Las últimas palabras de Durruti en su lecho de muerte no fueron una soflama llamando a continuar la lucha, como apócrifamente se dice; más bien fueron una humilde constatación. Moribundo en el hospital tras salir del quirófano sin que los médicos pudieran revertir el daño de aquel disparo (tan discutido, tan polémico, tan inapelable) que acabó con el líder cenetista en el primer otoño de la Guerra Civil española, cuenta Cipriano Mera en sus memorias que le oyó a Buenaventura Durruti decir al final: “Demasiados comités”.
La parálisis por el análisis. La idolatría del indicador, que acaba asfixiando a la vida. La tiranía del procedimiento y el manguito. La confusión intencionada entre la rendición de cuentas y los intereses corporativos del gremio de aduaneros internos que malvive con una mala salud de hierro en toda organización mínimamente compleja. La sinonimia torticera que todo poder establece entre la creatividad y el caos. Demasiados comités.
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