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Synaptica

Información sanitaria e innovación social

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Alfonso Pedrosa

Hago bricolaje con la información. Cuando me desnorto, vuelvo a la ética hacker. Me cae bien Hellboy porque se lima los cuernos para no llamar la atención. Me interesan la política sanitaria y la participación ciudadana en el funcionamiento de los sistemas de salud.

La pulserita de Beatriz

Alfonso Pedrosa. Esto de postear es algunas veces como lo de las cerezas: aparecen historias que vienen enganchadas a otras. He hablado aquí del blog de Essie; conocí esa historia gracias a @Fosilera9, aka Beatriz González. La misma que acaba de colgar en la bitácora de la Asociación de Trasplantados de Páncreas su experiencia de usuaria de la nueva pulsera de identificación para pacientes ingresados.

La pulsera en cuestión es una idea enmarcada en la Estrategia para la Seguridad del Paciente en Andalucia de la Consejería de Salud y a Beatriz se la han colocado porque ahora toca hacerlo en su hospital de referencia.

Beatriz cuenta cómo le va con su "pulserita nueva". Y explica que no es como las que te cuelgan en los viajes al Caribe en plan todo incluido. Lo hace con poderío, sonriendo a sí misma y al mundo, porque Beatriz no está en esta situación por una tontería: le van a realizar una intervención de sustitución de válvula aórtica y hay que prepararse. En este punto, el que deja de sonreir (sólo un momento) soy yo para descubrirme ante la calidad humana de personas como ella. Y hacer un reconocimiento a su inteligencia y a su compromiso  responsable como paciente con el sistema sanitario público.

Copio de su post: "En mi pulserita de plástico pone mi nombre, mi número de historia clínica, la del HUVR [Hospital Universitario Virgen del Rocío], no de otro lado, y hasta mi fecha de nacimiento. No sabemos para qué será a ciencia cierta, pero sí que es un modo más de control. Cuando los tratamientos se piden desde un centro, y se administran en otro, está bien esto de la informática y los datos, y saber qué, quién y cuándo. Luego, si queremos ir a protestar (como sé yo de algunos que lo hacen) porque no se les pone tal o cual día la cita para hacerse vaya a saber qué historias, siempre se puede tirar de archivo, y ver los plantones que damos, o no damos, y los servicios que hacemos de nuestra Sanidad Pública, o no, a golpe de ratón. Me gusta mi pulsera, como me gusta de igual modo saber sin lugar a error qué me ponen, y cuándo, y mandado por quién. Porque esa información le será útil a quien me meta mano en quirófano, luego también lo será para mí. Si llevo años pidiendo centralización de la información, no seré yo la que chiste en contra de estas nuevas pulseras de un solo uso. Nunca me gustaron las de oro, pero estas me garantizan mi salud, así que hoy por hoy son de platino". La historia completa, aquí.

Nota para debates exquisitos: leía hace poco en Journal of Participatory Medicine la reflexión de Dave deBronkart sobre la necesidad de cambiar algunos enfoques cuando se habla de calidad. Mismamente, escuchando a la gente. No sólo preguntando. Escuchando. Pues eso. Escuchen a Beatriz. De lo suyo sabe un montón.

Una vida entre dos posts

Alfonso Pedrosa. El blog de Essie apenas tiene comentarios y sólo cinco seguidores. El blog de Essie se llama Vida después de un trasplante de hígado y sólo tiene dos posts. El primero, de hace más de dos años, cuenta cómo le fue en el quirófano y cómo, ante el trasplante, se abre la puerta a lo desconocido. A lo absolutamente desconocido: "Sabía que no era una decisión a tomar, el trasplante era sí o sí, porque tal como estaba no me quedaba mucho tiempo. No es que me quiera hacer la mártir, es que es así como llegamos todos al trasplante de hígado". El segundo, de hace apenas unos días, relata cómo es una mañana de juegos y plastilina de Essie con su nieta. No es una historia de happy end. Esa entrada del blog es un relato de lo que hay. En presente. Consciencia, temores, esperanzas y ni una micra de lástima por sí misma. Como de pasada, como quien dice querida, pásame la mantequilla, Essie remata el post de esta manera: "Mañana me toca poner el brazo para una analítica porque el viernes tengo cita con uno de los cirujanos para que me den el resultado de todo (biopsia, resonancia y analítica). De momento tomo: 2,5 mg. de advagraf y 2 gr. de cellcept al dia. Ya veremos si me lo cambian o sigo así".

Así es Essie. Así es la gente. Al menos, así puede llegar a ser. Gracias a @Fosilera9 por dar aviso de que en la Red hay personas así.

El SNS, los recortes y los recortadores

Fotografía: Galería Flickr de Diario de un pixel. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Hace algunos días se abordó en Hora 25, de la SER, el debate sobre la viabilidad de la sanidad pública española. Me enteré por @taitechu esa misma tarde y, aunque no pude escuchar el programa en directo, sí que me he entretenido después en darle un par de pasadas. Allí había cinco voces: la de Angels Barceló y su equipo, la de los oyentes, la del ex ministro Bernat Soria y las de los consejeros de Sanidad de Cataluña, Boi Ruiz, y de Salud de Andalucía, María Jesús Montero. (Sanidad y Salud: es lo mismo pero no es igual, ejem).

Dejo para quien quiera entretenerse en el archivo de audio de más abajo la previsible lectura del debate en términos de yo he venido hablar de mi libro y de las balanzas fiscales entre comunidades autónomas. Por mi parte, me quedo con las siguientes semillas para la reflexión; para ese debate político de altura cuya necesidad me planteaba aquí mismo hace poco. Un debate tan necesario como la ignición de esa suerte de rebelión ciudadana de la que hablaba Esteban comentando ese post. Ahí van las perlas. No son textuales, ni son las únicas. Pero a mí me han hecho pensar y me han metido como un veneno la duda sobre si lo que hacen falta son recortes o recortadores:

Angels Barceló: la cobertura universal y de calidad está en peligro.

María Jesús Montero: tomar decisiones no es reducir prestaciones. Son las clases medias las que dan legitimidad social al sistema. Los recortes en prestaciones llevarían a la ruina del modelo.

Bernat Soria: los consejeros de Economía y Hacienda quieren administrar todas las consejerías.

Boi Ruiz: hay que cambiar esa mentalidad de la ciudadanía según la cual estamos acostumbrados a tener prestaciones por el mero hecho de ser contribuyentes. No podemos repetir el error del coste de la no decisión.

Manuel, oyente del programa, desde Valencia: un médico de Familia administra más dinero público recetando que algunos alcaldes.

Y aquí va el enganche al audio del programa completo:

Los rumbos posibles del SNS

Alfonso Pedrosa.  Leía hace poco estas reflexiones de Michael Scott Moore en la web de Miller-McCune en torno  a la reforma sanitaria de Obama y sus parecidos y diferencias con los sistemas de aseguramiento en la Unión Europea, "ese jardín de la sobrerregulación". Los escenarios que más juego daban a posibles comparaciones eran Suiza, Alemania y Holanda, "los sistemas más libres de Europa" o algo así, decía Scott Moore. Aportaciones económicas de la gente con elección de aseguramiento en función de renta y no de riesgos, apoyo a la financiación de los prestadores privados en función de los riesgos de sus asegurados, supervisión de los aseguradores… Mercado y Estado.  Casi comunismo, desde la óptica de EEUU. Pero, desde la cultura tradicional defensora del modelo SNS, casi una orgía capitalista. ¿Vamos a eso?.  Esto es, ¿el mundo va a ser un lugar diferente después de la crisis pero el SNS no va a cambiar? Veo cosas que me dan un poco de yuyu, como lo que se propone desde Barcelona y su justificación, y lo que se propone en Madrid, en un discurso que no percibe la necesidad de dotarse de justificación alguna. Esas tensiones van a provocar que se encienda más de una luz roja. Es posible que para algunos la transición a un modelo alemán aparezca como única alternativa realista al recorte de prestaciones. Pero, ¿está la Seguridad Social, vale decir, las cotizaciones de los currantes, con músculo suficiente para un sistema de ese perfil? ¿Es viable una financiación vía PGE, de cobertura universal, en un campo de juego de esa complejidad? No lo sé. Pero lo que sí sé es que hace falta echarle sensatez a esto si no se quiere perder una conquista social del calado del actual sistema público de salud. El debate político de altura tiene que abrirse. Ya.

Elogio del sentido común

Alfonso Pedrosa. Gracias al blog de Eduardo Eugenio Puerta del Castillo, Almogrote para la salud, tuve acceso al vídeo de abajo, que protagoniza una de sus entradas. De momento, me pareció un trabajo fresco, claro, sensato, sobre la realidad de la enfermedad mental a pie de calle.

 

¡Qué gran trabajo!, pensé. Y qué valientes, sus protagonistas. Pero me quedé con la duda: seguro que son actores. Después, yendo al canal original de YouTube, me aclaré: el spot es una idea de los profesionales del Equipo de Salud Mental de Plasencia con el apoyo de un puñado de instituciones y personas. También, actores. El primum primi al conocer ese detalle fue quedarme un poco chof, hasta que me dí cuenta (ah, somos portadores de los genes del sistema) de que una actividad profesional la acometen profesionales, sean o no sean pacientes de una determinada patología. Y que ser paciente no tiene nada que ver con ser competente o incompetente. Quiero decir: para el objetivo de ese spot, que es "luchar contra el estigma que sufren las personas que padecen algún trastorno mental y contribuir así, a la normalización social", la cuestión de si sus protagonistas son actores o pacientes no tiene sentido. En mi caso, la primera reacción ante el vídeo emergió desde mis propios prejuicios inconscientes. Poco tiempo después, me encontré en el blog de Kevin Pho un post con un título tan sugerente, Can I be a doctor with bipolar disorder?, dado lo que me estaba rondando por la cabeza, que me fui del tirón a leerlo. En él, Dinah Miller, psiquiatra que bloguea en Shrink Rap, ofrece a quien quiera escucharla una gran lección de sentido común. La respuesta a esa pregunta es: maybe. Pues claro. Depende. Hacerse esa pregunta presupone un cierto fondo compartido de prejuicios como los que me asaltaron a mí: porque se asume, dice Dinha, que sólo existe una clase de trastorno bipolar, y que tiene el mismo curso y la misma prognosis en todo el mundo. Y eso no es así, como sabe cualquiera que haya vivido de cerca este tipo de situaciones. Un metaanálisis no es una persona. Aunque a veces se nos pueda olvidar. Gracias, pues, a quienes han hecho posible el vídeo de Plasencia. Y gracias, también, a Dinah y al blog de Kevin. Qué grande es Internet.

Ya no hay tiempo para reformar la globalización

Fotografía: Galería Flickr de h.koppdelaney. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Habla David de Ugarte en Los futuros que vienen del fenómeno de la disipación de rentas, eclosionado por la mayéutica de Juan Urrutia hace algunos años. Por lo que he podido entender, ese fenómeno es la consecuencia directa de la influencia de Internet y la globalización sobre las realidades económicas: el Viejo Mundo se hunde y está naciendo otro; con otros ritmos, con otras reglas. A trancas y barrancas, con resistencias. Pero su emergencia es innegable. De Ugarte habla de la aceleración de los ritmos en la innovación, de la necesidad económica de creación permanente, puesto que ésta es ya la única ventaja competitiva. En ese territorio, los viejos esquemas proteccionistas se cuartean: "Por otro lado, las rentas de innovación también están en jaque. Una innovación aislada ya no genera por sí misma una ventaja a largo plazo porque la copia es cuasi-gratuita e instantánea. El impacto sobre los productores de objetos culturales y software es obvio, lo que aviva el discurso proteccionista de una industria que pretende defenderse de sus propios consumidores mediante leyes de propiedad intelectual cada vez más restrictivas. Pero el sector farmacéutico tampoco se libra: las nuevas tecnologías de síntesis, cada vez más asequibles, en el marco de la deslocalización del I+D en Asia y Africa empiezan a preocupar seriamente a unos laboratorios que, en realidad, ya no son laboratorios, sino -de un modo similar a sus colegas del electrodoméstico- gestores de grandes redes de marketing y carpetas de patentes".

Esto es lo que hay. Siento demasiado respeto por algunas personas que trabajan en la industria farmacéutica como para dejar de subrayar la importancia de las ideas contenidas en esa cita. En ella late una pregunta: qué quiere ser la industria farmacéutica en el Nuevo Mundo que empieza. Y me gustaría ayudar, perdón por la osadía, a contestarla.

Y siento, también, demasiado respeto por algunas personas que trabajan en el mundo de las oficinas de farmacia en España como para dejar de traer a colación una segunda cita del mismo libro, en la que se ponen en cuestión los argumentarios de legitimidad social definidos como frenos, como intentos de doma de ciertos eventos salvajes que aparecen de la mano de la globalización. Esta cita es más larga, y quizá las referencias posibles al mundo de la farmacia (vale decir, al famoso modelo español, mediterráneo, de proximidad, o como quiera llamarse) sean menos evidentes. Pero están ahí. Sin duda. "A pesar de la hipersignificación del término globalización, su fondo económico no es otro que el de una progresiva integración entre mercados. Globalizar no es más que tejer interdependencias entre las economías. En la promesa del capitalismo que viene las economías ya no podrían entenderse desde lo local, lo nacional o incluso desde lo regional, sino únicamente de forma global. La globalización se construye desde cada mercado sobre tres vectores: libertad de movimientos para las personas, las mercancías y los capitales. Mientras el último alcanzaba ya cierta fluidez en los noventa, el segundo avanzó correosamente tras la puesta en marcha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el primero, las personas, encontró cada vez más y más violentas cortapisas… con las que chocaron las nuevas migraciones masivas del interior asiático a la costa en desarrollo, de Africa a Europa y de Centroamérica y México a EEUU. En un primer momento las resistencias a la globalización se dieron sobre todo en los países ricos. El desarme aduanero y la libertad de competencia amenazan en primer lugar sectores como el agrario o el cultural que han sido pilares de la construcción identitaria y clientelar del estado nacional. El capitalismo que viene no iba a ser bien recibido por todo el mundo. El desequilibrio entre los tres vectores acentuó pronto la inseguridad de los sectores más protegidos. Bajo distintas formas aparecieron tanto en Europa como en EEUU nuevos enfoques para el nacionalismo y junto a ellos sectores que pedían tiempo, tiempo para reformar la globalización, tiempo para hacerla más armónica. Pero no pretendían impulsar aún más el libre comercio y la libertad de movimientos de las personas, sino al revés, restringir una vez más el movimiento de capitales y levantar barreras no arancelarias al comercio (como las famosas claúsulas sociales). Son los altermundistas. A finales de la primera década del siglo XXI, la evolución de China y otros países asiáticos demostrará en los hechos que las cláusulas sociales sólo ralentizan la salida de la pobreza. No es la única lección: los nuevos triunfadores asiáticos reforzarán también el modelo capitalista autoritario, sirviendo de referencia tanto para los países exsocialistas como para la sociedad de control hacia la que apuntan los estados nacionales en los países ricos".

Hace algunos años me llamó la atención constatar la paradoja de la similitud de posicionamientos entre ciertos movimientos antiglobalización y la comunidad farmacéutica defensora de la distribución cooperativa como piedra angular del modelo de oficina aún vigente, y tuve la oportunidad entonces de ponerlo por escrito. Los chicos de Attac del bracete de los boticarios españoles contra la Europa de los mercaderes. Delicioso, me pareció entonces. Ahora sólo lo veo como una ocasión de reinvención perdida.

 

«Un blog que no lee ni mi madre»

Fotografía: Galería Flickr de Terra Vermelha. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Una cierta necesidad adánica de ponerle nombre a las cosas conduce casi siempre a un cierto error recurrente: interpretar el mundo conforme a nuestra mirada. Inevitable. Pero, aun así, es precisamente el intento por saltar la valla del propio corral para ver qué hay al otro lado lo que, en buena medida, define la identidad humana. Hace poco, alguien me decía, con algo de desánimo y mucho de lucidez, que ya notaba el cansancio de volcar en un blog sus inquietudes activistas, en concreto centradas en el mundo de la salud. "Un blog que no lee ni mi madre". Ésa es la expresión que utilizó.

Para mí que esto del universo de voces y vidas entrecruzadas abierto por Internet no funciona con la lógica de la manada. Sí, claro que hay manadas, y mesnadas, en la Red. Pero, en la estructura profunda de esas redes en movimiento hacia la conversación distribuida, lo que verdaderamente aporta Internet es la progresión estadística, la multiplicación de posibilidades abiertas y, con ello, el incremento a escala viral de la posibilidad de que algo, alguna vez, funcione. Vivir en Internet se parece a intentar, una y otra vez, hacer fuego con hierro y pedernal. Hace falta paciencia, tesón, una buena piedra y mineral que sirva, como la pirita, para hacer saltar la chispa. También, buenas compañías, que conjuren los demonios de la soledad. Si bajo la chispa hay hongos o cortezas o pasto secos, quizá surja la llama y, después, el incendio. Que se propagará. O no.

Es impredecible el destino de un post, de un comentario, de un twit. No hay manera de saber de antemano dónde acabará una idea regalada a los demás, una visión lanzada al aire; dónde arraigará un hiperlink.

A veces la chispa salta ante nuestros ojos, y un comentario da calor a las entradas de un blog. Pero otras veces la llama queda escondida, y se reaviva más tarde. O la chispa nace, aunque no la veamos, y vuela a alimentar un incendio lejos, muy lejos, del territorio que habitamos en la Red.

 

Cien flores en la Red

 
Alfonso Pedrosa. Hace tan solo un año, hubiera sido impensable. No es que hubiera llovido sobre sus cabezas fuego del cielo o hubiesen sido perseguidos por los perros del infierno, pero casi. Sin embargo, la floración de redes informales catalizadas por Internet en el Sistema Sanitario Público de Andalucía (SSPA), es ya un fenómeno innegable. No sé si irreversible, pero, desde luego, evidente a todas luces. Y, afortunadamente, fuera de control.

Tres ejemplos de los que he tenido noticia en estos días me han hecho caer en la cuenta de ello. Esa consciencia es posible que no sea más que la constatación de que ha terminado la primera etapa fundacional de la siembra distribuida en ese territorio administrativo, político, sociocultural y asistencial. Ahora quizá empiece otra etapa, la del asentamiento de esos nodos surgidos al calor de dos factores: cierto acompañamiento desde el ámbito institucional, informal pero decisivo, y el vértigo apasionado de la implicación personal de sus protagonistas. Una etapa definida por la ampliación, de perfiles impredecibles, de las redes que se vayan tejido alredor de esos nodos, de los contextos en los que participen más o menos intensamente las personas que las han puesto en pie.

Veamos esos tres ejemplos (hay más, seguro, pero las ideas llegan cuando llegan, qué le vamos a hacer). Un farmacéutico y un veterinario que trabajan en seguridad alimentaria y protección ambiental, dentro de la estructura de la Consejería de Salud (creo que andan por Huelva), han abierto un blog, así, por la cara, llamado Protección de la Salud. En él se ofrece información sobre asuntos como la legionelosis, se comentan alertas alimentarias y se da paso a referencias institucionales digamos, de la casa. Ese blog es fiable; no porque esté acreditado por algún tribunal de limpieza de sangre, que no es el caso, sino porque detrás hay dos personas expertas que manejan la información de manera rigurosa. Y, sobre todo, ese blog es mucho más amigable que cualquier pdf con la colección legislativa al uso que se puede encontrar en una web institucional: porque, again, hay personas detrás. Personas que intentan hablar con voz humana.

Otro ejemplo: la Unidad de Gestión Clínica Lucano (Atención Primaria del SAS, Córdoba) se ha montado un chiringazo con tecnología Google gracias especialmente al esfuerzo, por lo que se ve, de uno de sus profesionales. Le he echado un vistazo a esa web y, más allá del valor como herramienta de comunicación interna, para mí significa la conquista de un viejo sueño que debido a la burocracia, las marejadas institucionales y, en fin, la vida misma, había sido abandonado: volver a la calle, asomarse a ver qué pasa ahí fuera, donde habitan los pacientes. Uno mira la página principal de esa web, con su listado de médicos y pediatras, y tiene la sensación de que en ese centro de salud no trabajan administradores estresados de la cartilla de racionamiento de la prestación farmacéutica, sino personas dispuestas a hacer lo que puedan por ayudar.

Y el tercer ejemplo: el Hospital de Motril ha montado una red wifi para que cualquiera que pase por allí (profesionales y pacientes), pueda engancharse a Internet desde el dispositivo que tenga a mano. Hacer eso ha costado una pasta y ha requerido financiación pública, lo que implica apoyo institucional. Esta historia no tendría especial interés (quiero decir, encontrar líneas de financiación en ese tipo de contextos tiene ya un manual de instrucciones bastante consolidado) si no pusiese en valor la función principal (por mí, ojalá fuera la única) a desempeñar por las instituciones, en este caso los centros de decisión del SSPA, ante esta especie de primavera maoísta de las Cien Flores en la Red: ser conectores, nodos de poder benevolentes, facilitadores, hubs. Vale decir, el papel que asumen Goggle, Twitter o Facebook. Con derecho, por supuesto, porque así son las reglas de juego y así se comportan esas plataformas de conexión, a obtener réditos a cambio, directos e indirectos, en términos de conocimiento y reconocimiento. Pero no de control.

Todo esto es posible porque hay personas empeñadas en hacer cosas. Gente que empieza a entender que estamos viviendo los comienzos de un cambio cultural profundo. Que esto no va de tecnologías, sino de mentalidades. Somos pocos, como suelo comentar en entornos de mucha confianza, con un punto de desaliento, cuando constato que detrás de muchas iniciativas sólo hay ruido. Pero el viento está cambiando. Y sopla a nuestro favor.

Se puede explicitar la queja porque en el centro de salud no haya acceso a Internet o porque esté capado el enganche a YouTube.  Pero no instalarse en ella. Incluso es bueno empujar en esa dirección. Pero es bastante dudoso que una organización del tamaño y las inercias del SSPA sea capaz de, a toque de silbato, dar un golpe de timón de ese calibre. No tiene cintura para eso; se rompería. Quien se quede sentado esperando instrucciones la lleva clara. Muy clara. Es el momento de las soluciones concretas en ámbitos pequeños. De confiar en la potencia viral de los tejedores de redes.  

Los estudiantes de Medicina piden cancha para utilizar Internet

Alfonso Pedrosa. A veces, la realidad, por muy contundente que sea, no se ve hasta que no se subraya. Una de las aportaciones colaborativas de la encuesta que les he propuesto a los alumnos de Medicina este curso es la valoración de Internet para su propia formación (imagen con las gráficas, arriba). El 98% de quienes han contestado la encuesta (121 personas) utiliza la Red como fuente de documentación y estudio. En una carrera de sobra conocida por la presión del día a día ante el horizonte final del MIR, es elocuente que el 50% del alumnado pase entre una y dos horas al día en Internet y que un 26% dedique a ello más de dos horas diarias. Una parte de ese tiempo lo utiliza un 14% en editar algún blog. Y piden más, sin duda. Piden más: de hecho, el 92% de los estudiantes cree que la Facultad debería facilitarles formación específica en el uso de la Red.

Otra de las perlas de esta parte de la encuesta es la del papel de Internet en su relación con los pacientes. El 78% cree que sería una buena herramienta en este ámbito. Aunque eso no significa que estén dispuestos de manera generalizada a que la consulta médica se convierta en un bazar informativo: un 6% cree que los pacientes no deben tener acceso indiscriminado a los contenidos de revistas especializadas ni a otros yacimientos de información como las bases de datos epidemiológicos. Un contundente 40% sí cree en esa cultura de puertas abiertas y el 66%, en determinadas ocasiones; por lo general bajo la tutela o, como mínimo, el asesoramiento, del profesional.

PS: si se pincha en la imagen, se pueden ver mejor las gráficas en un álbum Picasa.

Estudiantes de Medicina y redes en Internet

Alfonso Pedrosa. Bueno, ya he desmontado el retablo de Ginés de Pasamonte y sus títeres con el que he venido disfrutando en las últimas semanas en la Facultad de Medicina de Sevilla. Ahora toca escuchar a los 121 estudiantes que han cumplimentado la encuesta del Taller. Y poner notas, je. Pero eso, más tarde. Los primeros datos que tengo a la vista (que vuelco aquí anonimizados, tal como quedé con los alumnos) son los de preguntas muy concretas sobre su presencia en algunos de los medios y herramientas sociales más conocidos. Es una forma imperfecta, limitada, imprecisa, pero real, de cartografiar una parte del territorio de la Red que los estudiantes de Medicina frecuentan. De intentar saber dónde está la gente, dónde se tejen las metáforas del Nuevo Mundo de Internet.

Bien. La encuesta del Taller dice que los estudiantes de Medicina están en Tuenti (abrumadoramente), muchos tienen canal YouTube (67%) y una buena gavilla de los médicos de dentro de unos pocos años trabajan el género de los libros de caras: están en Facebook (62%). Pasan muchísimo de Flickr y una pequeña minoría tiene cuenta en Twitter y LinkedIn.

Si pinchas en la imagen de abajo, se ven mejor los gráficos, en un álbum Picasa:

 

Seguro que hay quien busque y encuentre en estos datos explicaciones a por qué el personal es como es y hace lo que hace. Yo no voy a hacer eso. Pero me quedo con dos lecciones que, con estos datos, me han dado esos 121 estudiantes de Medicina: es posible identificar los territorios de tránsito, los lugares donde pueden surgir, a fuerza de frecuentarse, cruces de caminos que quizá se conviertan luego en lugares de descanso y aprovisionamiento. Puntos de partida. O de llegada. Y, la lección que más me gusta, constatar que son personas, no robots, ni dianas del marketing, ni público objetivo. No son el caladero de nadie. Son personas. Con las que hay que hablar de una en una, a las que hay que escuchar de una en una.  Como quieran, donde quieran, con su propio lenguaje. Y que hacen con la Red lo que les da la gana.

Seguimos.

Pacientes crónicos y siembra distribuida

Fotografía: Galería Flickr de Ethan Prater. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Ayer acudí, por motivos profesionales de rutina, a la rueda de prensa en Sevilla de la Conferencia Nacional para la Atención al Paciente con Enfermedades Crónicas. Otra más. De nuevo, sociedades científicas y Administración hablando de lo que hay que hacer con los pacientes.

Pero @randrom, con quien crucé un saludo fugaz esa mañana (ella iba a lo suyo, la Conferencia, y yo, a lo mío, la rueda de prensa), pasó despúes la voz (en la Red, dónde si no) y pude acceder al texto en pdf de la declaración de principios de esa reunión, colgado en abierto en el portal Opimec. Lo leí y eché en falta más apertura a la participación, especialmente de los pacientes. Rosa inició un debate sobre el tema en el grupo de LinkedIn salud20andalucia, algo comenté al respecto, ella respondió y ambos hicimos votos por la cultura colaborativa.

Y esta mañana me he llevado una bonita sorpresa: hay un documento abierto, vivo, sobre este asunto, en el mismo portal Opimec. Me han gustado especialmente dos cosas. La primera, que hay alusión expresa al mundo de la web 2.0 como elemento interesante sobre el que trabajar; bien es cierto que desde un planteamiento bastante conservador, pero algo es algo y bienvenido sea. La segunda, que se puede ir comentando el documento, realizar aportaciones: hasta, si se quiere, provocar, poner en cuestión, dudar. Eso es bueno; fundamentalmente, porque forma parte de la mejor tradición del conocimiento científico que, mire usted por dónde, tiene mucho que ver con la ética hacker.

Es verdad que la brecha digital existe, que esos mismos pacientes crónicos, pluripatológicos y polimedicados en los que se está pensando en ese documento no están involucrados, en su gran mayoría, en el mundo de la Red. Es verdad que una cosa son las instituciones y otra las personas. Pero, precisamente por eso, quizá merezca la pena poner en marcha iniciativas de siembra distribuida, de dotar de competencias culturales y tecnológicas a la gente para que la gente pueda, efectivamente, participar en el diseño de estrategias asistenciales como ésta. Nuestro eslogan (así lo hemos formulado alguna vez en Synaptica) de sembrar patatas para cosechar patatas. El sueño de una verdadera deliberación entre iguales.

Historias de un titiritero

Fotografía: galería Flickr de iane machado. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Son ya varios cursos académicos en los que vengo teniendo el privilegio de impartir en la Facultad de Medicina de Sevilla un pequeño taller sobre medios de comunicación. Por razones fundamentalmente de disponibilidad de tiempo, procuro concentrar esas sesiones en un mes. Esta vez ha tocado enero, el mes que comienza con los regalos. Y, como pasa con los Reyes Magos, espero el resto del año a que llegue ese momento con una pizca de inquietud y mucha ilusión. Ese momento de dar y recibir tiene algo de sagrado. Percibir la energía vital que son capaces de transmitir los 150 estudiantes de Medicina con los que estoy compartiendo unas clases durante estas semanas tiene algo de emoción fundamental, honda, telúrica. Son personas que pronto serán médicos, que tendrán en sus manos la vida de otras personas. Asunto serio, vive Dios. Yo les cuento mi vida y ellos me cuentan la suya. Llego al aula (en graderío, casi vertical, imponente, de techos altísimos, hasta los desconchones destilan una tradición de siglos), monto el tenderete con mis trastos de titiritero y les ofrezco relatos de aventuras, historias de las cunetas, reflexiones en voz alta. Sobre su profesión, la mía, nuestros respectivos encuentros y desencuentros, los libros que ese año me han impactado, los versos que me han herido, lo que he aprendido por ahí. Aunque todo esto sucede dentro del marco formal de una asignatura, Medicina y Sociedad, cada vez que subo a la tarima y miro al tendido poblado de gigantes lo hago con la ilusión de ayudarles a pensar en abierto y a caer en la cuenta de que hay vida más allá del MIR. En el fondo, es un ejercicio de devolucionismo. Siempre salgo agotado y feliz de esas clases. Vacío. Hasta el año siguiente, en que regresaré a las aulas, si siguen siendo posibles estos encuentros, con el saco de buhonero hasta los topes y lo desparramaré en su presencia, ofreciendo mi mercancía recopilada de aquí y allá.

De un tiempo a esta parte, cada año les cuento historias sobre Internet, un poco abriéndoles una ventana a un mundo sobre el que casi nadie les cuenta casi nada en la facultad, un poco como ejercicio de renovación de mi propio mobiliario mental. Son días de especial plenitud. Disfruto con sus caras de asombro, de duda, de afirmación, de entusiasmo (a veces), de enfado, incluso, cuando se sienten interpelados demasiado de cerca. Pero, sobre todo, les vampirizo: es un espectáculo estremecedor asistir a la floración de una inteligencia que empieza a nombrar el mundo, un auténtico don saber que con lo que yo les aporte, ellos harán bricolaje, lo mascarán como un chicle y, lo más probable, lo escupirán después. Pero habrán pasado un buen rato y, quizá, habrán aprendido algo. Al menos, eso sí, habrán visto a un profesor que profesa. Y esa pasión, cuando se ha conocido una vez, ya no se olvida jamás.

Algunos años he pedido a los alumnos que definan los contenidos de una parte del programa y poder tratar, así, temas sobre los que manifiestamente dicen tener interés; otros, hemos abierto un blog para compartir la lectura de trabajos y sus comentarios; otras veces, les he pedido que sigan por la Red algún tema noticioso que les haya llamado la atención. Para este curso les he preparado una pequeña encuesta digital. Con preguntas sobre nuestras cosas: comunicación, Medicina, Internet. Ahora espero y cuento las horas hasta que llegue el momento de cerrar la encuesta y sumergirme en sus contenidos, en las historias que me voy a encontrar ahí. Su objetivo explícito, sin duda, es evaluar. Pero, en realidad, lo más interesante es saber, de primera mano, qué piensan 150 estudiantes de Medicina sobre las redes sociales, el uso de Internet en la formación pregrado o el acceso de los pacientes a los nichos de información tradicionalmente reservados al universo profesional sanitario. Espero, con ilusión, con ganas, ese día. Será el regalo de un conocimiento generado entre todos. Un magnífico regalo de Reyes. Que será de todos y, por tanto, estaré encantado de compartir.

 

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