Miguel Lasida. Los hay a quienes inquieta corroborar este tipo de lugares comunes: la equidad culmina sin remedio en la hora de la muerte. No hay otra. La vida resulta plenamente igualitaria apenas en su tintineo final, casi sin poder uno vivirlo (ni regodearlo). Claro que, aunque cada individuo se enfrente igual al instante último, muy distinto resulta el modo en que ese se produce. El cómo. Y no se espera un alarde de igualitarismo en este particular: es evidente lo diferente en las formas del morir. Tan diversas, tan complejas en la mayoría de los casos, como las enfermedades. Tan inefable como la propia salud.
No es igual un infarto de miocardio que un accidente de tráfico o la consencuencia de una bala perdida en un órgano vital. El cómo. Desde antiguo, médicos y sociólogos han dedicado estudios a analizar la influencia del contexto social en el estado de la salud de las poblaciones. Es el caso, sin ir más lejos, de la posible relación entre crisis económicas y enfermedad. Ocurre en la actualidad, periodo en el que proliferan investigaciones que vinculan recesión y suicidio. Y, como era de esperar, para algunos hablan los números y para otros insultan las estadísticas.
Al margen de los resultados de tales estudios, existen investigaciones que dedican su objeto al cómo, es decir, al modo de contabilizar los datos de suicidios de los que luego se extraen los resultados. Así ocurre con la publicada recientemente en la Revista de Psiquiatría y Salud Mental, en la que se pone de relieve que las cifras de registro de suicidio obtenidas por los institutos de medicina legal de España no concuerdan en casi ninguno de los años y provincias con las del Instituto Nacional de Estadística (INE). "Dada la importancia que tiene conocer la magnitud real del suicidio en España, esto es preocupante", señala Lucas Giner, perteneciente al departamento de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla.
En cuanto a los motivos, no cabe sino mencionar la aritmética y la burocracia, dos conceptos llamados a la ordenación, pero que no podían sino derivar en caos en el ejemplo español, mero arquetipo de proceso entrópico en sí mismo. Las cifras médicas no coinciden con las estadísticas admnistrativas. ¿Y a qué es debido? Se trata del "intrincado camino" por el que fluye la información desde que es obtenida por el médico forense hasta que se procede a la cumplimentación de datos en las oficinas de Registro Civil. Matemáticas. Burocracia. Ruido.
"Entendemos que el importante número de personas que están implicadas en todo el proceso de la notificación de un suicidio -médico forense, personal del juzgado de instrucción, personal de los registros civiles, personal del INE- da lugar a que se pierda progresivamente información desde su origen al destino final", se dice en el estudio Número de suicidios en España: diferencias entre los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y los aportados por los Institutos de Medicina Legal (IML), en el que ha participado, junto a Giner, Julio A. Guija, también del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla.
El sistema actual de recogida de las cifras de suicidio, concluyen estos dos psiquiatras, no es eficaz ni fiable. Cuanto más larga sea la cadena de recogida de información, mayor es la posibilidad de error. El caos, pues, estaría asociado al ruido. El cómo se revelan estos arcanos, que originan la mencionada disparidad de datos oficiales, es algo que se escaparía al entendimiento de cualquiera que se lo proponga en vida, así como poco previsible es que se conozca después de ella, en el único instante de equidad reconocida, por muy lugar común que tal aserto pueda entenderse.
Pie de foto: Los psiquiatras Lucas Giner (dcha.) y Julio A. Guija, en la facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla.
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