Alfonso Pedrosa. De un tiempo a esta parte, vienen sonando las políticas de interveción de Grecia en su propia Administración pública, bajo la supervisión de los entes supranacionales de turno ya conocidos, para salir del bucle del déficit: liquidación de organismos públicos para poder extinguir plazas de funcionarios, recortes retributivos, etc. Desde España, se miran de reojo, por lo que pueda pasar.
 
En el ámbito sanitario del país heleno se ha optado, entre otras decisiones, por una especie de refundación jibarizada de la Atención Primaria, previamente pasada por la máquina picadora. Aunque es difícil distinguir, como es habitual en el fenómeno de las mareas sectoriales, entre la reivindicación laboral y la defensa del paraguas de protección social, las reacciones no se han hecho esperar.
 
En cualquier caso, es llamativo que esa reforma sanitaria que deja temblando el andamiaje de la sanidad pública griega se esté haciendo en nombre de los ancestros más sagrados de la tradición conceptual de la Atención Primaria de Salud, Alma Ata y por ahí. Y que eso se haga con el aval entusiasta de… la OMS, que firmó hace poco un agreement con el Gobierno griego para respaldar las reformas.