Alfonso Pedrosa. Anoche me quedé en la redacción del periódico hasta muy tarde. Mientras el guiso informativo hacía chup-chup, aproveché para descargarme y leer un libro del que tuve noticia hace algunas semanas, gracias a los auspicios de @internetysalud, en una de esas conversaciones formales en las que he tenido la fortuna de participar recientemente; con gente como @estebancicero o @randrom, entre otras personas de las que aprendo mucho cada vez que me cruzo con ellas. El libro en cuestión, de 2007, se llama Planeta Web 2.0, trata básicamente sobre la noción de inteligencia colectiva y sus autores son Cristóbal Cobo y Hugo Pardo. La web de la descarga, aquí.
El capítulo que más me interesó anoche, y del que pude entender algo gracias al silencio provisional de las vuvuzelas (mi puesto en la redacción está ubicado dentro de un triángulo cuyos tres vértices son sendas pantallas de televisión) es el cuarto, Un esbozo de ideas críticas sobre la Web 2.0; su autor es Hugo Pardo. En él, este profesor de Comunicación Digital de la Universidad de Vic habla de las carencias de las utopías tecnológicas, de los peligros del ruido (la infoxicación) y de eso que él llama falacias del periodismo colaborativo. Habla también (y es lo que viene al caso), de los hubs, esos entes nodulares alrededor de los cuales se concita la articulación de una comunidad. Las plataformas benéficas que nos hacen la vida más fácil en la Red, en un rango que va desde un alojamiento para blogs (vale decir, para bloggers) a los gigantes que nos regalan el uso de sus CMS, sus gigas para nuestras cuentas de correo, su algoritmo restaurador del orden en la galaxia del caos cibernético. Un hub es algo bueno, en principio. Pero también es un centro de poder, de control. Y cabe el riesgo de que, un mal día, los grandes hubs se pasen al lado marrón y se conviertan en cárceles doradas, en la casita de chocolate donde vive la bruja malvada y, detrás del atracón a gominolas y pasteles, vengan el caldero hirviente y la opresión. Dice Pardo que "líderes de opinión, carismáticos y grandes divulgadores, crean tendencias y modas, imponen nuevas fórmulas sociales y extienden ideas. Ellos son el oscuro objeto de deseo de la publicidad y el marketing y quienes lideran el preferential attachment de la Web 2.0, dejando escasa atención para el resto de participantes de la red". Pardo sigue su razonamiento y concluye que "precisamente esta dinámica de los hubs es el más duro argumento contra la utópica visión de un ciberespacio igualitario".
Parece sensato, pues, también cuando se construyen relatos en torno a la sanidad y la salud en Internet, confiar en los hubs. Pero sin perder jamás el instinto de independencia, la defensa netocrática de la igualdad radical en la Red. Porque si eso se olvida, empezarán a aparecer tribunales de limpieza de sangre que se arrogarán la prerrogativa de repartir ejecutorias de hidalguía para decidir quién y dónde puede decir qué sobre sanidad y salud en Internet. Y eso sería una pena, la verdad. Aunque tampoco tendría demasiada importancia: basta irse con los trastos (sobre todo si se va por la vida ligero de equipaje) a otra parte y plantar el carromato en cualquier pradera de la Red.
Aquí abajo, un hub al que todos debemos mucho. No está de más reflexionar sobre sus mecanismos de funcionamiento, sobre su munificencia. Pero sin olvidar que existe el mare liberum de Internet. Y que, para algunos de nosotros, la Red no es un parque temático (al menos, no es sólo eso). Es, queremos que sea, nuestro hogar. Y el hogar, en el Nuevo Mundo, hay que defenderlo. Porque no sabemos si tendremos una segunda oportunidad para aprender a vivir en él.
Infographic by PPC Blog, vía Perogrullo.
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