedores de redes.  

A los científicos de Túnez también les gusta la revolución

Redacción Synaptica. Bien visto, por parte de Nature. Declan Butler ha tomado de manera certera el pulso a algunos miembros de la comunidad científica tunecina y lo ha contado para Nature news. Además de chequear la opinión del personal y constatar que hubo un tiempo en que las cosas no fueron como ahora, el servicio de noticias de Nature rescata un interesante gráfico de la Unesco, que ilustra este post, sobre la producción científica de Túnez, que ayuda a contextualizar la cuestión.

La última diablura de un boticario de pueblo

Fotografía: Galería Flickr de Andres Rueda. Algunos derechos reservados.

Redacción Synaptica. Nos reafirmamos. O napalm o lugar de peregrinación. Uno de esos dos destinos aguarda a la botica de @fjavierguerrero, el tipo de la gorra que de vez en cuando escribe por aquí y, entre muchos de sus proyectos perpetrados, presidente de @Sefarorg. La última diablura ha sido proponer, en público, en abierto, de manera razonada y en un foro compartido por algunos de los más eximios representantes de la profesión farmacéutica española algo que él denomina el céntimo solidario.

La propuesta consiste en que de cada receta de cada oficina de farmacia se detraiga un céntimo de euro  (en realidad, menos) para apoyar a las boticas de baja o más bien nula rentabilidad, básicamente las ubicadas en municipios de menos de 500 habitantes.

Se trata, ni más ni menos, de dejar de marear la perdiz en un aspecto muy concreto de un asunto que ya cansa: el debate sobre la viabilidad del modelo español de farmacia. Y, sobre todo, es una de las penúltimas oportunidades que van quedando para que, a través de un mecanismo de refinanciación interna, (vale decir, redistribución de las rentas generadas no sólo por la facturación de las boticas pudientes sino por las ventajas de que disfrutan en un mercado protegido) las oficinas de farmacia salven los muebles en términos de legitimidad social.

Los estudiantes de Medicina piden cancha para utilizar Internet

Alfonso Pedrosa. A veces, la realidad, por muy contundente que sea, no se ve hasta que no se subraya. Una de las aportaciones colaborativas de la encuesta que les he propuesto a los alumnos de Medicina este curso es la valoración de Internet para su propia formación (imagen con las gráficas, arriba). El 98% de quienes han contestado la encuesta (121 personas) utiliza la Red como fuente de documentación y estudio. En una carrera de sobra conocida por la presión del día a día ante el horizonte final del MIR, es elocuente que el 50% del alumnado pase entre una y dos horas al día en Internet y que un 26% dedique a ello más de dos horas diarias. Una parte de ese tiempo lo utiliza un 14% en editar algún blog. Y piden más, sin duda. Piden más: de hecho, el 92% de los estudiantes cree que la Facultad debería facilitarles formación específica en el uso de la Red.

Otra de las perlas de esta parte de la encuesta es la del papel de Internet en su relación con los pacientes. El 78% cree que sería una buena herramienta en este ámbito. Aunque eso no significa que estén dispuestos de manera generalizada a que la consulta médica se convierta en un bazar informativo: un 6% cree que los pacientes no deben tener acceso indiscriminado a los contenidos de revistas especializadas ni a otros yacimientos de información como las bases de datos epidemiológicos. Un contundente 40% sí cree en esa cultura de puertas abiertas y el 66%, en determinadas ocasiones; por lo general bajo la tutela o, como mínimo, el asesoramiento, del profesional.

PS: si se pincha en la imagen, se pueden ver mejor las gráficas en un álbum Picasa.

Estudiantes de Medicina y redes en Internet

Alfonso Pedrosa. Bueno, ya he desmontado el retablo de Ginés de Pasamonte y sus títeres con el que he venido disfrutando en las últimas semanas en la Facultad de Medicina de Sevilla. Ahora toca escuchar a los 121 estudiantes que han cumplimentado la encuesta del Taller. Y poner notas, je. Pero eso, más tarde. Los primeros datos que tengo a la vista (que vuelco aquí anonimizados, tal como quedé con los alumnos) son los de preguntas muy concretas sobre su presencia en algunos de los medios y herramientas sociales más conocidos. Es una forma imperfecta, limitada, imprecisa, pero real, de cartografiar una parte del territorio de la Red que los estudiantes de Medicina frecuentan. De intentar saber dónde está la gente, dónde se tejen las metáforas del Nuevo Mundo de Internet.

Bien. La encuesta del Taller dice que los estudiantes de Medicina están en Tuenti (abrumadoramente), muchos tienen canal YouTube (67%) y una buena gavilla de los médicos de dentro de unos pocos años trabajan el género de los libros de caras: están en Facebook (62%). Pasan muchísimo de Flickr y una pequeña minoría tiene cuenta en Twitter y LinkedIn.

Si pinchas en la imagen de abajo, se ven mejor los gráficos, en un álbum Picasa:

 

Seguro que hay quien busque y encuentre en estos datos explicaciones a por qué el personal es como es y hace lo que hace. Yo no voy a hacer eso. Pero me quedo con dos lecciones que, con estos datos, me han dado esos 121 estudiantes de Medicina: es posible identificar los territorios de tránsito, los lugares donde pueden surgir, a fuerza de frecuentarse, cruces de caminos que quizá se conviertan luego en lugares de descanso y aprovisionamiento. Puntos de partida. O de llegada. Y, la lección que más me gusta, constatar que son personas, no robots, ni dianas del marketing, ni público objetivo. No son el caladero de nadie. Son personas. Con las que hay que hablar de una en una, a las que hay que escuchar de una en una.  Como quieran, donde quieran, con su propio lenguaje. Y que hacen con la Red lo que les da la gana.

Seguimos.

Pacientes crónicos y siembra distribuida

Fotografía: Galería Flickr de Ethan Prater. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Ayer acudí, por motivos profesionales de rutina, a la rueda de prensa en Sevilla de la Conferencia Nacional para la Atención al Paciente con Enfermedades Crónicas. Otra más. De nuevo, sociedades científicas y Administración hablando de lo que hay que hacer con los pacientes.

Pero @randrom, con quien crucé un saludo fugaz esa mañana (ella iba a lo suyo, la Conferencia, y yo, a lo mío, la rueda de prensa), pasó despúes la voz (en la Red, dónde si no) y pude acceder al texto en pdf de la declaración de principios de esa reunión, colgado en abierto en el portal Opimec. Lo leí y eché en falta más apertura a la participación, especialmente de los pacientes. Rosa inició un debate sobre el tema en el grupo de LinkedIn salud20andalucia, algo comenté al respecto, ella respondió y ambos hicimos votos por la cultura colaborativa.

Y esta mañana me he llevado una bonita sorpresa: hay un documento abierto, vivo, sobre este asunto, en el mismo portal Opimec. Me han gustado especialmente dos cosas. La primera, que hay alusión expresa al mundo de la web 2.0 como elemento interesante sobre el que trabajar; bien es cierto que desde un planteamiento bastante conservador, pero algo es algo y bienvenido sea. La segunda, que se puede ir comentando el documento, realizar aportaciones: hasta, si se quiere, provocar, poner en cuestión, dudar. Eso es bueno; fundamentalmente, porque forma parte de la mejor tradición del conocimiento científico que, mire usted por dónde, tiene mucho que ver con la ética hacker.

Es verdad que la brecha digital existe, que esos mismos pacientes crónicos, pluripatológicos y polimedicados en los que se está pensando en ese documento no están involucrados, en su gran mayoría, en el mundo de la Red. Es verdad que una cosa son las instituciones y otra las personas. Pero, precisamente por eso, quizá merezca la pena poner en marcha iniciativas de siembra distribuida, de dotar de competencias culturales y tecnológicas a la gente para que la gente pueda, efectivamente, participar en el diseño de estrategias asistenciales como ésta. Nuestro eslogan (así lo hemos formulado alguna vez en Synaptica) de sembrar patatas para cosechar patatas. El sueño de una verdadera deliberación entre iguales.

Historias de un titiritero

Fotografía: galería Flickr de iane machado. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Son ya varios cursos académicos en los que vengo teniendo el privilegio de impartir en la Facultad de Medicina de Sevilla un pequeño taller sobre medios de comunicación. Por razones fundamentalmente de disponibilidad de tiempo, procuro concentrar esas sesiones en un mes. Esta vez ha tocado enero, el mes que comienza con los regalos. Y, como pasa con los Reyes Magos, espero el resto del año a que llegue ese momento con una pizca de inquietud y mucha ilusión. Ese momento de dar y recibir tiene algo de sagrado. Percibir la energía vital que son capaces de transmitir los 150 estudiantes de Medicina con los que estoy compartiendo unas clases durante estas semanas tiene algo de emoción fundamental, honda, telúrica. Son personas que pronto serán médicos, que tendrán en sus manos la vida de otras personas. Asunto serio, vive Dios. Yo les cuento mi vida y ellos me cuentan la suya. Llego al aula (en graderío, casi vertical, imponente, de techos altísimos, hasta los desconchones destilan una tradición de siglos), monto el tenderete con mis trastos de titiritero y les ofrezco relatos de aventuras, historias de las cunetas, reflexiones en voz alta. Sobre su profesión, la mía, nuestros respectivos encuentros y desencuentros, los libros que ese año me han impactado, los versos que me han herido, lo que he aprendido por ahí. Aunque todo esto sucede dentro del marco formal de una asignatura, Medicina y Sociedad, cada vez que subo a la tarima y miro al tendido poblado de gigantes lo hago con la ilusión de ayudarles a pensar en abierto y a caer en la cuenta de que hay vida más allá del MIR. En el fondo, es un ejercicio de devolucionismo. Siempre salgo agotado y feliz de esas clases. Vacío. Hasta el año siguiente, en que regresaré a las aulas, si siguen siendo posibles estos encuentros, con el saco de buhonero hasta los topes y lo desparramaré en su presencia, ofreciendo mi mercancía recopilada de aquí y allá.

De un tiempo a esta parte, cada año les cuento historias sobre Internet, un poco abriéndoles una ventana a un mundo sobre el que casi nadie les cuenta casi nada en la facultad, un poco como ejercicio de renovación de mi propio mobiliario mental. Son días de especial plenitud. Disfruto con sus caras de asombro, de duda, de afirmación, de entusiasmo (a veces), de enfado, incluso, cuando se sienten interpelados demasiado de cerca. Pero, sobre todo, les vampirizo: es un espectáculo estremecedor asistir a la floración de una inteligencia que empieza a nombrar el mundo, un auténtico don saber que con lo que yo les aporte, ellos harán bricolaje, lo mascarán como un chicle y, lo más probable, lo escupirán después. Pero habrán pasado un buen rato y, quizá, habrán aprendido algo. Al menos, eso sí, habrán visto a un profesor que profesa. Y esa pasión, cuando se ha conocido una vez, ya no se olvida jamás.

Algunos años he pedido a los alumnos que definan los contenidos de una parte del programa y poder tratar, así, temas sobre los que manifiestamente dicen tener interés; otros, hemos abierto un blog para compartir la lectura de trabajos y sus comentarios; otras veces, les he pedido que sigan por la Red algún tema noticioso que les haya llamado la atención. Para este curso les he preparado una pequeña encuesta digital. Con preguntas sobre nuestras cosas: comunicación, Medicina, Internet. Ahora espero y cuento las horas hasta que llegue el momento de cerrar la encuesta y sumergirme en sus contenidos, en las historias que me voy a encontrar ahí. Su objetivo explícito, sin duda, es evaluar. Pero, en realidad, lo más interesante es saber, de primera mano, qué piensan 150 estudiantes de Medicina sobre las redes sociales, el uso de Internet en la formación pregrado o el acceso de los pacientes a los nichos de información tradicionalmente reservados al universo profesional sanitario. Espero, con ilusión, con ganas, ese día. Será el regalo de un conocimiento generado entre todos. Un magnífico regalo de Reyes. Que será de todos y, por tanto, estaré encantado de compartir.

 

Los nuevos lenguajes de la Medicina Gráfica

Redacción Synaptica. La relación de la Medicina con las Humanidades y el arte en general viene de lejos. Ian Williams, un médico galés, ha llevado esta relación al melting pot de la cultura contemporánea y, buceando en el mundo de los cómics y la novela gráfica, ha definido un universo de referencias que bien puede llamarse Medicina Gráfica, como su blog, Graphic Medicine. Nos hemos encontrado con esta joya gracias al blog de Álvaro Pons, La cárcel de papel.

Un vistazo al interior de la bitácora de Williams es más que recomendable. Historias divulgativas, de educación para la salud, de supervivencia ante la enfermedad, superhéroes que viven bajo la identidad secreta de la bata blanca o el pijama de quirófano… Para los muy cafeteros, en el blog ya se anuncia la segunda conferencia anual sobre cómics y medicina. Será en junio, en Chicago, y se pueden presentar comunicaciones.

Tentaciones over the counter

Redacción Synaptica. Un gusto, encontrarse profesionales de la farmacia que reivindican en voz alta su identidad como especialistas en el medicamento, implicados en el cuidado de la salud de las personas. Eso es lo que hace Inma Riu en un post de su blog Saludability. Esta farmacéutica aprovecha la entrada del nuevo año y la entrada en vigor de la nueva normativa española sobre el consumo de tabaco en espacios públicos para recordar a sus colegas que están ante una magnífica ocasión para ofrecer una buena atención farmacéutica. Pero sin atajos.

Riu da cuenta en el post de algunas dudas sobre el denominado cigarrillo electrónico como "producto milagroso" y comenta algunas advertencias que le han llegado desde Pfizer sobre su seguridad y eficacia. También alude al lanzamiento del móvil de Orange para su venta en farmacias y explica que, gracias a Twitter, se ha encontrado con un blogger australiano que postea sobre una interesante nota de aclaración de la compañía fabricante de las pulseras Power Balance en su site oficial.

No estaría mal elaborar con estas ideas una lista de buenos propósitos para 2011. Sería corta, concreta y factible. 

La gente

Canal YouTube de adgano.

Mareando la perdiz: la FDA, Internet y las reglas de juego

Fotografía: galería Flickr de TheTruthAbout. Algunos derechos reservados.

Redacción Synaptica. Desde hace más de un año, personas y organizaciones interesadas en la información sobre medicamentos esperan a que la FDA se aclare con lo que está bien y lo que está mal en el mundo de Internet en general y de los denominados medios sociales en particular. Bien. Pueden seguir esperando. Gracias a la última newsletter de Kru Research hemos sabido que es muy probable que no haya noticias de las esperadas orientaciones oficiales de la FDA sobre medios sociales hasta el primer cuatrimestre de 2011. Eso puede ser un día de éstos o finales de abril, vaya usted a saber.

En noviembre de 2009 se celebró, bajo los auspicios de la FDA, un foro para escuchar a cualquiera que tuviera algo que decir sobre las reglas de juego a diseñar para la comunicación abierta en la Red relacionada fundamentalmente con los medicamentos. Y personas e instituciones dijeron lo que quisieron decir. Se esperaban noticias de la agencia gubernamental norteamericana a finales de 2010.

La cuestión es que un blogger especializado de Washington, Mark Senak, da cuenta en un post de un email de la División de Marketing, Publicidad y Comunicaciones de la FDA hablando de sus trabajos en torno a varios asuntos relacionados con la información promocional en Internet y en medios sociales sobre productos médicos sujetos a regulación. Habrá novedades al respecto "during the first quarter of 2011", según se recoge en el post de Senak.

A nadie se le escapa que esas orientaciones de la FDA, cuando salgan, serán una referencia clave para definir la actividad corporativa en la Red de los diversos agentes con intereses en ese ámbito, especialmente la industria farmacéutica. Y no sólo, claro, en EEUU.

Lo más curioso de todo es que la noticia del retraso parece haber sorprendido al personal. A nosotros, la verdad, nos da un poco igual: preferimos pasear por el campo a intentar ponerle puertas. Aunque nos gustaría que las personas que trabajan en esas instituciones y que empiezan a vislumbrar que Internet tiene mucho más de cambio cultural que de moda del momento (y que tiene más que ver con la supervivencia que con el marketing) lo tuvieran más fácil para participar en la conversación en los nuevos territorios de la Red. Quizá la clave esté más en la asunción limitada  y progresiva de riesgos que en la aparición de un paraguas protector que termine justificando los blindajes de siempre.

PS: ah, el viejo zorro de Kevin coloca también en la newsletter un informe de Deloitte sobre… redes sociales y empresas del área de ciencias de la vida. 😉

Lecciones de Historia Medieval para aprender a vivir en Internet

Fotografía: Galería Flickr de joestump. Algunos derechos reservados.
 
Alfonso Pedrosa. Estoy leyendo estos días La civilización del Occidente medieval (Paidós, 2010), de Jacques Le Goff. Algunas de sus reflexiones sobre la sociedad de la época, especialmente en lo referente a los siglos XI y XII, me han resultado lúcidamente familiares, incluso aplicables a fenómenos de mi contemporaneidad relacionados con el mundo del trabajo, con las maneras de vivir, con las posibilidades abiertas por la Red.

Le Goff habla de nómadas, de gente itinerante que busca cosas nuevas, de caminos viejos que ya no sirven, de rutas secundarias llenas de incertidumbre, surcadas por santos y asesinos, compañeros de viaje y saqueadores. Habla de buscarse la vida. Habla de cambio cultural. A mí me parece que Le Goff me está contando cosas de la historia presente de Internet. Ahí van tres citas, en las que además de estilo y conocimiento es posible que aparezcan resonancias que den pistas, como me ha ocurrido a mí, para aprender a leer la realidad y no perderse entre tanto ruido, dentro y fuera de la Red. (Las negritas de los textos son mías).

"(…) Aunque la mayoría de los hombres del Occidente medieval tengan por horizonte, a veces durante toda la vida, las orillas de un bosque, no hay que imaginarse a la sociedad medieval como un mundo de sedentarios: la movilidad del hombre medieval fue extraordinaria, incluso desconcertante (…). El hecho tiene una explicación. La propiedad, en tanto que realidad material o psicológica, se desconoce casi por completo en la Edad Media. Desde el campesino hasta el señor, cada individuo, cada familia no cuenta más que con derechos de posesión provisional, de usufructo, más o menos extensos. No sólo cada uno tiene por encima a un señor o a un acreedor más poderoso que puede, por las buenas o por las malas, privarle de sus tierras -tenencia campesina o feudo señorial-, sino que el mismo derecho reconoce al señor la posibilidad legítima de despojar al siervo o al vasallo de su tierra siempre que le conceda otra equivalente, a veces muy alejada de la primera. Señores normandos que se trasladan a Inglaterra, caballeros alemanes que se instalan en el Este, nobles de la Isla de Francia que conquistan un feudo, ya en el Mediodía al amparo de la cruzada contra los albigenses, ya en España al amparo de la Reconquista, cruzados de cualquier pelaje que se reservan un dominio en Morea o en Tierra Santa, todos ellos se expatrían sin pesares porque, en definitiva, apenas si tienen una patria. El campesino, cuyos campos no son más que una concesión más o menos revocable del señor y que a menudo los ve redistribuidos entre la comunidad aldeana de acuerdo con la rotación de los cultivos y de los campos, no se siente ligado a la tierra si no es por voluntad del señor de la que se libera de mil amores primero mediante la huida y después mediante la emancipación jurídica. La emigración campesina, individual o colectiva, constituye uno de los grandes fenómenos de la demografía y de la sociedad medievales. En su camino, caballeros y campesinos encuentran a los clérigos en viaje regular o en ruptura con su convento -todo ese mundo de monjes giróvagos contra el que concilios y sínodos legislan en vano-, a los estudiantes en marcha hacia las escuelas o las universidades célebres -¿no dice un poema del siglo XII que el exilio (terra aliena) es el patrimonio obligatorio del escolar?- y a los peregrinos y vagabundos de toda especie (…). Tan numerosos son los que no tienen nada o muy poco que no tienen ninguna dificultad en marchar. Su menguado equipaje cabe perfectamente en la alforja de peregrino. Los menos pobres llevan unas monedas -en aquel tiempo de escasez monetaria- en el bolsillo; los más ricos, un cofrecillo donde encierran lo más valioso de su fortuna, un pequeño número de objetos preciosos. Cuando los viajeros o los peregrinos comienzan a cargarse de un nutrido equipaje -el señor de Joinville y su compañero, el conde de Sarrebruck, parten en 1248 para la cruzada cargados de cofres que transportan en carretas hasta Auxonne y en barcos, por el Saona y el Ródano hasta Arlés- el espíritu de cruzada y el gusto por el viaje desaparecen por completo, la sociedad medieval se convierte en un pueblo sedentario y la Edad Media, época de marchas y cabalgatas, se halla a punto de terminar. No es que la baja Edad Media ignore la vida errante, sino que a partir del siglo XIV, los errantes son unos vagabundos, unos malditos -antes eran seres normales, mientras que después los normales son los sedentarios-. Pero mientras llega ese cansancio, toda la Edad Media itinerante pulula y se halla a cada instante en la iconografía. El instrumento, pronto convertido en simbólico, de esos nómadas es el bastón, el cayado en forma de tau griega, sobre el cual se apoyan al caminar, encorvados, el ermitaño, el peregrino, el mendicante y el enfermo (…). Pueblo inquietante del que la Iglesia y los moralistas desconfían. La peregrinación misma, que camufla de ordinario el simple vagabundeo, la vana curiosidad -forma medieval de turismo-, se hace fácilmente sospechosa (…)". Páginas 114-115.

"La excelente red de las vías romanas ha desaparecido casi por completo, arruinada por las invasiones, falta de cuidados y, por otro lado, mal adaptada a las necesidades de la sociedad medieval. Para este pueblo de peatones y de caballeros, cuyos transportes se hacen sobre todo a lomo de bestias de carga o en carretas arcaicas, para ese pueblo que no tiene prisa -que hace de buena gana un rodeo bien para evitar el castillo de un caballero saqueador, bien para visitar un santuario-, la vía romana, derecha, pavimentada, camino de soldados y de funcionarios, carece de interés. Prefiere ir a lo largo de las sendas, de los caminos, de una red de itinerarios diversos que varían entre algunos puntos fijos: ciudades de feria, lugares de peregrinación, puentes, vados o gargantas. ¡Cuantos obstáculos hay que franquear! El bosque, con sus peligros y sus terrores -pero surcado de pistas: Nicolette, ‘siguiendo el viejo sendero del espeso bosque, llega a un lugar donde se cruzan los siete caminos que atraviesan el país’-; los bandidos, caballeros o villanos, emboscados en un rincón del bosque o en la cima de una roca -Joinville, al descender por el Ródano, observa ‘la Roca de Glun, ese castillo que el rey había hecho destruir porque a su señor llamado Roger se le acusaba de desvalijar a los peregrinos y a los mercaderes’-; las innumerables tasas que gravan las mercancías, que incluso, a veces, recaen sobre los mismos viajeros, en los puentes, en los desfiladeros, en los ríos; el mal estado de los caminos donde se embarranca con tanta facilidad que conducir una carreta de bueyes requiere la competencia de un experto". Páginas 116-117.

"Casi todos los hombres de la Edad Media evolucionan contradictoriamente entre estas dos dimensiones: los horizontes cerrados del calvero donde viven y los horizontes lejanos de la cristiandad entera en la que cada cual puede decidir repentinamente partir hacia Inglaterra, a Santiago de Compostela o a Toledo, como esos clérigos ingleses del siglo XII ávidos de cultura árabe; de Aurillac a Reims, a Vic en Cataluña, a Rávena y a Roma, como hace Gerbert a finales del siglo X; de Flandes a San Juan de Acre, como tantos cruzados; de las orillas del Rin a las del Oder o el Vístula, como tantos colonos alemanes. Los únicos aventureros auténticos, a ojos de los cristianos medievales, son los que franquean las fronteras de la cristiandad: misioneros o mercaderes que recalan en África, en Crimea, o que se adentran en Asia". Página 117.

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