Alfonso Pedrosa. El otro día me di una vuelta por el congreso anual de la SAEN. Federico Relimpio (@frelimpio) me había avisado de que intervenía en el debate de clausura y, presa de un ataque de frikismo, no encontré mejor manera de prepararme para el 20N (era la antevíspera) que apalancarme en la última fila de la sala y disfrutar de un buen espectáculo de fuegos artificiales.
Conforme iba avanzando la exposición de este endocrino que hablaba para otros endocrinos, pensaba en que tipos como Federico deberían estar prohibidos. No hay más que echarle un vistazo a su blog. Quizá por eso se me ocurrió hace algunos meses pedirle que me echase un cable con el módulo de la asignatura de Medicina que cada año me sirve de baño lustral y de master condensado sobre cómo se entiende la vida misma desde la mirada de los futuros médicos andaluces. Veremos qué pasa: encerrar a 170 estudiantes con el autor de K.O.L tiene algo de experimento social imprevisible. Y eso puede ser muy divertido.
Federico tiró del universo taurino para construir el andamiaje de su discurso: la idea era que él cuadraba el bicho, lo preparaba, pero la suerte suprema se la dejaba al público. Él, como Curro Romero en sus tardes de gloria negra, se negaba a matar al toro.
Básicamente, el planteamiento de la intervención de Federico evidenciaba que detrás del tratamiento de la diabetes está empezando a crecer la sombra del problema de la viabilidad de la financiación de los tratamientos. Y que habrá que decidir. No siempre a favor de la corriente.
Me sorprendió, gratamente, la reacción de los sabios doctores que poblaban la sala. Porque hablaron de política, de personas, de problemas en clave de desafío social. No solamente de pastilleo. Básicamente, allí vi dos posiciones. Una, la institucional, que decía que las sociedades científicas deben ser neutrales y que no tienen por qué meterse en berenjenales de coste-eficiencia. Que si hay algo nuevo y mejor, su obligación es decirlo. Y otra, más de batalla, que, como dijo uno de sus defensores en el debate, entiende que la ciencia no es neutra, "que dejó de serlo en Hiroshima y en Mauthausen". Que hay que mojarse, vamos.
Definitivamente, los congresos médicos ya no son lo que eran. Y eso me gusta.
Ahí va la presentación del doctor Relimpio. Ustedes mismos.
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