Fotografía: galería Flickr de Andrew-Hyde. Algunos derechos reservados.
Alfonso Pedrosa. Google es uno de los miembros de CSIP, una iniciativa de cibervigilancia privada contra la falsificación de medicamentos que pretende sacar los colores a los sitios de salud y boticas online que estén dando gato por liebre o algo peor a los consumidores en la Red. En principio, está bien que el Gran Hub benefactor que últimamente nos viene jugando alguna que otra cabronada faena, como el cierre de su lector RSS o los fiascos del Plus, se implique en esto de la salud de la gente. Por ejemplo, baneando publicidad fraudulenta en este ámbito.
Sin embargo, es posible que las cosas se hayan salido de madre: según Infojustice, Google podría estar implicado en políticas de penalización de la reputación de farmacias perfectamente legales, intentando dificultar la importación de medicamentos por particulares a través de Internet (diferencia de precios, el clásico es Canadá-EEUU) y alineándose, en buena lógica, con la defensa roqueña de los derechos de propiedad intelectual.
Creo que es comprensible y legítimo desde la lógica del mercado que las compañías farmacéuticas defiendan hasta donde puedan su discurso sobre las patentes y la estanqueidad del puzzle de los precios segmentados por países y áreas de influencia. Y que las cadenas de farmacias norteamericanas y las empresas de distribución peleen por lo suyo. Lo que no tengo tan claro es que de eso se tenga que encargar Google.
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