Alfonso Pedrosa. En tiempos de ruido y furia, nada como buscarse una burbuja de silencio y pararse a escuchar. Se le quitan a uno muchas tonterías de la cabeza. Ahí va un ejemplo calentito.
Bus de la línea 24 de la empresa municipal de transporte público de Sevilla, España. Del barrio de Palmete al centro histórico de la ciudad. Palmete es un gran lugar. Mujeres equilibristas que llegan de milagro a fin de mes con la misión cumplida de haber dado de comer a su familia; chavales que de vez en cuando se sacan unas pelillas como buzos (buzoneadores de correo publicitario, quiero decir); trabajadores supervivientes de casi todas las tormentas; pequeños comerciantes que dan servicio a la comunidad; titulados universitarios con empleo que se han quedado en el barrio porque les ha dado la gana, codo con codo con sus raíces; y otros, muchos, en paro, que se quedan porque acaban de descubrir que la igualdad de oportunidades es una falacia que sólo ha servido para que los privilegiados de siempre compren un poco de paz social. Y bares, sencillos y buenos bares elementales equipados con los tiradores de cerveza probablemente mejor calibrados del mundo. Media mañana, sábado de paseo y vistazo por las calles comerciales de siempre, darse una vuelta, zambullirse en el bullicio. Sin más. Y pegar la hebra en el bus. Porque la gente habla en el autobús (sí, por aquí todavía el personal hace esas cosas). Gente corriente. Obreros, amas de casa, pensionistas. La mayoría, eso se ve, portadores de esos tres o cuatro factores de riesgo que tienen que ver con que te vas a morir antes si eres pobre.
-Oye, que anoche dijeron en la tele que cuando vayamos al médico, vamos a tener que pagar la mitad de las radiografías.
-¿Cómo?
-Sí, un suponer: si la radiografía cuesta 20 euros, tienes que pagar diez.
-Pero, eso, ¿cómo va a ser?
-Como lo oyes. Lo han dicho en la tele. Es una cosa de los cabrones del Gobierno.
–Sus muertos. A ver si se van ya.
-Bueno, vendrán los otros. Y uno no sabe qué es peor.
-Orden, aquí hay que poner orden. Y encima, regalando dinero a Grecia.
-¿A Grecia? ¿Y qué pintamos nosotros allí?
-Es un mejunje de los bancos y los políticos. También lo han dicho en la tele. Les hemos prestado dinero y, además, ahora les hemos perdonado lo que nos deben.
-Eso, encima. Y nosotros, a pagar. Vamos, lo que me faltaba es que tenga que ir al médico y encima tenga que darle cinco o diez euritos para que me atienda.
-Sí, y eso que en Portugal dicen que a los pensionistas les van a quitar la paga de Navidad. A ver qué hacen aquí.
-Y una mierda. ¿Más nos van a estrujar?
-A ver, ellos tienen el riñón bien forrado. Los políticos son así. Ya tienen guardadas sus remesas por lo que pueda pasar. Todos están pringados y a los demás, que nos den. Eso es así. Lo han dicho en la tele. Qué le vamos a hacer.
octubre 15, 2011 at 8:14 pm
No sé si descorazonarme ante la certeza de que el mensaje del copago está calando, si cargar tintas sobre la responsabilidad de los medios y nuestra a la hora de trasladar las noticias, o alegrarme porque, aunque con desconocimiento, tengan inquietudes por saber lo que está pasando y hablen de algo más que de fútbol o de sálvame.
octubre 16, 2011 at 10:43 am
Genial entrada, Alfonso!
La calle es la gente.
Y la gente es la razón de ser de los sanitarios entre los que me incluyo.
Ellos opinan según una realidad distorsionada que escuchan.
Pero que algo de verdad debe llevar.
¿Si no porque existen actualmente los movimientos globales #15O ?
Un abrazo.
octubre 16, 2011 at 12:59 pm
Bueno, Taite, creo, al menos en mi caso, que es importante tener conciencia del territorio real de intervención de cada uno, de cada una, y, una vez, delimitado, pensar, proponer, pelear por esas cosas que diferencian a un ser humano de alguien que ha dejado de serlo. Así de naif y así de imbricado en la propia experiencia vital. Quiero decir que tendríamos que irnos muy atrás para identificar las causas de por qué en un país como el nuestro se tienen unas tragaderas tan anchas. Habría que desmontar, para cambiar eso, maquinarias mentales de varios siglos de historia: la prohibición en el siglo XVI de salir a estudiar a universidades de fuera; la identificación de la Ilustración del XVIII con el ataque salvaje a la propia identidad cultural; la desastrosa desamortización de las tierras de cultivo (de unas manos muertas pasaron a otras manos demasiado vivas) en el XIX; el silencio reconcomido de los últimos 70 años, perpetuado por los miedos del regreso al horror de una guerra civil. Y la inmersión velocísima en ese parque temático global en el que vivíamos hasta hace dos días, a mitad de camino entre Disneylandia y Falcon Crest. Todo eso hace que la gente no piense, porque no tenga herramientas para ello o porque ese ambiente favorezca el encanallamiento social, la complicidad con cosas que sabemos que no están bien pero de las que sacamos rédito individual. Bien; disculpa esta excursión alucinada pero lo que quiero decir es que todavía está por construir en España la ciudadanía como sujeto político y por eso, encuentro lógico que cale cualquier mensaje que circule bien por los conductos verticales de comunicación que configuran el entramado político-mediático. Creo, en esencia, que los políticos y sus espejos mediáticos trabajan sobre una agenda compartida y, simplemente, ambos hacen su trabajo. No creo que se les pueda pedir hoy día a los medios (a las empresas propietarias de los medios) un compromiso con algo tan concreto como la viabilidad del SNS, porque ése no es su negocio. Pero sí se les puede pedir, en aras de su propia viabilidad como negocio, seriedad al hablar de esas cosas: se están diciendo auténticas barbaridades y ahí sí suscribo cualquier petición de responsabilidades. Echo en falta, además, las instituciones que, en la periferia de ese mundo, están haciendo un papelón por omisión: dónde están los intelectuales, dónde están las academias, dónde las sociedades científicas, dónde las facultades de medicina, dónde los investigadores de postín que están callados salvo cuando se les toca su cortijo. Creo que esas instituciones periféricas sí podrían influir en la agenda compartida por medios y políticos para aportar otro tipo de razonamientos con los que construir los mensajes que llegan a la gente. Finalmente, creo que no hay que salvar a la gente de nada, básicamente porque el personal desconfía de los demiurgos impertinentes. Lo que sí me parece que se puede hacer (y ahí retomo mi divagación inicial sobre la definición de la responsabilidad personal concreta) es aprender a ser gente, a escuchar y a acompañar (sin caer en tentaciones de hacer ingeniería social) a las personas en iniciativas concretas ante problemas concretos; alimentar el proceso de deliberación intelectual entre iguales, aportando herramientas para ello, hasta que derive en la forja de actitudes y valores capaces de cimentar una cierta conciencia de soberanía individual comprometida con el entorno. Probablemente esto no cambie las cosas, pero creo que hay que hacer lo que se debe hacer. Un placer verte aparecer por aquí. Seguimos cuando quieras. ¡Gracias!
octubre 16, 2011 at 1:43 pm
Querido Dr. Gilbertman, gracias. En realidad, el fondo de lo que aparece en ese post y tu mismo comentario tienen mucho que ver con lo que veo que haces en tu entorno profesional inmediato, que vengo siguiendo desde que supe de la existencia de tu blog . Mencionas el #15O , vale decir el #15M, creo, y, por razones profesionales y personales, he seguido de cerca el fenómeno. Me parece que tiene una carencia importante: la enorme velocidad con la que se adoptan decisiones en su seno, más que la propia naturaleza de las mismas. Quiero decir: me parece que mejoraría mucho en su efectividad y capacidad de interlocuión si se creasen condiciones que hiciesen posible procesos de deliberación sosegada y fundamentada. Con estudio, análisis, debate sin ruido ni presión por una inminente votación de asamblea. Digo esto porque me interesa especialmente ver cómo engancha, si engancha, ese movimiento con la redefinición de planteamientos teóricos y prácticos que se le imponen al SNS tal como conceptualmente lo conocemos en el contexto de riesgo de hundimiento. He visto algún brote, pero no veo que el SNS esté realmente en la agenda del movimiento. Ojalá. Más por la misma presencia del asunto en el debate de riesgo de las instituciones que por el contenido mismo de las propuestas que pudiesen salir de ahí. Tendría que ver con un efecto beneficioso, de que la gente hable de otras cosas, como apunta el comentario de Taite. Hace unos meses, en uno de mis paseos por las trochas de Internet, me crucé con un debate interesante y me metí a platicar : en esencia, compartíamos un problema común. Cómo conectar de verdad con las personas cuando en las plataformas más frecuentadas de la Red cada vez hay más ruido y fuerzas centralizadoras y menos conversación y avances hacia una verdadera red distribuida. Mi propuesta, y en parte la de mis interlocutores, era trabajar en territorios no colonizados por el ruido y que, a la vez, están ya poblados por comunidades reales, sean o no conversacionales, en Internet o fuera de ellas. Eso nos llevaba a un horizonte de exploración de un gran valor para mí: las personas geográfica y/o socialmente descolgadas del mundo digital pero que sí viven en comunidades de verdad, preexistentes a cualquier moda y/o hallazgo del márketing. Eso, en cierto sentido, es lo que tú haces ya. Independientemente de que cualquier día me pille el tren o el bus y, con tu venia, vaya a tu pueblo a aprender de ti, no he podido dejar de acordarme de todo esto releyendo las memorias de Kropotkin , la manera de entender el actvisimo en forma de redes de personas, de redes de iguales, y el compromiso de quienes saben y tienen con quienes no saben y tienen menos, desde una conciencia de igualdad demostrada con hechos concretos y continuados (acompañamiento, no supervisión). En fin, divagaciones inspiradas por tu comentario. Muchas gracias y buena suerte.