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Synaptica

Información sanitaria e innovación social

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Alfonso Pedrosa

Hago bricolaje con la información. Cuando me desnorto, vuelvo a la ética hacker. Me cae bien Hellboy porque se lima los cuernos para no llamar la atención. Me interesan la política sanitaria y la participación ciudadana en el funcionamiento de los sistemas de salud.

Lecciones de Historia Medieval para aprender a vivir en Internet

Fotografía: Galería Flickr de joestump. Algunos derechos reservados.
 
Alfonso Pedrosa. Estoy leyendo estos días La civilización del Occidente medieval (Paidós, 2010), de Jacques Le Goff. Algunas de sus reflexiones sobre la sociedad de la época, especialmente en lo referente a los siglos XI y XII, me han resultado lúcidamente familiares, incluso aplicables a fenómenos de mi contemporaneidad relacionados con el mundo del trabajo, con las maneras de vivir, con las posibilidades abiertas por la Red.

Le Goff habla de nómadas, de gente itinerante que busca cosas nuevas, de caminos viejos que ya no sirven, de rutas secundarias llenas de incertidumbre, surcadas por santos y asesinos, compañeros de viaje y saqueadores. Habla de buscarse la vida. Habla de cambio cultural. A mí me parece que Le Goff me está contando cosas de la historia presente de Internet. Ahí van tres citas, en las que además de estilo y conocimiento es posible que aparezcan resonancias que den pistas, como me ha ocurrido a mí, para aprender a leer la realidad y no perderse entre tanto ruido, dentro y fuera de la Red. (Las negritas de los textos son mías).

"(…) Aunque la mayoría de los hombres del Occidente medieval tengan por horizonte, a veces durante toda la vida, las orillas de un bosque, no hay que imaginarse a la sociedad medieval como un mundo de sedentarios: la movilidad del hombre medieval fue extraordinaria, incluso desconcertante (…). El hecho tiene una explicación. La propiedad, en tanto que realidad material o psicológica, se desconoce casi por completo en la Edad Media. Desde el campesino hasta el señor, cada individuo, cada familia no cuenta más que con derechos de posesión provisional, de usufructo, más o menos extensos. No sólo cada uno tiene por encima a un señor o a un acreedor más poderoso que puede, por las buenas o por las malas, privarle de sus tierras -tenencia campesina o feudo señorial-, sino que el mismo derecho reconoce al señor la posibilidad legítima de despojar al siervo o al vasallo de su tierra siempre que le conceda otra equivalente, a veces muy alejada de la primera. Señores normandos que se trasladan a Inglaterra, caballeros alemanes que se instalan en el Este, nobles de la Isla de Francia que conquistan un feudo, ya en el Mediodía al amparo de la cruzada contra los albigenses, ya en España al amparo de la Reconquista, cruzados de cualquier pelaje que se reservan un dominio en Morea o en Tierra Santa, todos ellos se expatrían sin pesares porque, en definitiva, apenas si tienen una patria. El campesino, cuyos campos no son más que una concesión más o menos revocable del señor y que a menudo los ve redistribuidos entre la comunidad aldeana de acuerdo con la rotación de los cultivos y de los campos, no se siente ligado a la tierra si no es por voluntad del señor de la que se libera de mil amores primero mediante la huida y después mediante la emancipación jurídica. La emigración campesina, individual o colectiva, constituye uno de los grandes fenómenos de la demografía y de la sociedad medievales. En su camino, caballeros y campesinos encuentran a los clérigos en viaje regular o en ruptura con su convento -todo ese mundo de monjes giróvagos contra el que concilios y sínodos legislan en vano-, a los estudiantes en marcha hacia las escuelas o las universidades célebres -¿no dice un poema del siglo XII que el exilio (terra aliena) es el patrimonio obligatorio del escolar?- y a los peregrinos y vagabundos de toda especie (…). Tan numerosos son los que no tienen nada o muy poco que no tienen ninguna dificultad en marchar. Su menguado equipaje cabe perfectamente en la alforja de peregrino. Los menos pobres llevan unas monedas -en aquel tiempo de escasez monetaria- en el bolsillo; los más ricos, un cofrecillo donde encierran lo más valioso de su fortuna, un pequeño número de objetos preciosos. Cuando los viajeros o los peregrinos comienzan a cargarse de un nutrido equipaje -el señor de Joinville y su compañero, el conde de Sarrebruck, parten en 1248 para la cruzada cargados de cofres que transportan en carretas hasta Auxonne y en barcos, por el Saona y el Ródano hasta Arlés- el espíritu de cruzada y el gusto por el viaje desaparecen por completo, la sociedad medieval se convierte en un pueblo sedentario y la Edad Media, época de marchas y cabalgatas, se halla a punto de terminar. No es que la baja Edad Media ignore la vida errante, sino que a partir del siglo XIV, los errantes son unos vagabundos, unos malditos -antes eran seres normales, mientras que después los normales son los sedentarios-. Pero mientras llega ese cansancio, toda la Edad Media itinerante pulula y se halla a cada instante en la iconografía. El instrumento, pronto convertido en simbólico, de esos nómadas es el bastón, el cayado en forma de tau griega, sobre el cual se apoyan al caminar, encorvados, el ermitaño, el peregrino, el mendicante y el enfermo (…). Pueblo inquietante del que la Iglesia y los moralistas desconfían. La peregrinación misma, que camufla de ordinario el simple vagabundeo, la vana curiosidad -forma medieval de turismo-, se hace fácilmente sospechosa (…)". Páginas 114-115.

"La excelente red de las vías romanas ha desaparecido casi por completo, arruinada por las invasiones, falta de cuidados y, por otro lado, mal adaptada a las necesidades de la sociedad medieval. Para este pueblo de peatones y de caballeros, cuyos transportes se hacen sobre todo a lomo de bestias de carga o en carretas arcaicas, para ese pueblo que no tiene prisa -que hace de buena gana un rodeo bien para evitar el castillo de un caballero saqueador, bien para visitar un santuario-, la vía romana, derecha, pavimentada, camino de soldados y de funcionarios, carece de interés. Prefiere ir a lo largo de las sendas, de los caminos, de una red de itinerarios diversos que varían entre algunos puntos fijos: ciudades de feria, lugares de peregrinación, puentes, vados o gargantas. ¡Cuantos obstáculos hay que franquear! El bosque, con sus peligros y sus terrores -pero surcado de pistas: Nicolette, ‘siguiendo el viejo sendero del espeso bosque, llega a un lugar donde se cruzan los siete caminos que atraviesan el país’-; los bandidos, caballeros o villanos, emboscados en un rincón del bosque o en la cima de una roca -Joinville, al descender por el Ródano, observa ‘la Roca de Glun, ese castillo que el rey había hecho destruir porque a su señor llamado Roger se le acusaba de desvalijar a los peregrinos y a los mercaderes’-; las innumerables tasas que gravan las mercancías, que incluso, a veces, recaen sobre los mismos viajeros, en los puentes, en los desfiladeros, en los ríos; el mal estado de los caminos donde se embarranca con tanta facilidad que conducir una carreta de bueyes requiere la competencia de un experto". Páginas 116-117.

"Casi todos los hombres de la Edad Media evolucionan contradictoriamente entre estas dos dimensiones: los horizontes cerrados del calvero donde viven y los horizontes lejanos de la cristiandad entera en la que cada cual puede decidir repentinamente partir hacia Inglaterra, a Santiago de Compostela o a Toledo, como esos clérigos ingleses del siglo XII ávidos de cultura árabe; de Aurillac a Reims, a Vic en Cataluña, a Rávena y a Roma, como hace Gerbert a finales del siglo X; de Flandes a San Juan de Acre, como tantos cruzados; de las orillas del Rin a las del Oder o el Vístula, como tantos colonos alemanes. Los únicos aventureros auténticos, a ojos de los cristianos medievales, son los que franquean las fronteras de la cristiandad: misioneros o mercaderes que recalan en África, en Crimea, o que se adentran en Asia". Página 117.

El artículo 13

Fotografía: Galería Flickr de Emilio del Prado. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Hay dos cosas que realmente me gustan del anteproyecto de Ley de Salud Pública de Andalucía, pendiente aún de entrar en la agenda del debate parlamentario, y otra que no me gusta nada.

Lo que me echa para atrás de la iniciativa es precisamente que es una ley. Quiero decir: cualquier día de éstos, la autoridad legisladora de turno nos va a garantizar el derecho a la inmortalidad. Se legisla demasiado y se aplican las leyes demasiado poco. Pero eso es sobre todo un problema del contexto en el que se desenvuelven las relaciones entre el Estado y los ciudadanos en un sistema de representación democrática cuyos bordes ya han sido superados por el cambio social. No es una característica que haga, per se, más o menos inoperante un proyecto legislativo concreto. Aunque limita, sin duda, paradójicamente, su legitimidad de origen. Queda, pues, el futuro ejercicio de la ley, su aplicación práctica, como fuente de legitimidad fundamental.

Me gusta de ese anteproyecto de Ley la irrupción, por fin, del concepto de Evaluación del Impacto en Salud (EIS), que queda definido así en el borrador: "Combinación de métodos y herramientas con los que puede ser evaluada una política, un programa, proyecto o actividad, en relación a sus potenciales efectos en la salud de la población, y acerca de la distribución de esos efectos entre la población". EIS con consecuencias: un informe de evaluación muy concreto y, en ocasiones, preceptivo.

Pero lo que más me gusta del anteproyecto de Ley de Salud Pública de Andalucía es el artículo 13. El derecho de la gente a intervenir, desde el principio, en este mundo hasta ahora reservado a los grandes, a los sabios y a los poderosos. Dice el artículo 13: "La población en Andalucía tendrá derecho a la participación efectiva en la formulación, desarrollo, gestión y evaluación de las políticas en materia de salud pública, de manera individual o colectiva". Eso está bien, muy bien. No he podido evitar acordarme de planteamientos sobre los que hemos deliberado aquí mismo, en Synaptica, tiempo atrás: si la sanidad pública es de la gente, ¿por qué la gente no participa en su gestión? En este punto, los redactores del anteproyecto se enfrentan a una auténtica prueba del algodón: el desarrollo reglamentario (ah, la tentación de controlar los reglamentos) de los mecanismos que lleven a la práctica este derecho. Es importante no equivocarse aquí: está en juego mucho más que la tranquilidad doméstica de los órganos clásicos de participación. Está en juego la reconexión de la vida pública con las aspiraciones reales de las personas reales y sus vidas reales.

El debate está abierto y la misma Administración sanitaria ha habilitado un espacio, vía blog, para, por ahora, sobre todo, prestar oído a las conversaciones que se generen a su alrededor. Buen comienzo, aprender a escuchar; es el paso previo para aprender a hablar.

 

 

Internet, salud, fibromialgia y personas

Alfonso Pedrosa. Estudiando el funcionamiento de la red Guadalinfo, me he encontrado con una experiencia local sobre Internet y salud que remacha, una vez más, la importancia de las personas en cualquier proyecto. La iniciativa se denomina Una ventana al exterior y ha conseguido poner en contacto a pacientes de fibromialgia de dos pueblos de la provincia de Sevilla; para compartir experiencias, formarse, informarse y ejercer sus derechos ciudadanos. Sin las dinamizadoras de los centros Guadalinfo de Gelves y de Castilblanco de los Arroyos, muy probablemente hubiera sido imposible el proyecto (como tampoco desde Synaptica hubiéramos podido llevar a cabo el EV2 sin Loli, del centro Guadalinfo de El Madroño).

En cualquier caso, lo que está clarísimo es que el proyecto con pacientes de fibromialgia no tendría sentido alguno sin las personas que hay detrás de las asociaciones Fibrogelduba de Gelves y Fibrocastril de Castilblanco. Pero, mejor, dejemos que ellas se expliquen. Ahí va su relato, en primera persona, sin trampa ni cartón.

 

Las metáforas son peligrosas

Alfonso Pedrosa. Las metáforas son lo más peligroso del mundo, como bien sabía la madre de la muchacha a la que quería enamorar el cartero de la historia de Antonio Skármeta. Quizá eso sea así porque las metáforas llevan dentro una carga de verdad que, en contacto con lo imaginario, con el mundo de los sueños, pone en marcha una reacción en cadena capaz de transformar la realidad, de subvertirla.
 
Durante estos días he leído y escuchado algunas metáforas en torno a lo que ocurrió en el EV2 de El Madroño. Maneras de explicar qué es lo que sucede cuando se constata la existencia de una comunidad real (hecha de vidas reales, integrada por personas reales) y se entra en contacto con ella, se habla y se escucha. Qué es lo que pasa cuando se abre una conversación, una deliberación entre iguales. En este caso, sobre Internet, salud y comunidad rural. Emerge entonces, indefectiblemente, la cuestión de dónde está la gente 2.0. La misteriosa tribu perdida de la gente.
 
Algunas de las metáforas sobre el EV2, las más puras, son imágenes: es la foto de @soyrami que ilustra el post en el que dábamos cuenta de nuestras primeras impresiones. Son las fotos de @estebancicero, su etiquetado (Attendance, El Madroño Convention Centre, Comedor de Ponentes, Speakers) y el contraste que evidencian con un mundo de relaciones y negocios con el que hay que convivir pero que se está quedando viejo, muy viejo: después del EV2, oír hablar de ese mundo es como recordar un episodio de las Guerras Púnicas y sonreír oyendo el relato de Aníbal y sus elefantes en los pasos alpinos.
 
Han aparecido también entre algunos participantes en el Encuentro símiles y concordancias, vividos o soñados, relativos a la actividad de ciertas movilizaciones setenteras que buscaban la alianza cultural y política entre el campo y la ciudad. Las mil flores de Mao. Otras personas han recordado el activismo universitario de Einstein en Princeton. O el de Federico García Lorca y los viajes de La Barraca, haciendo teatro por los pueblos de España. O la vida fecunda de los benditos maestros de pueblo. Incluso hay quien se fue al relato del mito de Croatan, interpretado en una clave de innegable raíz indiana.
 
También he asistido a intentos de verbalizar lo que ocurrió en El Madroño a través de metáforas agrícolas. Cómo no, la cultura es cultivo. Hay quien ha recordado la parábola bíblica de la higuera estéril y su indulto en la esperanza de que, si se cultiva la tierra, el árbol dará fruto. En Synaptica manejamos otra idea agrícola, la de la siembra, antes, durante y después del EV2; pusimos en marcha esa iniciativa con la ilusión de explorar la posibilidad de que, si se siembran patatas, se cosechan patatas. No estoy seguro de si lo que se ha sembrado en el EV2 son patatas o pimientos: la deliberación entre iguales lo descubrirá. Pero sí que parece que cada una de las personas que estuvimos allí, con biografías y sensibilidades dispares, compartimos la idea de que eso que se ha sembrado, ahora hay que cuidarlo, acompañarlo en su crecimiento.
 
Por ahora, lo que he sido capaz de metabolizar, despúes de la maravillosa puesta en común tabernaria posterior al EV2 y el paso del tiempo de una semana, alcanza para lo que sigue.
 
1. La conversación es posible si se abre un espacio de confianza creíble. Eso tiene que ver con las personas, no con las instituciones. La fuente de la credibilidad es el prestigio. La de la confianza, un cierto territorio conceptual compartido. La credibilidad y la confianza conectan entre sí a través del compromiso ético continuado con una determinada realidad. Estos conceptos primarios son el único pasaporte de acceso a la conversación: aquí no hay tribunales de limpieza de sangre ni ejecutorias de hidalguía. No se le piden papeles a nadie.
 
2. La implicación de personas de la comunidad local con conocimiento de los elementos que configuran este tipo de iniciativas es absolutamente esencial. Son ellas las primeras tejedoras del contexto que hace posible la conversación. Eso significa que, para aplicar en otros entornos las experiencias que se van incorporando, no sirven los esquemas de patronaje propios del mercado de masas, pensados para la producción en serie. Cada intervención sobre la realidad debe tener un carácter artesano irrenunciable, pensada desde personas concretas entre personas concretas para personas concretas. Cada conversación es única en su origen, en su planteamiento y en sus consecuencias. Este hecho trastoca los supuestos desde los que habitualmente se diseñan actividades, se planifican acciones y se calculan costes y beneficios.
 
3. La heterogeneidad en el grado de conocimiento de las herramientas tecnológicas propias de la cultura de Internet no invalida la calidad de la conversación. Como aprendimos gracias a @randrom, había personas en el EV2 que no quieren utilizar la Red para ejercer sus derechos ciudadanos en el ámbito sanitario ni para saber más sobre salud, pero a las que les apetece echar una tarde con sus vecinos y los forasteros de paso aprendiendo cosas nuevas; otras que jamás habían tocado antes un ordenador pero a las que sus problemas o su curiosidad les llevan a interesarse por aprender a aprovechar los recursos de la Red; y, finalmente, personas ya introducidas en el mundo de Internet que descubren que ese conocimiento les puede ser muy útil para saber más sobre su salud y para ejercer sus derechos ciudadanos. Esa diversidad no es un problema, sino un regalo, porque abre territorios nuevos a la conversación entre personas.
 
4. La incorporación a la cultura de la Red es progresiva, aunque puede darse en varias dimensiones a la vez. En una primera etapa, Internet es una fuente de información; es lógico que el debate, en esa fase, sea el de la calidad de la información, la acreditación de webs y la fiabilidad de las voces que se oyen en la Red. La misma experiencia práctica conduce a una segunda etapa, la de entender Internet como un territorio, como un ecosistema donde coexisten muchos nichos ecológicos diversos. Esa experiencia lleva, a su vez, a una tercera etapa: la de la redefinición de la propia identidad en virtud de múltiples procesos de mestizaje a través de la conversación. La identificación del momento en el que se halla cada persona, y compartirlo conceptualmente y en la práctica, es fundamental para que fluya la conversación.
 
5. La conversación fortalece a quienes forman parte de una red y a la red misma, pero también amplía su tamaño y modifica las percepciones y autopercepciones de quienes participan en ella. No es una boutade afirmar que, después del EV2, quienes participamos en él somos un poco mejores y sabemos más.
 
6. La nanoescala funciona. Eso abre a la exploración un nuevo territorio, definido por el cambio en la relación con el factor dinero. Una iniciativa como el EV2, articulada desde el enfoque de los valores que funcionan en Internet (pasión por lo que se hace, bricolaje, gestión de recursos en términos de subsistencia, solidaridad entre iguales, ética hacker, devolucionismo), es un indicador, modesto pero real, de que quizá sea posible encontrar un lugar para vivir en el medio ambiente laboral degradado de una cultura industrial en decadencia sin perder el sentido de la dignidad humana por el camino. Incluso es posible que sea viable una cierta manera de entender los negocios, las empresas, el trabajo, una forma de ganarse la vida, próxima a alguna versión postmoderna de los artesanos preindustriales que, por ahora, sólo soy capaz de intuir pero no de definir. Este asunto requiere una tarea prospectiva que está por hacer.
 
7. Hay que documentar, cartografiar, cada nuevo territorio, cada hallazgo que se identifica, y volver cuantas veces sea necesario a la reformulación personal de los principios originales que impulsan a cada cual a implicarse en los procesos migratorios hacia el Nuevo Mundo de la Red. Es muy fácil perderse en la jungla, aplicar las reglas del Viejo Mundo al Nuevo, despistarse, querer desenvolverse con los propios tics culturales heredados en una realidad nueva, donde esas referencias ya no funcionan. Para evitar eso están la deliberación entre iguales, el estudio de los mapas que se van dibujando y el regreso continuado a los relatos de lo vivido y lo aprendido, a una cierta mitología familiar, que va configurando las señas de identidad compartidas entre quienes se reconocen entre sí como semejantes.
 
Seguro que todo este destilado se irá modificando con la conversación que hemos abierto entre todos, especialmente cuando, gracias al trabajo de @drzippie, el microsite del EV2 se vaya poblando de material y podamos regresar a él una y otra vez.

Sanidad en España: cuatro ministros en tres años

Alfonso Pedrosa. No solemos seguir de cerca en Synaptica la Gran Agenda Mediática. Esos temas crecen mejor en otros ecosistemas. Pero la crisis de gobierno conocida esta mañana gracias primero a El País y despúes por el resto de los medios me ha llevado a una pequeña reflexión personal: son cuatro ministros en tres años. Ése es el peso de la política sanitaria en España.

Puede aducirse para explicar ese fenómeno la fuerza de la deriva federalista del Estado y la cesión de casi todas (en la práctica cotidiana, todas) las competencias a las comunidades autónomas. Lo que conduce, a su vez, a traer a colación las ya viejas reflexiones que ponen en cuestión la justificación de la existencia misma del Ministerio de Sanidad.

Pero, sobre todo, lo que esta secuencia de cambios genera es desconfianza: indefectiblemente, los cambios de equipos implican cambios de planes. Otra vez. Again. Qué cansancio. Con la de cosas que hay que hacer. Y la desconfianza es paso previo a la desafección, porque ya nadie engaña a nadie, puesto que ningún mensaje es creíble.

Luego habrá quien se pregunte que dónde quedó el sentido de pertenencia, el compromiso con el sistema.

Estas cosas no salen gratis. No sólo en términos políticos, que es lo de menos, en cierto sentido. Sino en su traducción en respaldo social en tiempos de crisis a un pilar básico del Estado del Bienestar.

A la caza del tesoro del efecto viral

Alfonso Pedrosa. El lento resquebrajamiento de la banquisa de los mercados de masas y la erosión de la confianza en las instituciones está ayudando, sin duda, a que empresas y organizaciones de diversa índole (también en el sector salud, claro) empiecen a tomarse en serio lo que ocurre en la Red y a diseñar estrategias para intervenir en ese nuevo territorio para hacerse ver, para hacerse oír y, también, para mirar por el agujero de la cerradura al otro lado de la puerta mientras, dentro, arde la fiesta. Las menos de las veces, para escuchar y aprender. En ocasiones, esos intentos persiguen, simplemente, estar, lo cual puede conducir a una lamentable pérdida de tiempo y de recursos: para estar por estar, mejor seguir confiando, dónde va a parar, en la dulce anestesia del consumo lineal de masas mediático y publicitario, al que todavía le queda cuerda para rato. Aunque ya no es el único planeta habitable, claro.

Muchos de los intentos institucionales para posicionarse en los nuevos territorios de Internet terminan fracasando. Con frecuencia, porque se trata de proyectos que quieren trasladar al Nuevo Mundo una lógica y unos valores absolutamente incompatibles, de origen, con la cultura de la red distribuida, con la deliberación entre iguales. Otras veces, porque, simplemente, no era el momento. Ni las formas. Ni el fondo.

Viene a cuento todo esto por una reflexión que he encontrado en este post de Pixels and Pills, en el que se exponen algunas recomendaciones para las compañías farmacéuticas sobre la utilización de videos en campañas de comunicación: la replicación viral no es una estrategia, es un resultado. Vale decir: hagan ustedes las cosas bien, con competencia técnica, esfuércense en elaborar un buen producto de comunicación adecuado a las reglas de juego donde se va a desenvolver. Y confíen. Sí, confíen en la gente, confíen en la inteligencia colectiva de la Red. No estaría mal probarlo, aunque fuese por una sola vez.

Ah, y si tienen que recurrir a algún gurú para la cosa de Internet, no duden en contar con Enjuto Mojamuto:

Internet y la casita de chocolate

Alfonso Pedrosa. Anoche me quedé en la redacción del periódico hasta muy tarde. Mientras el guiso informativo hacía chup-chup, aproveché para descargarme y leer un libro del que tuve noticia hace algunas semanas, gracias a los auspicios de @internetysalud, en una de esas conversaciones formales en las que he tenido la fortuna de participar recientemente; con gente como @estebancicero o @randrom, entre otras personas de las que aprendo mucho cada vez que me cruzo con ellas. El libro en cuestión, de 2007, se llama Planeta Web 2.0, trata básicamente sobre la noción de inteligencia colectiva y sus autores son Cristóbal Cobo y Hugo Pardo. La web de la descarga, aquí.

El capítulo que más me interesó anoche, y del que pude entender algo gracias al silencio provisional de las vuvuzelas (mi puesto en la redacción está ubicado dentro de un triángulo cuyos tres vértices son sendas pantallas de televisión) es el cuarto, Un esbozo de ideas críticas sobre la Web 2.0; su autor es Hugo Pardo. En él, este profesor de Comunicación Digital de la Universidad de Vic habla de las carencias de las utopías tecnológicas, de los peligros del ruido (la infoxicación) y de eso que él llama falacias del periodismo colaborativo. Habla también (y es lo que viene al caso), de los hubs, esos entes nodulares alrededor de los cuales se concita la articulación de una comunidad. Las plataformas benéficas que nos hacen la vida más fácil en la Red, en un rango que va desde un alojamiento para blogs (vale decir, para bloggers) a los gigantes que nos regalan el uso de sus CMS, sus gigas para nuestras cuentas de correo, su algoritmo restaurador del orden en la galaxia del caos cibernético. Un hub es algo bueno, en principio. Pero también es un centro de poder, de control. Y cabe el riesgo de que, un mal día, los grandes hubs se pasen al lado marrón y se conviertan en cárceles doradas, en la casita de chocolate donde vive la bruja malvada y, detrás del atracón a gominolas y pasteles, vengan el caldero hirviente y la opresión. Dice Pardo que "líderes de opinión, carismáticos y grandes divulgadores, crean tendencias y modas, imponen nuevas fórmulas sociales y extienden ideas. Ellos son el oscuro objeto de deseo de la publicidad y el marketing y quienes lideran el preferential attachment de la Web 2.0, dejando escasa atención para el resto de participantes de la red". Pardo sigue su razonamiento y concluye que "precisamente esta dinámica de los hubs es el más duro argumento contra la utópica visión de un ciberespacio igualitario".

Parece sensato, pues, también cuando se construyen relatos en torno a la sanidad y la salud en Internet, confiar en los hubs. Pero sin perder jamás el instinto de independencia, la defensa netocrática de la igualdad radical en la Red. Porque si eso se olvida, empezarán a aparecer tribunales de limpieza de sangre que se arrogarán la prerrogativa de repartir ejecutorias de hidalguía para decidir quién y dónde puede decir qué sobre sanidad y salud en Internet. Y eso sería una pena, la verdad. Aunque tampoco tendría demasiada importancia: basta irse con los trastos (sobre todo si se va por la vida ligero de equipaje) a otra parte y plantar el carromato en cualquier pradera de la Red.

Aquí abajo, un hub al que todos debemos mucho. No está de más reflexionar sobre sus mecanismos de funcionamiento, sobre su munificencia. Pero sin olvidar que existe el mare liberum de Internet. Y que, para algunos de nosotros, la Red no es un parque temático (al menos, no es sólo eso). Es, queremos que sea, nuestro hogar. Y el hogar, en el Nuevo Mundo, hay que defenderlo. Porque no sabemos si tendremos una segunda oportunidad para aprender a vivir en él.

How Does Google Work?

Infographic by PPC Blog, vía Perogrullo.

Conversaciones entre la barra del funambulismo y la barra del bar

Alfonso Pedrosa. En las últimas semanas he participado en varias conversaciones en torno a lo que está suponiendo Internet en la transición cultural hacia una red distribuida y la incorporación a ese proceso del mundo de la sanidad y la salud. Algunos de esos encuentros han sido formales y se han desarrollado sobre la barra del funambulismo; otros (los mejores, sin duda) han tenido más que ver con la barra del bar. Incluso han sido origen de relatos que ya empiezan a construirse en la Red, como el de Antonio Jesús en Cuidando.es, el del 1CBS, cuyos ecos he ido recogiendo aquí y allá (especialmente vía @soyrami por la presencia de Synaptica en ese evento) o el de Emilio en su entorno de entrenamiento Pokémon.
 
Todas esas conversaciones tienen para mí mucho de expediciones exploratorias, como aquellas que movilizaban gentes y recursos para calcular la exactitud de un meridiano, catalogar la flora de un país remoto o levantar la cartografía de una red fluvial desconocida en ese momento. O, sencillamente, como aquellas epopeyas personales de quienes, expulsados del Viejo Mundo o impulsados hacia el Nuevo, se hacían con un pasaje a las Indias para descubrir, fundar o, simplemente, vivir. De esas expediciones los navegantes traían noticias de países lejanos, que luego cuajaban en conocimiento y comercio. También, muchas veces, en opresión y dolor. Porque estaban impulsadas por seres humanos.

En estos últimos viajes conversacionales he identificado tres territorios apenas intuidos, amplias zonas de terra ignota cuyo conocimiento me parece fundamental y sobre las que, por ahora, la cartografía disponible apenas se reduce a los relatos de taberna portuaria de noches de lluvia y ron y a algún escollo solitario en el océano descubierto por mera casualidad y anotado en las cartas de marear por algún piloto voluntarioso.

El primer hito sin perfiles claros aún es un estrecho, tan peligroso y retador como el de Magallanes: la construcción de la identidad digital desde la ¿superación? de la dicotomía entre la vida personal y la pertenencia a una organización que recurre a sus empleados para fortalecer su presencia en la Red. ¿Cómo hablar con una voz humana, auténtica, cuando el pan que se come depende de una institución? Hay algunos intentos corporativos de regular el blogging y la presencia en las denominadas redes sociales, como hizo en su día la BBC, que pueden servir como libro de instrucciones en algunos casos. Pero está claro que los empleados de una institución tendrán voz propia en Internet en la medida en que esa organización se alinee con el cambio cultural que supone todo esto; en la medida en que se vayan tomando referencias de las implicaciones antropológicas que, entre otras repercusiones, conllevan revisar de arriba abajo las nociones de jornada laboral y de productividad; en la medida en que los nodos de decisión de las organizaciones entiendan que ése es el único camino para que éstas sean creíbles. Todo un proceso de refundación institucional, vaya.

El segundo gran vacío cartográfico es el de la identificación de esa civilización magnífica de la que se oyen leyendas de riqueza y relatos de terror, que ejerce una fascinación magnética sobre oleadas de exploradores: muchos han vuelto de ese viaje con las manos vacías y otros no han regresado jamás. Es la ciudad habitada por una tribu misteriosa a la que algunos llaman la gente. ¿Dónde está la gente cuando se habla de salud y sanidad en Internet? ¿Escondida detrás de la brecha digital? Quizá profundizar en el concepto de deliberación entre iguales ayude a anotar algunos puntos de referencia en el mapa de ruta: es incompatible vivir en el gueto y descubrir nuevos mundos. ¿Quién es la gente, en el mundo de la salud? ¿Los pacientes? Nadie se llama a sí mismo de esa manera, de entrada, hasta que no se siente interpelado directamente por la enfermedad; eso es el movimiento asociativo y, gracias a Internet, están cambiando muchas cosas ahí. Pero, ¿dónde está la gente, alrededor de qué hogueras se sientan para contar y escuchar historias? ¿Qué ha pasado con aquellos viajeros que fueron en su busca y no han regresado? ¿Han sido devorados por las fieras? Probablemente no. Es muy posible (y ésa es una de las grandezas de la nueva cultura) que se hayan mezclado con los nativos, que hayan sido absorbidos por la tribu de la gente, en un proceso maravilloso de mestizaje. Es muy posible que, simplemente, hayan renunciado a algunas marcas identitarias de origen (aquellas que impedían la mezcla, la fusión) y formen parte ya de otra cosa, enriqueciendo de paso con su patrimonio vital a la civilización misteriosa de la gente. Para seguir la pista a esos exploradores perdidos puede ser útil ir dejando puestos de avanzada en los claros del bosque, que sirvan para iniciar una, de momento, tímida relación de intercambio: eso es lo que hemos hecho en Synaptica al lanzar algunas propuestas de participación ciudadana en la gestión sanitaria o al abrir ventanas de mapeo de nuestro entorno político y asistencial más cercano. Quizá esos puestos de avanzada desaparezcan y sean olvidados porque la tribu de la gente no tenga interés en el trueque, o acaben siendo el origen de nuevas ciudades, o sean desmantelados porque quienes los han puesto en pie se vayan a vivir con la tribu porque hayan decidido integrarse en esa civilización de leyenda y desaparecer en su seno.

El tercer vacío no sé qué forma tiene, pero sé que existe. Es esa sensación de no hacer pie al vadear los ríos de la selva, la niebla que envuelve el estuario donde se ha fondeado, la desorientación en el Círculo Polar Ártico, el Mar de los Sargazos. Es el déficit de reflexión previa antes de adentrarse en el territorio desconocido, la fiebre por la moda, el dospuntocerismo guay, los gurús de cartón piedra. El oficio de navegar se aprende con la práctica, pero el arte de marear requiere estudio. Y hay quien ha estudiado mucho, que ha elaborado tablas astronómicas, que conoce los secretos del astrolabio, que domina la carpintería de ribera, el carenado de precisión. Ese corpus de conocimiento llega a adoptar en ocasiones ribetes de literatura salvífica, de relatos nacidos de una cierta tradición bíblica trufada de ciencia ficción. A veces suenan extraños, entre otras razones porque utilizan en su elaboración materiales léxicos y referentes conceptuales que expresan la necesidad de saberse nuevos. Ahí dejo una muestra, con un guiño y una sonrisa, para hacernos una idea de a qué altura nos estamos moviendo: "Y aconteció que Microsoft hízose grande y poderosa entre las Corporaciones del Microchip; más poderosa que cualquiera de las empresas de CPU antes de que crecieran. Y el corazón de Gates se endureció, y dirigiéndose a sus Clientes y a sus Ingenieros oyéronse las palabras de su maldición: ‘Hijos de Von Neumann, oídme. IBM y las Corporaciones de las CPU encadenaron a vuestros antepasados con graves y penosas Licencias, hasta el extremo que clamabais a los espíritus de Turing y Von Neumann implorando vuestra liberación. Ahora yo os digo: soy más poderoso que cualquiera de las corporaciones que me precedieron. ¿Está en mi ánimo liberaros de vuestras licencias? ¡Ni por asomo!, os encadenaré con licencias dos veces más graves y diez veces más peligrosas que mis antepasados… Os capturaré y esclavizaré como ninguna otra generación ha sido antes esclavizada. ¡Cuán inútil, pues, implorar a los espíritus de Turing, Von Neumann y Moore! Ellos ya no os pueden oir. Mi poder es ya mucho mayor que el de ellos. Ahora ya sólo podéis implorarme a mí y vivir al aire de mi misericordia y de mi cólera. Soy Gates, las Puertas del Infierno; mío es el portal de entrada a MSNBC y mías son las llaves de la Pantalla Azul de la Muerte. Amedrentaos, amedrentaos en extremo; servidme sólo a mí, y viviréis’". Tomado de La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, cita de El Evangelio de Tux.

Encontrar la voz propia, aprender a deliberar entre iguales, conocer los textos epónimos de la cultura de la Red. Y toda la vida por delante para explorar el Nuevo Mundo. No está mal, creo; nada mal. Ahora empieza a cobrar todo su sentido aquel eslogan del ciberpunk español que aprendí leyendo a David de Ugarte: quiero hacer un hermoso blog como parte de una hermosa vida.

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