Miguel Lasida. El estroncio es un metal relativamente abundante en la naturaleza en forma de sulfato y carbonato. En la tabla periódica el estroncio se sitúa en la columna de los alcalinotérreos, cuyos elementos coinciden en poseer en su órbita exterior dos electrones para reaccionar con el resto del universo molecular -explicación basada en el siempre intuitivo modelo atómico planetario de Bohr-.
El calcio es también un metal alcalinotérreo. Es más pequeño que el estroncio, pero ofrece como intercambio los mismos dos electrones en su capa más exterior. La similitud de ambos elementos les confiere una cierta intercambiabilidad en las conformación natural de moléculas. Sin ir más lejos, el cuerpo humano no diferencia el estroncio del calcio en el proceso de absorción, lo que ha hecho explorar a científicos el papel del estroncio en enfermedades relacionadas con procesos de calcificación o descalcificación.
La osteoporosis es una de esas enfermedades. En comparación con la población de su edad, los enfermos de osteoporosis sufren una disminución más acusada de los tejidos de los huesos: pérdida de proteínas de la matriz ósea y de las sales cálcicas depositadas en ella. Existe un problema derivado: la menor resistencia al impacto o a las caídas facilita la aparición de fracturas. Otra dificultad en tiempos de recortes públicos: el coste de la atención a la osteoporosis en el Sistema Nacional de Salud, informó recientemente en la sede del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Sevilla el reumatólogo Rodrigo Ramos Morell, supone "el doble que la atención a la diabetes de tipo 2".
Con estos antecedentes, no era extraño el hallazgo de un fármaco que usara el estroncio para paliar las consecuencias de la osteoporosis. Así fue cómo en 2004 comenzó a prescribirse en Europa el ranelato de estroncio -Osseor (Laboratorio Rovi) y Protelos (Laboratorio Servier)- pero cuya comercialización ha sido recientemente interrumpida por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) a instancia del Comité para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia Europeo (PRAC).
Pese a los datos evidenciados en la prevención de fracturas vertebrales en mujeres postmenopáusicas, no ha sido la del ranelato de estroncio una historia afortunada en la farmacopea europea. El Servicio Vasco de Salud, en 2005, por citar un factual, seguía considerando los bisfosfonatos como el tratamiento de elección en casos de osteoporosis postmenopáusicas en detrimento del ranelato de estroncio.
Dos años después, en 2007, la Aemps advirtió sobre el riesgo de hipersensibilidad grave que incluía DRESS, añadiéndose nuevas contraindicaciones de uso en 2012. En esta ocasión, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) revisó el beneficio-riesgo de ranelato de estroncio, cuyo resultado lo contraindicó para "pacientes con tromboembolismo venoso actual o previo y pacientes inmovilizados de forma temporal o permanente".
La propia Guía de Práctica Clínica sobre Osteoporosis publicada en 2010 había señalado la necesidad de un estudio detenido de "los efectos secundarios vasculares" del ranelato de estroncio, anotación que se completó, antes de su suspensión el pasado mes de enero, con una nueva recomendación de la PRAC el pasado año: "No usar ranelato de estroncio en pacientes con antecedentes de cardiopatía isquémica, enfermedad arterial periférica o enfermedad cerebrovascular e hipertensión arterial no controlada".
Entre los reumatólogos se encuentran quienes creen que el uso del ranelato de estroncio quedará restringido próximamente en España a la dispensación hospitalaria, especulación que le gustaría ver refrendada en forma de orden ministerial a las empresas farmacéuticas Savier (Francia) y Rovi (España). No se conoce aún cómo procederá el resto de estados de la Unión Europea al respecto. De entrada, en otras regiones del mundo, como en EEUU, ni siquiera se comercializó. Todo el mundo sabe que la salud tiene insalvables límites oceánicos y confusas torres de babel que desmadejar.
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