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Redacción Synaptica. A veces hay que tomar distancia, para no perder la perspetiva. Un informe reciente sobre historia clínica digital y sistemas electrónicos de prescripción, encargado a un par de consultoras por la Dirección General para la Sociedad de la Información de la Comisión Europea, nos ha ayudado a ello.
El informe en cuestión es clarito. Analiza once casos de buenas prácticas en Europa, EEUU e Israel y llega a un corolario previsible en este tipo de trabajos de encargo pero, esta vez, fundamentado: merece la pena, en términos de retornos sociales y económicos, embarcarse en esos proyectos. Porque, entre los diversos agentes que interactúan en ese escenario (drivers de agendas políticas, instituciones de gobernanza, empresas de tecnología, colectivos profesionales, etc.), siempre hay dos que salen ganando: los sistemas sanitarios, en términos de eficiencia (vale decir en estos tiempos: viabilidad), y los ciudadanos, en términos de comodidad y resultados en salud.
A cada uno, lo suyo. La lista de las buenas prácticas identificadas para servir de base al informe la integran un registro de pacientes, medicamentos y alergias del servicio de Emergencias del NHS en Escocia; la historia clínica electrónica compartida de los hospitales universitarios del Cantón de Ginebra; el sistema de información del Hospital Nacional del Corazón de Sofía, Bulgaria; la historia clínica digital Diraya y Receta XXI, en Andalucía, España; la experiencia de integración de datos de Kronoberg, en Suecia; la red de intercambio de datos Kolín-Čáslav, República Checa; la plataforma de historias clínicas del Ródano-Los Alpes en Francia; el sistema de información del servicio regional de salud e Lombardía; la red de información sobre salud de Israel, de ámbito nacional; y el Hospital Evanston, en Estados Unidos.
Sí, todo esto es una pasta. Sí, los sistemas se cuelgan con más frecuencia de la deseable y dejan patas arriba la agenda de la consulta médica ese día; sí, los módulos de prescripción sirven también para presionar sobre el gasto en medicamentos. Sí, hay quien se lo lleva calentito por hacer un trabajo mediocre. Y debe haber un férreo control democrático sobre todo esto, especialmente si está por medio el dinero público, el de los impuestos de la gente.
Pero la incorporación de los sistemas sanitarios al mundo digital es un proceso irreversible. Oponerse a ello es repetir el error de construir barricadas de carros de madera contra la locomotora de vapor.
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