¿Y cuál es el alambicado algoritmo que ha hecho posible que la experiencia vital y el razonamiento intelectual hayan conectado? ¿Cómo se consigue que se reconozcan como iguales un clínico de prestigio o una investigadora que merodea habitualmente en las revistas del primer cuartil de su especialidad, y un ama de casa del medio rural con estudios primarios? La foto que ilustra este post da muchas pistas: ahí sale un grupo alumnxs inscritos en el Curso con sus certificados oficiales; esos papeles dicen que la Universidad de Sevilla reconoce que han superado con éxito las exigencias académicas propias de esta iniciativa. Ahí están, orgullosxs, con un punto retador, y sonrientes. Podríamos hablar de Ana, que surfea por Twitter. O de Reyes, o de Aurora, que no necesitan Twitter para nada. Podríamos hablar de las personas que desde el backstage han hecho posible y viable esta idea, con una generosidad, una humildad intelectual y una eficacia verdaderamente estremecedoras. Podríamos hablar de los docentes, que creo que se sentirán bien interpretados con este tuit de Javier, el director de estudios del Curso, tras el acto de clausura: "La Universidad somos todos, aunque hemos necesitado 400 años. Gracias a todos".
Algunas de las personas que hemos tenido el privilegio de participar en esta iniciativa pudimos charlar horas después de la clausura en torno a unos vasos, disfrutando del regalo de una buena conversación nocturna. En una de las reflexiones que afloraron se dijo que es posible, incluso probable, que haya quien observe esta experiencia con ánimo de mangarla reproducirla en otros contextos, sin más, buscando conexiones de influencia y poder que nada tienen que ver con lo que ha ocurrido estas semanas en El Madroño; que existe el riesgo de que, si eso acaece, todo se desvirtúe. Es posible. Creo que ese punto de vista no sólo es necesario tenerlo en cuenta: es imprescindible. Habrá que estar atentos. Pero, la verdad, el riesgo del vampirismo no me preocupa: regalamos el algoritmo de esta iniciativa, lo tenéis codificado a lo largo de los posts de Synaptica y en los relatos que han ido surgiendo por ahí, como los relacionados con el hastag #saludrural. Invitamos, a quien quiera intentarlo, a recoger las esporas de esta historia y esparcirlas al viento, a ver qué pasa. No tenéis más que preguntar: en el desvío de la carretera de Sevilla a Aracena, dejando a la izquierda El Castillo de las Guardas, tras once kilómetros de curvas endiabladas, está el pueblo de El Madroño. Buscad la botica del lugar (no penséis en una farmacia megafashion, sólo es un local limpio y pequeño), sentaos al sol en la acera de enfrente y, si tenéis la suerte de ver pasar unas borregas por delante, seguidlas: ellas os llevarán al centro de la innovación social.
noviembre 22, 2012 at 10:18 pm
Aún con los rescoldos de #saludrural presentes entre la gente del pueblo, con el buen sabor de boca que tod@s me transmiten cuando los veo hoy me han hecho una pregunta:
¿Qué vamos a hacer, otra edición?….
Mi respuesta ha sido que esa es la idea, que la Universidad ha dicho que OK, pero que tenemos que pensarla, y si es posible ampliarla.
Ya voy dándole vueltas a la siguiente edición, y lo único que me preocupa es lo de siempre, el dinero para llevarla adelante. Del resto, con personas como tú ó JM implicadas a nivel creativo, no me preocupa en absoluto porque hemos vencido a las curvas, e incluso a imprevistos de última hora gracias a Dr. Zippie y al buen hacer de Loli.
En nombre de la comunidad de #saludrural, una amalgama integrada por personas de muy diferente tipo unidas entorno a la salud y la enfermedad compartidas durante cinco jornadas.
¡Gracias por tu decisiva contribución e implicación para que esta Historia saliera adelante!…
Desde el pueblo más pequeño de la provincia de Sevilla….
Un fuerte abrazo,
Javier
noviembre 23, 2012 at 7:32 pm
Nada, nada, licenciado, todo sea por currarme el título de hijo adoptivo de El Madroño 😀 . Verás; dice el Zaratustra de Nietzsche, una de mis lecturas esenciales, que el oficio de volatinero es el más peligroso del mundo. Y es verdad que la manera de ganarse la vida de estos titiriteros del aire entraña riesgos. Y es desagradecida. Nadie se acuerda de los cómicos de los caminos cuando dejan atrás el último pueblo o cuando alguien se rompe la cabeza por una mala caída. Pero el vértigo, la altura a la que uno se mueve, la cara de grandes y pequeños ante espectáculo de títeres ambulante… ah, eso hace que sí, que sea un oficio peligroso y desagradecido, pero también es una manera de vivir plena, que ha roto definitivamente con la mediocridad. Y eso es lo que han hecho todas las personas que han participado en esta aventura, como docentes, alumnos, salvavidas tecnológicos, reponedores de botellines o pilotos de rally ocasionales, eso da igual. Lo importante, como tú dices, es la amalgama que ha salido de ahí. Ahora toca que esos estados de conciencia que se han despertado durante esos cinco sábados deriven hacia la acción, que de ahí cristalice un compromiso concreto para ayudar a hacer posible una segunda edición del curso. Los obstáculos ya los conocemos, tenemos nuevos amigos que han ido apareciendo en este tiempo y estamos acostumbrados a perder. Así que, me parece que no es absolutamente petulante aventurar que quizá por eso mismo seamos invencibles. Creo que, de entrada, como alguien comentó en la tertulia nocturna que algunxs mantuvimos después de la clausura, habría que ir pensando en una especie de dosis de recuerdo, que puede tener un formato muy simple, a coste cero (bueno, ya sabemos que nada es a coste cero, pero tú me entiendes), en plan mesa redonda abierta con participación de algunxs de lxs alumnxs del curso, dentro de unos meses (pronto). Ya sé que el formato clásico asusta: pero sólo nos quedamos con la carcasa, que sirve para que se nos entienda a extramuros de nuestra comunidad. Basta un titiritero que dinamice las intervenciones, unas sillas en corro, la genialidad de Dr. Zippie para hacer magia y, si se tercia, un buen Cardhu 😉 . Abrazos.