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Un mapa de Tuenti

Redacción Synaptica. Nos gustan los mapas, las cartografías que se van elaborando con los relatos sobre los diversos territorios de la Red. Un buen mapa es una gran fuente de información y, sobre todo, de inspiración. Hasta el más pequeño mashup cartográfico tiene su oportunidad en Internet para que, a su alrededor, empiecen a tejerse nuevas redes, nuevas alianzas. No hace mucho se hablaba aquí sobre la identificación de algunos lugares habitados hoy por los estudiantes de Medicina. Tuenti es uno de sus territorios preferidos. Ahora, gracias a un post de @silviacobo en su blog LolaComoMola, hemos sabido de la existencia de un mapa de usuarios de Tuenti en España (datos anonimizados), desarrollado desde Barcelona Media.

Échenle un vistazo. O los que hagan falta. Es mucho más que una colección de tres o cuatro imágenes bonitas. Bajo esas luces hay mucho que estudiar, mucho que aprender. Ahí lo llevan.

Pediatras de Primaria en Andalucía: un diez en transparencia

Redacción Synaptica. Quienes están en el empeño de reivindicar mejoras en el acceso a Internet en el Sistema Sanitario Público de Andalucía saben que hay dos obstáculos importantes, puestos a hablar en serio y dejando a un lado baladronadas propias de barra de bar. Uno: no hay capacidad técnica para esa apertura sin poner en riesgo la operatividad de Diraya. Dos: la autorización de acceso a sitios web mediante el sistema de listas blancas (mejor que las listas negras, claro), que hay que ir concretando y negociando. Bien. La Asociación de Pediatras de Atención Primaria de Andalucía está en eso al habla con el SAS. Y su vocal de Comunicación, Rafael Jiménez, ha tenido el buen tino de compartir en abierto, vía blog, el transcurso de esos contactos de interlocución, con pelos y señales. Un diez por la transparencia, sí señor. Es el mejor camino para que las cosas funcionen.

Ya no hay tiempo para reformar la globalización

Fotografía: Galería Flickr de h.koppdelaney. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Habla David de Ugarte en Los futuros que vienen del fenómeno de la disipación de rentas, eclosionado por la mayéutica de Juan Urrutia hace algunos años. Por lo que he podido entender, ese fenómeno es la consecuencia directa de la influencia de Internet y la globalización sobre las realidades económicas: el Viejo Mundo se hunde y está naciendo otro; con otros ritmos, con otras reglas. A trancas y barrancas, con resistencias. Pero su emergencia es innegable. De Ugarte habla de la aceleración de los ritmos en la innovación, de la necesidad económica de creación permanente, puesto que ésta es ya la única ventaja competitiva. En ese territorio, los viejos esquemas proteccionistas se cuartean: "Por otro lado, las rentas de innovación también están en jaque. Una innovación aislada ya no genera por sí misma una ventaja a largo plazo porque la copia es cuasi-gratuita e instantánea. El impacto sobre los productores de objetos culturales y software es obvio, lo que aviva el discurso proteccionista de una industria que pretende defenderse de sus propios consumidores mediante leyes de propiedad intelectual cada vez más restrictivas. Pero el sector farmacéutico tampoco se libra: las nuevas tecnologías de síntesis, cada vez más asequibles, en el marco de la deslocalización del I+D en Asia y Africa empiezan a preocupar seriamente a unos laboratorios que, en realidad, ya no son laboratorios, sino -de un modo similar a sus colegas del electrodoméstico- gestores de grandes redes de marketing y carpetas de patentes".

Esto es lo que hay. Siento demasiado respeto por algunas personas que trabajan en la industria farmacéutica como para dejar de subrayar la importancia de las ideas contenidas en esa cita. En ella late una pregunta: qué quiere ser la industria farmacéutica en el Nuevo Mundo que empieza. Y me gustaría ayudar, perdón por la osadía, a contestarla.

Y siento, también, demasiado respeto por algunas personas que trabajan en el mundo de las oficinas de farmacia en España como para dejar de traer a colación una segunda cita del mismo libro, en la que se ponen en cuestión los argumentarios de legitimidad social definidos como frenos, como intentos de doma de ciertos eventos salvajes que aparecen de la mano de la globalización. Esta cita es más larga, y quizá las referencias posibles al mundo de la farmacia (vale decir, al famoso modelo español, mediterráneo, de proximidad, o como quiera llamarse) sean menos evidentes. Pero están ahí. Sin duda. "A pesar de la hipersignificación del término globalización, su fondo económico no es otro que el de una progresiva integración entre mercados. Globalizar no es más que tejer interdependencias entre las economías. En la promesa del capitalismo que viene las economías ya no podrían entenderse desde lo local, lo nacional o incluso desde lo regional, sino únicamente de forma global. La globalización se construye desde cada mercado sobre tres vectores: libertad de movimientos para las personas, las mercancías y los capitales. Mientras el último alcanzaba ya cierta fluidez en los noventa, el segundo avanzó correosamente tras la puesta en marcha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el primero, las personas, encontró cada vez más y más violentas cortapisas… con las que chocaron las nuevas migraciones masivas del interior asiático a la costa en desarrollo, de Africa a Europa y de Centroamérica y México a EEUU. En un primer momento las resistencias a la globalización se dieron sobre todo en los países ricos. El desarme aduanero y la libertad de competencia amenazan en primer lugar sectores como el agrario o el cultural que han sido pilares de la construcción identitaria y clientelar del estado nacional. El capitalismo que viene no iba a ser bien recibido por todo el mundo. El desequilibrio entre los tres vectores acentuó pronto la inseguridad de los sectores más protegidos. Bajo distintas formas aparecieron tanto en Europa como en EEUU nuevos enfoques para el nacionalismo y junto a ellos sectores que pedían tiempo, tiempo para reformar la globalización, tiempo para hacerla más armónica. Pero no pretendían impulsar aún más el libre comercio y la libertad de movimientos de las personas, sino al revés, restringir una vez más el movimiento de capitales y levantar barreras no arancelarias al comercio (como las famosas claúsulas sociales). Son los altermundistas. A finales de la primera década del siglo XXI, la evolución de China y otros países asiáticos demostrará en los hechos que las cláusulas sociales sólo ralentizan la salida de la pobreza. No es la única lección: los nuevos triunfadores asiáticos reforzarán también el modelo capitalista autoritario, sirviendo de referencia tanto para los países exsocialistas como para la sociedad de control hacia la que apuntan los estados nacionales en los países ricos".

Hace algunos años me llamó la atención constatar la paradoja de la similitud de posicionamientos entre ciertos movimientos antiglobalización y la comunidad farmacéutica defensora de la distribución cooperativa como piedra angular del modelo de oficina aún vigente, y tuve la oportunidad entonces de ponerlo por escrito. Los chicos de Attac del bracete de los boticarios españoles contra la Europa de los mercaderes. Delicioso, me pareció entonces. Ahora sólo lo veo como una ocasión de reinvención perdida.

 

«Un blog que no lee ni mi madre»

Fotografía: Galería Flickr de Terra Vermelha. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Una cierta necesidad adánica de ponerle nombre a las cosas conduce casi siempre a un cierto error recurrente: interpretar el mundo conforme a nuestra mirada. Inevitable. Pero, aun así, es precisamente el intento por saltar la valla del propio corral para ver qué hay al otro lado lo que, en buena medida, define la identidad humana. Hace poco, alguien me decía, con algo de desánimo y mucho de lucidez, que ya notaba el cansancio de volcar en un blog sus inquietudes activistas, en concreto centradas en el mundo de la salud. "Un blog que no lee ni mi madre". Ésa es la expresión que utilizó.

Para mí que esto del universo de voces y vidas entrecruzadas abierto por Internet no funciona con la lógica de la manada. Sí, claro que hay manadas, y mesnadas, en la Red. Pero, en la estructura profunda de esas redes en movimiento hacia la conversación distribuida, lo que verdaderamente aporta Internet es la progresión estadística, la multiplicación de posibilidades abiertas y, con ello, el incremento a escala viral de la posibilidad de que algo, alguna vez, funcione. Vivir en Internet se parece a intentar, una y otra vez, hacer fuego con hierro y pedernal. Hace falta paciencia, tesón, una buena piedra y mineral que sirva, como la pirita, para hacer saltar la chispa. También, buenas compañías, que conjuren los demonios de la soledad. Si bajo la chispa hay hongos o cortezas o pasto secos, quizá surja la llama y, después, el incendio. Que se propagará. O no.

Es impredecible el destino de un post, de un comentario, de un twit. No hay manera de saber de antemano dónde acabará una idea regalada a los demás, una visión lanzada al aire; dónde arraigará un hiperlink.

A veces la chispa salta ante nuestros ojos, y un comentario da calor a las entradas de un blog. Pero otras veces la llama queda escondida, y se reaviva más tarde. O la chispa nace, aunque no la veamos, y vuela a alimentar un incendio lejos, muy lejos, del territorio que habitamos en la Red.

 

Un valiente que busca otra forma de hacer medicina

Fotografía: Galería Flickr de respres. Algunos derechos reservados.

Redacción Synaptica. Los valientes no sólo habitan en el Valhalla. También se les puede encontrar en lugares como Herrera, cerca de Estepa. Uno de ellos, médico de Familia, tiene un blog, Doctor Gilbertman… supongo, en el que, entre otras muy jugosas reflexiones, se plantea la posibilidad de avanzar hacia otra forma de hacer medicina. Con los pies juntos, clavando las zapatillas en la arena, Gilbertman dice que ahí está él para comunicarse con los pacientes vía Twitter. Es @Gilbertman001 y seguro que van a empezar a oir hablar de él. No le pierdan de vista. Es uno de esos exploradores que, sin alharacas ni tutoriales de toreo de salón, tan al uso en estos tiempos, abren caminos, marcan la ruta, dejan pistas para los demás.

Cien flores en la Red

 
Alfonso Pedrosa. Hace tan solo un año, hubiera sido impensable. No es que hubiera llovido sobre sus cabezas fuego del cielo o hubiesen sido perseguidos por los perros del infierno, pero casi. Sin embargo, la floración de redes informales catalizadas por Internet en el Sistema Sanitario Público de Andalucía (SSPA), es ya un fenómeno innegable. No sé si irreversible, pero, desde luego, evidente a todas luces. Y, afortunadamente, fuera de control.

Tres ejemplos de los que he tenido noticia en estos días me han hecho caer en la cuenta de ello. Esa consciencia es posible que no sea más que la constatación de que ha terminado la primera etapa fundacional de la siembra distribuida en ese territorio administrativo, político, sociocultural y asistencial. Ahora quizá empiece otra etapa, la del asentamiento de esos nodos surgidos al calor de dos factores: cierto acompañamiento desde el ámbito institucional, informal pero decisivo, y el vértigo apasionado de la implicación personal de sus protagonistas. Una etapa definida por la ampliación, de perfiles impredecibles, de las redes que se vayan tejido alredor de esos nodos, de los contextos en los que participen más o menos intensamente las personas que las han puesto en pie.

Veamos esos tres ejemplos (hay más, seguro, pero las ideas llegan cuando llegan, qué le vamos a hacer). Un farmacéutico y un veterinario que trabajan en seguridad alimentaria y protección ambiental, dentro de la estructura de la Consejería de Salud (creo que andan por Huelva), han abierto un blog, así, por la cara, llamado Protección de la Salud. En él se ofrece información sobre asuntos como la legionelosis, se comentan alertas alimentarias y se da paso a referencias institucionales digamos, de la casa. Ese blog es fiable; no porque esté acreditado por algún tribunal de limpieza de sangre, que no es el caso, sino porque detrás hay dos personas expertas que manejan la información de manera rigurosa. Y, sobre todo, ese blog es mucho más amigable que cualquier pdf con la colección legislativa al uso que se puede encontrar en una web institucional: porque, again, hay personas detrás. Personas que intentan hablar con voz humana.

Otro ejemplo: la Unidad de Gestión Clínica Lucano (Atención Primaria del SAS, Córdoba) se ha montado un chiringazo con tecnología Google gracias especialmente al esfuerzo, por lo que se ve, de uno de sus profesionales. Le he echado un vistazo a esa web y, más allá del valor como herramienta de comunicación interna, para mí significa la conquista de un viejo sueño que debido a la burocracia, las marejadas institucionales y, en fin, la vida misma, había sido abandonado: volver a la calle, asomarse a ver qué pasa ahí fuera, donde habitan los pacientes. Uno mira la página principal de esa web, con su listado de médicos y pediatras, y tiene la sensación de que en ese centro de salud no trabajan administradores estresados de la cartilla de racionamiento de la prestación farmacéutica, sino personas dispuestas a hacer lo que puedan por ayudar.

Y el tercer ejemplo: el Hospital de Motril ha montado una red wifi para que cualquiera que pase por allí (profesionales y pacientes), pueda engancharse a Internet desde el dispositivo que tenga a mano. Hacer eso ha costado una pasta y ha requerido financiación pública, lo que implica apoyo institucional. Esta historia no tendría especial interés (quiero decir, encontrar líneas de financiación en ese tipo de contextos tiene ya un manual de instrucciones bastante consolidado) si no pusiese en valor la función principal (por mí, ojalá fuera la única) a desempeñar por las instituciones, en este caso los centros de decisión del SSPA, ante esta especie de primavera maoísta de las Cien Flores en la Red: ser conectores, nodos de poder benevolentes, facilitadores, hubs. Vale decir, el papel que asumen Goggle, Twitter o Facebook. Con derecho, por supuesto, porque así son las reglas de juego y así se comportan esas plataformas de conexión, a obtener réditos a cambio, directos e indirectos, en términos de conocimiento y reconocimiento. Pero no de control.

Todo esto es posible porque hay personas empeñadas en hacer cosas. Gente que empieza a entender que estamos viviendo los comienzos de un cambio cultural profundo. Que esto no va de tecnologías, sino de mentalidades. Somos pocos, como suelo comentar en entornos de mucha confianza, con un punto de desaliento, cuando constato que detrás de muchas iniciativas sólo hay ruido. Pero el viento está cambiando. Y sopla a nuestro favor.

Se puede explicitar la queja porque en el centro de salud no haya acceso a Internet o porque esté capado el enganche a YouTube.  Pero no instalarse en ella. Incluso es bueno empujar en esa dirección. Pero es bastante dudoso que una organización del tamaño y las inercias del SSPA sea capaz de, a toque de silbato, dar un golpe de timón de ese calibre. No tiene cintura para eso; se rompería. Quien se quede sentado esperando instrucciones la lleva clara. Muy clara. Es el momento de las soluciones concretas en ámbitos pequeños. De confiar en la potencia viral de los tejedores de redes.  

A los científicos de Túnez también les gusta la revolución

Redacción Synaptica. Bien visto, por parte de Nature. Declan Butler ha tomado de manera certera el pulso a algunos miembros de la comunidad científica tunecina y lo ha contado para Nature news. Además de chequear la opinión del personal y constatar que hubo un tiempo en que las cosas no fueron como ahora, el servicio de noticias de Nature rescata un interesante gráfico de la Unesco, que ilustra este post, sobre la producción científica de Túnez, que ayuda a contextualizar la cuestión.

La última diablura de un boticario de pueblo

Fotografía: Galería Flickr de Andres Rueda. Algunos derechos reservados.

Redacción Synaptica. Nos reafirmamos. O napalm o lugar de peregrinación. Uno de esos dos destinos aguarda a la botica de @fjavierguerrero, el tipo de la gorra que de vez en cuando escribe por aquí y, entre muchos de sus proyectos perpetrados, presidente de @Sefarorg. La última diablura ha sido proponer, en público, en abierto, de manera razonada y en un foro compartido por algunos de los más eximios representantes de la profesión farmacéutica española algo que él denomina el céntimo solidario.

La propuesta consiste en que de cada receta de cada oficina de farmacia se detraiga un céntimo de euro  (en realidad, menos) para apoyar a las boticas de baja o más bien nula rentabilidad, básicamente las ubicadas en municipios de menos de 500 habitantes.

Se trata, ni más ni menos, de dejar de marear la perdiz en un aspecto muy concreto de un asunto que ya cansa: el debate sobre la viabilidad del modelo español de farmacia. Y, sobre todo, es una de las penúltimas oportunidades que van quedando para que, a través de un mecanismo de refinanciación interna, (vale decir, redistribución de las rentas generadas no sólo por la facturación de las boticas pudientes sino por las ventajas de que disfrutan en un mercado protegido) las oficinas de farmacia salven los muebles en términos de legitimidad social.

Los estudiantes de Medicina piden cancha para utilizar Internet

Alfonso Pedrosa. A veces, la realidad, por muy contundente que sea, no se ve hasta que no se subraya. Una de las aportaciones colaborativas de la encuesta que les he propuesto a los alumnos de Medicina este curso es la valoración de Internet para su propia formación (imagen con las gráficas, arriba). El 98% de quienes han contestado la encuesta (121 personas) utiliza la Red como fuente de documentación y estudio. En una carrera de sobra conocida por la presión del día a día ante el horizonte final del MIR, es elocuente que el 50% del alumnado pase entre una y dos horas al día en Internet y que un 26% dedique a ello más de dos horas diarias. Una parte de ese tiempo lo utiliza un 14% en editar algún blog. Y piden más, sin duda. Piden más: de hecho, el 92% de los estudiantes cree que la Facultad debería facilitarles formación específica en el uso de la Red.

Otra de las perlas de esta parte de la encuesta es la del papel de Internet en su relación con los pacientes. El 78% cree que sería una buena herramienta en este ámbito. Aunque eso no significa que estén dispuestos de manera generalizada a que la consulta médica se convierta en un bazar informativo: un 6% cree que los pacientes no deben tener acceso indiscriminado a los contenidos de revistas especializadas ni a otros yacimientos de información como las bases de datos epidemiológicos. Un contundente 40% sí cree en esa cultura de puertas abiertas y el 66%, en determinadas ocasiones; por lo general bajo la tutela o, como mínimo, el asesoramiento, del profesional.

PS: si se pincha en la imagen, se pueden ver mejor las gráficas en un álbum Picasa.

Estudiantes de Medicina y redes en Internet

Alfonso Pedrosa. Bueno, ya he desmontado el retablo de Ginés de Pasamonte y sus títeres con el que he venido disfrutando en las últimas semanas en la Facultad de Medicina de Sevilla. Ahora toca escuchar a los 121 estudiantes que han cumplimentado la encuesta del Taller. Y poner notas, je. Pero eso, más tarde. Los primeros datos que tengo a la vista (que vuelco aquí anonimizados, tal como quedé con los alumnos) son los de preguntas muy concretas sobre su presencia en algunos de los medios y herramientas sociales más conocidos. Es una forma imperfecta, limitada, imprecisa, pero real, de cartografiar una parte del territorio de la Red que los estudiantes de Medicina frecuentan. De intentar saber dónde está la gente, dónde se tejen las metáforas del Nuevo Mundo de Internet.

Bien. La encuesta del Taller dice que los estudiantes de Medicina están en Tuenti (abrumadoramente), muchos tienen canal YouTube (67%) y una buena gavilla de los médicos de dentro de unos pocos años trabajan el género de los libros de caras: están en Facebook (62%). Pasan muchísimo de Flickr y una pequeña minoría tiene cuenta en Twitter y LinkedIn.

Si pinchas en la imagen de abajo, se ven mejor los gráficos, en un álbum Picasa:

 

Seguro que hay quien busque y encuentre en estos datos explicaciones a por qué el personal es como es y hace lo que hace. Yo no voy a hacer eso. Pero me quedo con dos lecciones que, con estos datos, me han dado esos 121 estudiantes de Medicina: es posible identificar los territorios de tránsito, los lugares donde pueden surgir, a fuerza de frecuentarse, cruces de caminos que quizá se conviertan luego en lugares de descanso y aprovisionamiento. Puntos de partida. O de llegada. Y, la lección que más me gusta, constatar que son personas, no robots, ni dianas del marketing, ni público objetivo. No son el caladero de nadie. Son personas. Con las que hay que hablar de una en una, a las que hay que escuchar de una en una.  Como quieran, donde quieran, con su propio lenguaje. Y que hacen con la Red lo que les da la gana.

Seguimos.

Pacientes crónicos y siembra distribuida

Fotografía: Galería Flickr de Ethan Prater. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Ayer acudí, por motivos profesionales de rutina, a la rueda de prensa en Sevilla de la Conferencia Nacional para la Atención al Paciente con Enfermedades Crónicas. Otra más. De nuevo, sociedades científicas y Administración hablando de lo que hay que hacer con los pacientes.

Pero @randrom, con quien crucé un saludo fugaz esa mañana (ella iba a lo suyo, la Conferencia, y yo, a lo mío, la rueda de prensa), pasó despúes la voz (en la Red, dónde si no) y pude acceder al texto en pdf de la declaración de principios de esa reunión, colgado en abierto en el portal Opimec. Lo leí y eché en falta más apertura a la participación, especialmente de los pacientes. Rosa inició un debate sobre el tema en el grupo de LinkedIn salud20andalucia, algo comenté al respecto, ella respondió y ambos hicimos votos por la cultura colaborativa.

Y esta mañana me he llevado una bonita sorpresa: hay un documento abierto, vivo, sobre este asunto, en el mismo portal Opimec. Me han gustado especialmente dos cosas. La primera, que hay alusión expresa al mundo de la web 2.0 como elemento interesante sobre el que trabajar; bien es cierto que desde un planteamiento bastante conservador, pero algo es algo y bienvenido sea. La segunda, que se puede ir comentando el documento, realizar aportaciones: hasta, si se quiere, provocar, poner en cuestión, dudar. Eso es bueno; fundamentalmente, porque forma parte de la mejor tradición del conocimiento científico que, mire usted por dónde, tiene mucho que ver con la ética hacker.

Es verdad que la brecha digital existe, que esos mismos pacientes crónicos, pluripatológicos y polimedicados en los que se está pensando en ese documento no están involucrados, en su gran mayoría, en el mundo de la Red. Es verdad que una cosa son las instituciones y otra las personas. Pero, precisamente por eso, quizá merezca la pena poner en marcha iniciativas de siembra distribuida, de dotar de competencias culturales y tecnológicas a la gente para que la gente pueda, efectivamente, participar en el diseño de estrategias asistenciales como ésta. Nuestro eslogan (así lo hemos formulado alguna vez en Synaptica) de sembrar patatas para cosechar patatas. El sueño de una verdadera deliberación entre iguales.

Historias de un titiritero

Fotografía: galería Flickr de iane machado. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Son ya varios cursos académicos en los que vengo teniendo el privilegio de impartir en la Facultad de Medicina de Sevilla un pequeño taller sobre medios de comunicación. Por razones fundamentalmente de disponibilidad de tiempo, procuro concentrar esas sesiones en un mes. Esta vez ha tocado enero, el mes que comienza con los regalos. Y, como pasa con los Reyes Magos, espero el resto del año a que llegue ese momento con una pizca de inquietud y mucha ilusión. Ese momento de dar y recibir tiene algo de sagrado. Percibir la energía vital que son capaces de transmitir los 150 estudiantes de Medicina con los que estoy compartiendo unas clases durante estas semanas tiene algo de emoción fundamental, honda, telúrica. Son personas que pronto serán médicos, que tendrán en sus manos la vida de otras personas. Asunto serio, vive Dios. Yo les cuento mi vida y ellos me cuentan la suya. Llego al aula (en graderío, casi vertical, imponente, de techos altísimos, hasta los desconchones destilan una tradición de siglos), monto el tenderete con mis trastos de titiritero y les ofrezco relatos de aventuras, historias de las cunetas, reflexiones en voz alta. Sobre su profesión, la mía, nuestros respectivos encuentros y desencuentros, los libros que ese año me han impactado, los versos que me han herido, lo que he aprendido por ahí. Aunque todo esto sucede dentro del marco formal de una asignatura, Medicina y Sociedad, cada vez que subo a la tarima y miro al tendido poblado de gigantes lo hago con la ilusión de ayudarles a pensar en abierto y a caer en la cuenta de que hay vida más allá del MIR. En el fondo, es un ejercicio de devolucionismo. Siempre salgo agotado y feliz de esas clases. Vacío. Hasta el año siguiente, en que regresaré a las aulas, si siguen siendo posibles estos encuentros, con el saco de buhonero hasta los topes y lo desparramaré en su presencia, ofreciendo mi mercancía recopilada de aquí y allá.

De un tiempo a esta parte, cada año les cuento historias sobre Internet, un poco abriéndoles una ventana a un mundo sobre el que casi nadie les cuenta casi nada en la facultad, un poco como ejercicio de renovación de mi propio mobiliario mental. Son días de especial plenitud. Disfruto con sus caras de asombro, de duda, de afirmación, de entusiasmo (a veces), de enfado, incluso, cuando se sienten interpelados demasiado de cerca. Pero, sobre todo, les vampirizo: es un espectáculo estremecedor asistir a la floración de una inteligencia que empieza a nombrar el mundo, un auténtico don saber que con lo que yo les aporte, ellos harán bricolaje, lo mascarán como un chicle y, lo más probable, lo escupirán después. Pero habrán pasado un buen rato y, quizá, habrán aprendido algo. Al menos, eso sí, habrán visto a un profesor que profesa. Y esa pasión, cuando se ha conocido una vez, ya no se olvida jamás.

Algunos años he pedido a los alumnos que definan los contenidos de una parte del programa y poder tratar, así, temas sobre los que manifiestamente dicen tener interés; otros, hemos abierto un blog para compartir la lectura de trabajos y sus comentarios; otras veces, les he pedido que sigan por la Red algún tema noticioso que les haya llamado la atención. Para este curso les he preparado una pequeña encuesta digital. Con preguntas sobre nuestras cosas: comunicación, Medicina, Internet. Ahora espero y cuento las horas hasta que llegue el momento de cerrar la encuesta y sumergirme en sus contenidos, en las historias que me voy a encontrar ahí. Su objetivo explícito, sin duda, es evaluar. Pero, en realidad, lo más interesante es saber, de primera mano, qué piensan 150 estudiantes de Medicina sobre las redes sociales, el uso de Internet en la formación pregrado o el acceso de los pacientes a los nichos de información tradicionalmente reservados al universo profesional sanitario. Espero, con ilusión, con ganas, ese día. Será el regalo de un conocimiento generado entre todos. Un magnífico regalo de Reyes. Que será de todos y, por tanto, estaré encantado de compartir.

 

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