Si esas visiones no resultasen ser descabelladas, ahí, justo en ese proceso de feudalización, podría establecerse un punto de corte del cambio cultural, que explicaría en gran medida un fenómeno que últimamente me llama poderosamente la atención. Algo así como la transferencia del sentido de pertenencia desde lo institucional a las personas y, como consecuencia, la articulación de la gobernanza de las instituciones, públicas y privadas, en torno a algo parecido a la relación feudal: el vasallaje de un individuo libre, a cambio de un beneficio, de manos de otro individuo libre, en un contrato de obligaciones recíprocas, que supera el mismo marco institucional. Y la gestión de la diversidad descentralizada entre los diferentes entornos de poder (político, social, de mercado) a través de esa relación feudal.
Ilustración: Wikimedia, dominio público.
Alfonso Pedrosa. La mirada certera sobre la realidad suele ser cualidad de historiadores y profetas. Tomar distancia, hacia delante o hacia atrás, aclara la perspectiva. Por eso aciertan tantas veces los saqueadores de tumbas de la Historia y los escribas de la ciencia ficción. Ahora asistimos a procesos de descomposición que empiezan a tomar una cierta deriva feudalizante.
Hay quien detecta ya esos movimientos. En los estados tradicionales, que empiezan a periclitar. En la estructura social tal como la hemos conocido, que empieza a desmontarse. En los sistemas de protección social, que empiezan a depender más de la comunidad que de las instituciones públicas.
Hacia el futuro, todo eso lleva al Trántor de la Segunda Fundación. Desde el pasado, es la estructura de la primera ruralización medieval en ciertos territorios europeos.
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