La estructura profunda del Servicio Andaluz de Salud (SAS), su mesocracia invisible, aguarda, como un viejo caimán durmiente, a que la política institucional termine de bascular y se decante entre el diseño comunitario y la satisfacción individual. Ambos planteamientos estratégicos son permeables a la tentación de la ingeniería social. Ampliar «El SAS, ese viejo caimán»
Reducir a términos razonables la presión de la población sobre los recursos de la sanidad pública andaluza sólo con dinero es un imposible presupuestario: actualmente el capítulo de personal ya se come aproximadamente el 50% de los 10.000 millones y pico que anualmente debe gastarse esta organización asistencial, con el SAS a la cabeza. La toma de conciencia del pozo sin fondo que implica este enfoque basado en la idea de gasto llevó en su día a los gestores, legislatura tras legislatura, a la conclusión de que si no se podía colmatar nunca ese agujero, la alternativa era hacer rendir más y mejor a lo que hubiese. Los actuales responsables de la Consejería de Salud están en ello y han optado por la idea de la subida salarial como incentivo, hasta donde se pueda llegar, aparcando el relato de la gestión clínica como profesionalismo autónomo capaz de tensionar a la organización. En cualquier caso, el avance del desierto demográfico en la Medicina andaluza es continuo y ello conduce a intentar adoptar casi cualquier medida que pueda frenarlo. Según el estudio de demografía médica del Consejo Andaluz de Médicos de hace unos meses, a día de hoy el 47% de los galenos andaluces tiene más de 55 años. Ello plantea un horizonte complicado, al que ya apuntaban los estudios realizados en este sentido previamente, allá por 2011, por la Consejería de Salud: habrá una profunda sima en la tasa de profesionales en torno a 2029.
Los países del sur de Europa no son un problema. Son una alternativa. El historiador francés Joseph Pérez considera al cardenal Cisneros un precursor (solitario) a comienzos del siglo XVI de la idea del servicio del Estado como función pública, no como oportunidad extractiva para el enriquecimiento personal. Apela para explicarlo a una doble tradición ideológica europea: la germánica, centrada en los valores privados; y la romana, fundamentada en lo público que luego cristalizará en la Edad Media en la idea del bien común, como una instancia superior al mismísimo poder real. La segunda llega hasta nuestros días como un eco que retumba en los siglos aún mucho después de la caída de la Segunda Roma en 1453. Hoy la llamamos servicios públicos (cristalización institucional del bien común) y donde mejor se entiende esa idea a pie de calle es en los países Pigs, tan denostados por ese cierto europeísmo controlado por Alemania. Quizá no haya que liquidar Europa; pero es posible que sí haya que cambiarla.
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El funcionariado y los intelectuales fueron instituciones sociales que modelaron la sociedad del siglo XX en los países europeos occidentales. Las señales de fatiga que muestran hoy anuncian el ocaso del Estado del Bienestar tal como lo conocemos. Ampliar «Impugnación o reforma»
Los disturbios de los chalecos amarillos en Francia son un aviso para la sostenibilidad de las prestaciones públicas en España. Porque el fondo de la cuestión no es la ausencia de abundancia, sino su reparto. Decir, como básicamente están explicando los medios generalistas españoles, que estas revueltas son la expresión de un cabreo por la subida del precio de los carburantes es una simplificación excesiva. Y se ignora el riesgo de que es posible que el fenómeno llegue al Estado de las Autonomías español, en nuestro caso aventado por la erosión de los servicios públicos de protección social. Ampliar «El aviso de los chalecos amarillos»
¿Cómo funciona el reparto global de vacunas? ¿Qué rutas sigue? ¿Qué países exportan y qué países reciben vacunas? ¿Hay relaciones de tráfico de doble sentido, países que entre sí comparten sus respectivos stocks vacunales? ¿Cómo es el mapa del comercio mundial de vacunas? ¿Qué razones económicas, sociales, éticas, culturales o geopolíticas pueden ayudar a entender mejor este asunto sobre el que es tan fácil opinar desde el cuñadismo más obtuso? La conectografía puede ser útil para entender mejor la complejidad de estos procesos, de indudable interés público. El grafo que ilustra este post es expresión de ese análisis. Ampliar «Vacunas y conectografía»
El Congreso Nacional Farmacéutico es una de las principales citas del calendario profesional de este colectivo en España. Su vigésimo primera edición se ha celebrado entre el 3 y el 5 de octubre en Burgos y ha supuesto una buena oportunidad para seguir tomándole las medidas a la presencia en Twitter de la farmacia española. Entre el 29 de septiembre y el 5 de octubre se registraron 9.173 tuits, retuits y menciones relacionados con el hashtag oficial #21CNF. La principal conclusión que he sacado del ARS del evento: las instituciones son importantes para la construcción de una comunidad. Ampliar «Las instituciones hacen comunidad: un análisis del Congreso Nacional Farmacéutico en Twitter»
La vida, que a veces es la puta vida, impone una medida universal e inimpugnable del compromiso de cada cual con un determinado proyecto: la libra de carne que Shylock quería cobrarse, loncheando el pecho de Antonio, como pago de una deuda pendiente. Ampliar «La libra de carne»
Cuando amábamos la Red, Twitter servía para encontrar semejantes y los blogs para aprender cosas que importaban. Hoy me he encontrado con un post en Nada es lo que parece que ha reverdecido mi ingenuidad militante, como en los viejos tiempos de Internet. Vamos allá. Sostiene Machuca, en el mismo sentido en que sostiene Pereira, que cada vez le gusta menos escribir sobre nuestro sistema sanitario. A mí me pasa lo mismo. Ampliar «Volver»
En algunos de los debates hoy abiertos sobre la necesidad de identificar fuentes de sentido para la vida de las organizaciones (instituciones, empresas, comunidades), se plantea la necesidad de dar por superada la idea de gestión responsable como principio vertebrador y sustituirla por la de gestión ejemplar. Es un plus de exigencia ética que tensiona a las organizaciones para hacerlas más creíbles, una boqueada desesperada buscando oxígeno en un medio ambiente del que ha huido la legitimidad de origen, la presunción de honorabilidad. Ampliar «Una gestión ejemplar»
Todo creyente en el sistema (cualquier sistema: económico, político, religioso, social, mediático, sanitario) termina feneciendo por cansancio. Pues es agotador mantener enhiestas las banderas siempre y a toda costa. La hoguera es el destino manifiesto del believer transformador. Eso ocurre porque se le suele atribuir al sistema una especie de moralidad, desde la que se pretende corregir una y otra vez, sin éxito, su rumbo o su funcionamiento. Ese fracaso se debe, simplemente, a que los sistemas no tienen moralidad. Ampliar «La amoralidad del sistema»
Sostiene Sergio del Molino en La España vacía (2016) que hay un hecho esencial en la configuración contemporánea del país sobre el que se suele pasar de puntillas: el Gran Trauma del vaciamiento demográfico del medio rural, sincopado en apenas dos décadas, entre los 60 y los 80 de siglo XX. Ese proceso migratorio de personas, valores y relatos ha terminado configurando al final, en realidad, el único patriotismo posible hoy en España: el del saberse hechos de trozos de un país cuyas marcas de identidad se salen a buscar los fines de semana en un paseo por el campo, a la caza de confirmaciones reales o imaginarias de las historias familiares o de visiones más o menos canónicas en las que el paisaje experimenta una prosopopeya que acaba convirtiendo a Azorín, como dice el autor de este libro de lectura y relectura muy aconsejables, en una especie de beatnik pasado de peyote. Ampliar «El patriotismo de la España vacía»