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Para qué sirve la ciencia: el Banco Nacional de Datos Genéticos de Argentina

Europa y las reformas: al fin, la ciencia

Alfonso Pedrosa

Me encontré hace poco este tuit, que hacía referencia a una noticia publicada en El Global. Me llamó la atención:

 

 

La EMA abandona la cartera de Sanidad y pasa a la Mercado Interior, Industria y Empresa http://t.co/LiI3By2wNh

— Lluís Triquell (@TriquellBio) septiembre 11, 2014 

 

Luego, le eché un vistazo a este informe de Science Business sobre la nueva Comisión de Juncker. Me aclaró un tanto las cosas. 

Después, di con esta nota de prensa de la Comisión: la potencia de la investigación científica europea tiene que ver con las reformas nacionales. 

Y aquí, mientras tanto, calculando a cuánto sale en la nómina cada sexenio de investigación y debatiendo sobre las ventajas e inconvenientes de que un contratado doctor sea vicerrector de la Universidad.

Estado, comunidad e innovación social

Ilustración: dominio público, from Wikimedia Common.

Ensalzaba yo hace poco muy ingenuamente, en amigable charla con un veterano asesor empresarial, la sabiduría institucional de la República de Venecia en sus buenos tiempos, cuando la Serenísima gobernaba un imperio fundado sobre relaciones comerciales y no sobre el dominio efectivo de extensos territorios en el exterior. Ampliar «Estado, comunidad e innovación social»

Movilidad del talento y cambio cultural

Alfonso Pedrosa. Una historia cultural de la Humanidad con mirada europea, en un video de cinco minutos. En Nature. La masa crítica es un factor clave en la capacidad de innovación de una comunidad. Su consolidación depende de la capacidad para retener talento. Su desarrollo, de la capacidad para atraerlo.

 

 

Factores ambientales de la innovación social

Fotografía: Wikipedia, algunos derechos reservados.

 

Alfonso Pedrosa. Los factores que hacen posible la aparición de la innovación en un determinado contexto son diferentes en función de las condiciones de vida del ambiente en el que aparecen las nuevas ideas. En los buenos tiempos, ese factor de crecimiento es la sofisticación, ese cierto entorno de bienestar que se sustenta sobre un entramado complejo que encuentra su sentido a través del dinamismo expansivo y que hace posible que existan hiperespecialistas para un mercado gourmet que señalan el camino para el mercado de masas. En cambio, cuando pintan bastos, cuando desaparece el bienestar y la sofisticación es un lastre para la superviviencia, el factor de crecimiento de la innovación no es la complejidad refinada, sino la demanda de necesidades de la comunidad concreta que ha quedado desgajada de lo que antes era un entramado complejo de valores y de intercambio de bienes y servicios.
 
Bryan Ward- Perkins, arqueólogo especializado en cerámica romana, habla de todo esto en su ensayo sobre la caída de Roma, que él entiende como el fin de una civilización, y en el que intenta explicarse qué ocurrió en Occidente entre los siglos V y VI para que la calidad de vida de la inmensa mayoría de las personas que habitaban en zonas de centralidad económica experimentase un descenso del que no se recuperarían hasta el siglo X. En dos generaciones, muchos de los habitantes del Imperio de Occidente en territorios que hoy son Inglaterra, Francia, España o Italia dijeron adiós al bienestar, retrocediendo en algunos casos a la Prehistoria. Este historiador de Oxford explica que los suevos, vándalos y alanos que cruzaron el Rin en la última noche del año 406 no iban de merienda campestre; pero se deja de filias y fobias, renuncia a torturar a las fuentes documentales e intenta centrarse en lo que dicen los restos materiales, la cerámica, que es su especialidad.
 
¿Cómo es posible que la cerámica de los enseres de cocina de una familia de granjeros britanos del siglo IV fuese infinitamente más delicada, tuviese muchísima más calidad, que una vasija del ajuar funerario de un rey de Northumbria de un par de siglos después?
 
Ward-Perkins habla de dinamismo y sofisticación institucional, económica y cultural como elementos ambientales (o, si se prefiere, de sustrato) que hicieron posible la difusión geográfica y social de productos cotidianos de alta calidad. Pone el ejemplo la factoría de artículos de terra sigillata de La Graufesenque, donde existía un complejo sistema de recogida, cocción y reparto de piezas para dar respuesta a las necesidades de diversos talleres independientes que moldeaban sus propias vasijas pero las llevaban a cocerlas a La Graufesenque; de este modo, podían asumir el precio de uso y de la mano de obra especializada que exigía esta tarea, nada fácil, defendiendo además en el mercado un sello común, una marca. Esa complejidad hacía posible la viabilidad técnica, comercial y social de esos productos.
 
Sin embargo, cuando desaparece el bienestar, cuando factores políticos, demográficos o de otro tipo (las diferencias con el Imperio de Oriente son palmarias) convierten en círculo vicioso la interdependencia del hundimiento económico y la quiebra fiscal, la complejidad es un problema. Ya no produce belleza, sólo da dolores de cabeza. El sistema monetario del Bajo Imperio, dice nuestro cacharrólogo de Oxford, estaba definido por equivalencias entre el oro, la plata y el cobre. La desaparición del bienestar general de esa época hizo del prestigio político, no la dinamización económica, la principal razón de las acuñaciones de moneda en metales nobles. E hizo casi desaparecer la calderilla, el cobre, la moneda menuda para los intercambios cotidianos, cuando se cortaron los flujos comerciales y de producción de artículos de primera necesidad decentes y baratos. Casi todo el oro y la plata de esos tiempos aparece en las excavaciones arqueológicas en tesoros enterrados. Nadie acumula montañas de calderilla. Pero la gente tiene que vivir. Y en esos momentos cobra fuerza el retorno al trueque. Pero, para que el trueque funcione, tiene que existir comunidad. Lazos de confianza entre personas. Nadie cambia una vaca por la futura producción de huevos de las gallinas del vecino si no confía en que éste va a cumplir con su palabra, si no lo conoce, no sabe quién es ni dónde vive. Cuando la comunidad resiste el hundimiento del bienestar, se recupera cierto tiempo después la calderilla, que aparece, entonces, como innovación. De la memoria salen nuevas ideas. Y, progresivamente, vuelven las acuñaciones de moneda por mor de la recuperación económica, que a su vez es el motor de la tributación: se gestionan mejor los impuestos recaudados en moneda que en gallinas o en gavillas de trigo.
 
Hoy se nos han hundido el bienestar y sus sistemas complejos asociados a la prosperidad. Pero también son tiempos de innovación. Sólo que la fuerza de las nuevas ideas ya no está en la complejidad sofisticada. Su motor es la comunidad.

 

Danza Invisible en un centro de salud

Alfonso Pedrosa.

 

 

El imperio comanche y la innovación social

Ilustración: George Catlin, dominio público.

Alfonso Pedrosa. Había algo en la cultura de los comanches que desquiciaba a sus interlocutores euroamericanos. Españoles, franceses, mexicanos, texanos y estadounidenses intentaron una y otra vez durante los siglos XVIII y XIX establecer reglas de juego fiables sobre una base de lo que hoy llamaríamos lealtad institucional. Casi siempre fracasaron. Al final, la expansión industrial de Estados Unidos borró de un plumazo a estos señores de las praderas, ya en franca decadencia, en la década posterior a la Guerra de Secesión. La Historia está llena de casos así: choque cultural, el factor tecnológico, etc. Pero el caso comanche es peculiar.

Pekka Hämäläinen defiende en una curiosa monografía que acabo de leer que los comanches forjaron un verdadero imperio de las praderas que puso en jaque a otros imperios de corte europeo. Yo no me atrevo a decir tanto: no creo que los comanches manejasen esa clase de conceptos. Pero es innegable que su presión sobre la frontera del Suroeste norteamericano fue un factor geoestratégico importante y que, a su manera, lo sabían. Incluso, me abono aquí a la tesis de Hämäläinen y comparto su idea de que el paseo militar que fue para Estados Unidos la guerra con México de 1846-1848 sólo pudo ser posible porque las flamantes tropas enviadas desde Washington irrumpieron en un territorio indefenso e indefendible, mil veces devastado por las incursiones comanches, del que prácticamente sólo tuvieron que tomar posesión nominal.
 
Había algo en los comanches que desquiciaba a la mentalidad europea: el ejercicio del poder sobre los recursos del territorio, no sobre sus derechos de propiedad. La misma banda de comanches que robaba caballos en un rancho español, no sin violencia ni brutalidad, se presentaba, tranquilamente y en son de paz, unas semanas después, en la feria de un pueblo norteño de México o del noroeste de Texas para intercambiar esos mismos caballos por manufacturas; o incluso armas, para seguir robando caballos con más eficiencia. Ese comercio era posible porque los comanches se relacionaban con personas, no con las instituciones de derecho que representaban a esas personas, y éstas lo sabían. Por eso funcionaba ese comercio y por eso se iba debilitando el sentido de pertenencia de las poblaciones euroamericanas hacia sus respectivas estructuras estatales. Saquear una hacienda ubicada en Nueva Vizcaya no implicaba declararle la guerra al rey de España, ni mucho menos considerar enemigos al resto de sus súbditos; más bien, en muchos casos, todo lo contrario.
 
No somos comanches, pero, ante el hundimiento institucional, nos comportamos igual. Nos echamos al monte en nuestra desafección pero eso no impide que queramos participar. Abstención y activismo conviven en las mismas personas. Nos alejamos de las instituciones, pero nunca antes hemos sido tan activamente conscientes de nuestra realidad social. Eso desquicia al entramado institucional, que intenta aprender, con desasosiego y prisas, las reglas de ese juego nuevo. Aprender a jugar ese juego empieza a ser importante para instituciones públicas, empresas privadas y organizaciones sociales.
 
La gente se busca la vida para organizarse, y lo hace cada vez mejor, al margen del viejo mundo institucional; no se busca demolerlo, tan sólo que no estorbe. Algunos llaman a eso innovación social.
 

 

Prevención de embarazos adolescentes entre la audiencia de MTV

El mundo salubrista (e, incluso, el de la participación ciudadana en salud) se devana los sesos y gasta ingentes cantidades de dinero desde hace décadas en campañas de prevención, sensibilización y promoción relacionadas con la salud. En muchas ocasiones, con la conciencia doliente de que eso no sirve para mucho. Se sabe dónde está el fallo: la verticalidad de los mensajes. Se le intenta poner remedio: la formación de formadores identificados en el seno del colectivo diana de la intervención. Pero la institución emisora del mensaje sigue siendo la propietaria de sus contenidos: la gente desconecta rápido. El embarazo adolescente es uno de esos asuntos. Ampliar «Prevención de embarazos adolescentes entre la audiencia de MTV»

El legado de María de Villota y las enfermedades neuromusculares

Alfonso Pedrosa. Mi amigo Javier está metido hasta las trancas en la Fundación Ana Carolina Díez Mahou, centrada en las enfermedades neuromusculares. Me reencontré con él hace más de un año, en el VI Congreso Internacional de Medicamentos Huérfanos y Enfermedades Raras. Ahora acaba de pasarme un video, fresquito y sin estridencias, sobre la actividad de la Fundación, en el contexto del legado de María de Villota. Ahí lo lleváis.

 

 

Zarzuela del Monte, salud y comunidad rural

Alfonso Pedrosa. El otro día asistí a uno de esos eventos espectaculares que parecen ser seña de identidad del proyecto Salud y Comunidad Rural: el inicio de un proceso de deliberación ciudadana en torno a la salud en un pequeño pueblo de Segovia, Zarzuela del Monte. Como antes en El Madroño (Sevilla), Jabugo (Huelva) y Villanueva de Alcorón (Guadalajara).

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De la restricción del Varivax a la posible brecha de Varilrix, la vacuna de uso exclusivo hospitalario

 
Juanma Cáliz. Como habría de esperar, el asunto de la vacuna contra la varicela protagoniza desde hace ya meses un culebrón sanitario, a vida cuenta del volumen ingente de ‘dimes y diretes’ que viene soportando en los últimos meses. Pues bien, mañana mismo, 25 de junio, se prevé que el Ministerio y las CCAA traten en la Comisión de Salud Pública el asunto de las restricciones al ‘Varivax’.
 
Así, se volverá a poner sobre la mesa los pros (del ministerio) y contras (por algunas CCAA que ya han pedido que vuelva al canal de farmacia) del bloqueo que la Agencia Española del Medicamento ha llevado a cabo con los nuevos lotes que la compañía Sanofi Pasteur MSD había solicitado para Ceuta y Melilla (con anterioridad ya había pasado lo mismo con Navarra), únicos reductos del territorio nacional en los que sí estaba autorizada su dispensación en el canal de la farmacia. Como se recordará, los gobiernos locales de las dos ciudades autónomas y el gobierno foral de Navarra se habían desmarcado del calendario vacunal único fijado en 2013 entre Sanidad y CCAA.
 
Y es que, este nuevo envite hace temer a los partidarios de su dispensación en las boticas españolas de una nueva restricción por parte de las autoridades sanitarias españolas: su paso exclusivo a un ‘uso hospitalario’. En este caso, la vacuna de uso hospitalario se denomina ‘Varilrix‘, estando aprobada para pequeños que tienen patologías de base, no así niños sanos.
 
Pues bien, es en dicho asunto donde me ha venido a la mente un reciente post, que, al margen de defender o criticar la medida estatal, pone el acento en una suerte de ‘coladero legal’ de la vacuna, donde los que tienen más recursos y la posibilidad de acceder a la sanidad privada podrían tener acceso a la misma previo pago de una consulta, además del posterior desembolso del inyectable.

Las guerras del agua

Fotografía: Bluemangoa2z at ml.wikipediaAlgunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Asisto al repliegue de las instituciones, una vez roto el pacto social que las sustentaba, y veo en ellas la elección entre dos alternativas: gobernarlas aplicando el procedimiento burocrático conocido, confiando en los meandros de la inercia y hurtando el cuerpo al debate interpersonal; o gobernarlas desde el prestigio de quienes las dirigen, poniendo el pescuezo en el tajo como único argumento posible de credibilidad. Ambos estilos de gobierno necesitan para existir del reconocimiento de la comunidad donde se desenvuelven. De los valores que configuran su universo simbólico y moral.

Los valores son el destilado compartido de la dinámica cultural, que se acumula en los acuíferos identitarios que dan sentido a la misma noción de comunidad. Son como gigantescos depósitos de agua fósil, a los que se mira como salvación en tiempos de sequía. La gobernanza burocrática necesita del agua fósil de los valores para hacerse tolerar. La gobernanza del prestigio, también, pero con más urgencia: porque su fundamento no es la inercia, sino el reconocimiento entre iguales libremente otorgado.

El agua fósil lleva millones de años esperando. Filtrada gota a gota, es invisible. Nadie se preocupa por ella en épocas de lluvias regulares y regadío abundante. Sólo algún pozo artesiano aquí y allá, marcado por la varilla del zahorí, indica que alguien, hace mucho tiempo, supo una vez cómo encontrarla. Ahora, todo el mundo la busca. Porque hay escasez y no se sabe cómo recuperar ese arte perdido.

Se acercan las guerras del agua. La edad de oro del zahorí.

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