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Redacción Synaptica. La tecnología permite caminar sobre los sueños, hasta extremos como los planteados en el relato de Dick, aquel en el que se preguntaba el autor si los androides sueñan con ovejas eléctricas y que inspiró a los guionistas Hampton Fancher y David Peoples y al director Ridley Scott para hacer Blade Runner. Pero alcanzar un objetivo formulado en clave tecnológica sin chequear su conexión con la vida de las personas puede despojar de sentido a una gran estrategia. La receta electrónica se ha revelado útil allí donde se ha implantado como herramienta de seguimiento del gasto en medicamentos en tiempo real, desatascadora de la burocracia en los centros de salud, orientadora de la prescripción y elemento de cohesión de los titulares de las oficinas de farmacia. Pero, ¿sirve la receta electrónica para que los pacientes mejoren? Por ahora, parece que esta pregunta se entiende como fuera de lugar: el desafío actual de los proyectos de receta electrónica es su interoperabilidad, no su relación con los resultados en salud. Pero debería serlo. O, al menos, ser tomada en consideración. Aunque sólo sea por el dineral que se está invirtiendo desde hace años en España en su concepción, desarrollo y mantenimiento.
Una modesta carta al director de la revista Atención Primaria viene a llamar la atención sobre este asunto, con mucho respeto y algunos datos directos, sacados del mundo real: en concreto, de Huércal-Overa, en Almería, donde un grupo de profesionales se ha puesto a indagar en torno a si la receta electrónica ayuda o no a la adherencia terapéutica. La población estudiada estaba integrada por un par de centenares largos de pacientes dislipémicos, más de un tercio de ellos sin estudios, la mayoría fumadores, etcétera: personas reales con vidas reales. Dos grupos: la mitad de los pacientes, con receta electrónica; la otra mitad, sin. Resultado: que la medicación se prescriba al modo tradicional o vía receta electrónica no influye en el grado de adherencia. Casi el 80% de ambos grupos es mal cumplidor; sólo el 12% se toma las medicinas si se siente bien; más del 60% se olvida de las tomas.
Este estudio observacional fue llevado a cabo por Esteban Ruiz, farmacéutico comunitario, y Eva Román, técnico de Farmacia, de Huércal-Overa; y Emilio García y Fernando Martínez, del Grupo de Investigación de Atención Farmacéutica de la Universidad de Granada. Los autores contaron además con la ayuda de Ambrosio Bernal, titular de oficina de farmacia en Huércal-Overa, y de Melpopharma, empresa de servicios de apoyo a la investigación.
Dicen los autores del estudio: "Gracias a este sistema electrónico [la receta electrónica], el médico puede consultar las dispensaciones que se realizan en las farmacias comunitarias de cada una de sus prescripciones, lo que podría permitirle constatar la adherencia a los tratamientos y efectuar un seguimiento de su cumplimiento. Pero a este sistema también se hace necesario añadirle la confirmación de si el paciente, una vez que ha retirado el fármaco (independientemente del tipo de prescripción), toma la medicación".
Sin duda, la alta tecnología de la receta electrónica está cambiando muchas cosas. Algunos de sus resultados son espectaculares, casi tan increíbles como las experiencias vividas por Roy Batty, el replicante Nexus 6 de Blade Runner. "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser".
Pero, si esos logros tecnológicos pierden el sentido originario (explícito e implícito) que los hizo posibles, habrá que reconocer, como Roy, que "todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia".
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