Fotografía: Fco Javier Guerrero. Cucurucho de cupones-precinto de su farmacia pendientes de receta.
Redacción Synaptica. Últimamente se se habla en los medios de las tribulaciones de la farmacia rural española en general y andaluza en particular. Asfixiados entre la crisis, el silencio de los corderos de buena parte de sus compañeros de profesión y la rigidez de un modelo difícil de modificar sin liquidarlo, este grupo estratégico de profesionales, que aporta a las actuales reglas de juego buena parte de su patrimonio de legitimidad social, se está empezando a cansar. Voces tan cualificadas, por trabajar sobre el terreno, como la del boticario de El Madroño (sí, donde las borregas pasando delante de la botica del pueblo), se empiezan a preguntar para qué sirven muchas cosas, cuando se ven rehenes del sistema: según cuenta este profesional en el blog Farmacéuticos Rurales, posteando una de sus colaboraciones en un medio especializado, el SAS estaría cortando el grifo de recetas al personal médico que pasa consulta en el pueblo. Pero la gente sigue pidiendo sus medicamentos a la farmacia. Y hay que dárselos. Aunque sea bordeando la legalidad al adelantar las medicinas sin tener la receta por delante. Pregunta socrática (que no retórica) de este sabio de la farmacia rural: ¿para qué sirve que los colegios farmacéuticos andaluces firmen un acuerdo con el SAS para la prescripción por principio activo si eso no se traduce luego en una mejora efectiva del servicio al paciente?
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