Alfonso Pedrosa. Te están robando, tío, le dije el otro día a alguien que estaba compartiendo a extramuros de su perímetro de seguridad un gran caudal de conocimiento estratégico, a cambio de casi nada (quizá una foto, un hola qué tal y un minuto de gloria). Esa duda siempre la tenemos -me respondió-, cada vez que nos preguntan por ahí cómo hacemos lo que hacemos. Pero es una manera de explicar que en el ancho mundo aún hay buenas ideas y personas que se atreven a llevarlas a la práctica, concluyó.

Me quedé pensando, degustando esa lección. Y me acordé de un entretenimiento que de vez en cuando saco de mi baúl de titiritero ambulante; el juego de la cita y la contracita. Cita: aquello de Oscar Wilde de que quien regala su sabiduría se roba a sí mismo. La contracita, de mi querido cabeza de pólvora, Nietzsche: no puedo creer en una virtud que no sepa hacer regalos.

¿Alguien duda todavía de que es imposible compartir de verdad conocimiento (pongan aquí transparencia, gobierno abierto, open data, dospuntocero o lo que les venga mejor) sin un compromiso ético con la realidad, con el entorno que a cada cual le ha tocado vivir? Pues eso.