Redacción Synaptica. Las personas que participan en los cambios culturales rara vez lo hacen con plena conciencia de estar protagonizando un proceso de inmersión en un nuevo mundo. Hacen falta puntos de referencia, indicadores (por lo general, externos), que digan que la realidad se está transformando. En un proceso de cambio cultural como el definido por el tránsito hacia la sociedad red desde las etapas finales de la modernidad industrial, uno de esos indicadores esenciales es el identificado por los fenómenos de distribución de la información: quién la controla, cómo se elabora, cómo se difunde, a quién llega, qué puede hacer con ella quien la recibe. La gestión de la información relacionada con la propia salud, la interacción de la gente con las organizaciones asistenciales que tienen que ver con la vida de las personas, es un ámbito donde estos asuntos se presentan como especialmente sensibles, relevantes, cruciales. Por eso, observar cambios en el manejo de la información en este ámbito es una buena manera de comprobar si se están produciendo fenómenos de transición, movimientos, en ese proceso de cambio cultural. Si, además, ese movimiento avanza hacia una cultura de red distribuida, donde no hay guardianes, sino, a lo más, gestores de la información, nodos federadores, operarios de plataformas de distribución, ese indicador se convierte en un factor pronóstico positivo, en una confirmación de ruta: esto va bien. Al menos, para nosotros.
Viene a cuento todo esto por este post de la Asociación Sapame, "un grupo de personas de Granada con algún tipo de discapacidad por enfermedad mental". En él se relata la constitución de un mecanismo de participación ciudadana en el sistema sanitario público (en este caso, la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital San Cecilio) con una ya larga tradición (la creación de comisiones) aunque, en términos de resultados prácticos, no muy operativo las más de las veces. Lo nuevo del encuentro entre los integrantes de una asociación de pacientes y sus interlocutores asistenciales no es que se produzca, sino que se cuenta en abierto, reduciendo casi al mínimo la longitud de la cadena de transmisión del mensaje (y, por tanto, las posibilidades de manipulación, de ruido, de interferencias). Multiplicando, por eso mismo, las posibilidades de interpretación, digestión, reelaboración, de la información y realimentación del proceso de interlocución. Sentando las bases para algo muy parecido (aunque todavía no lo es) a una verdadera deliberación entre iguales.
Nos cae bien la gente de ese movimiento asociativo. Porque piensan distinto. Y así lo hemos hecho notar. No sabemos si, en su dinámica interna, este grupo de ciudadanos querrá avanzar por el territorio que va de la participación a la corresponsabilidad efectiva en la gestión de la sanidad pública, llegando a propuestas en cierto sentido tan radicales como las que hemos planteado en Synaptica alguna vez. Eso, por el momento, es lo de menos. Lo importante es que ya se están registrando experiencias constatables de una nueva manera de entender la información como un valor a distribuir, no como un patrimonio a administrar.
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