La tecnología aplicada a la reproducción asistida ha permitido avanzar a pasos agigantados en la selección de embriones. Tanto es así que algunos expertos vislumbran el fin de los embarazos múltiples en este tipo de tratamientos, un asunto nada baladí si se tiene en cuenta su alta frecuencia en este tipo de gestaciones. Ahora se busca al embrión perfecto, capaz, no solo de lograr el embarazo en un solo intento, sino también de crear a un niño totalmente sano.


Si bien es cierto que la ventajas de esta capacidad de selección son incuestionables: las nuevas plataformas genómicas son capaces de estudiar hasta 1.000 genes diferentes, no se pueden descartar los problemas añadidos: es una cifra abrumadora que si se toma a la ligera puede bloquear cualquier intención de ser padre.

Los análisis genéticos tienen un potencial enorme, que van mucho más allá de la futura salud del bebé, pero los futuros progenitores deberían tener en cuenta esta información en el contexto creado por el médico, que lo limita a los casos para los que son prescritos: abortos de repetición y herencia de enfermedades genéticas graves.

Si este estudio se extiende sin límites y se pone de moda en los consejos de preconcepción se corre el peligro de que cualquier mutación se lleve al extremo y se busque no solo al embrión perfecto, también el gen perfecto. Las cosas son eficaces siempre en su justa medida.