Fotografía: galería Flickr de stefg74. Algunos derechos reservados.
Alfonso Pedrosa. Gracias a Miguel Moya, investigador al que vampirizo de vez en cuando a través de una lista de RedIris, he sabido de The Well, probablemente la comunidad virtual viva más antigua de Internet. Fundada nada menos que en 1985, su historia es una de las más apasionantes de la Red y, sobre todo, forma parte de la biografía ancestral de quienes buscamos por estos territorios nuevas formas de respirar.
Quienes fundaron The Well pensaban en un lugar parecido a esos ciertos refugios urbanos, consulados universales donde se comparte un café, se comenta el hallazgo de un libro que nos apasiona o se olfatea el aire a la caza de una conversación inteligente. Huele a Manifiesto Cluetrain y, para quienes hacemos Synaptica, su manera definirse nos resulta sorprendentemente, de alguna manera, familiar.
Para conservar ese ambiente, esta comunidad, hoy integrada por unos 4.000 miembros registrados, pide dos requisitos a quien llame a su puerta: hay que pagar (no mucho) y no vale el anonimato.
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