"Mi colesterol siempre estaba por las nubes. Eso era únicamente lo que me decían en cada revisión. Nunca me pusieron tratamiento para mejorar mi perfil lipídico, a pesar de mi historial familiar. Decido tomar el control de mi dieta tras investigar por mi cuenta y descubrir que estoy ingiriendo a diario grasas saturadas y colesterol. Incremento en la comida diaria productos basados en plantas, verduras y frutas. Le digo a mi médico que estoy siguiendo esa pauta y me dice: pero eso, ¿qué es? Primer strike".
"Con dieta, sin ejercicio, consigo bajar de peso y mejoran mi perfil de colesterol y mi presión sanguínea. Le envío esas mediciones por email a mi médico, pensando en que esa información le ayudará a entender mejor mi caso y su respuesta es: si tiene preguntas o dudas concierte una cita, tengo poco tiempo para el correo electrónico por mi horario de trabajo. Strike dos".
"Concertar una cita con el médico supone una espera de entre cuatro y seis semanas. Parece que el correo electrónico es un buen sistema de comunicación con un paciente conocido. Desde la perspectiva del paciente, si yo me he preocupado de investigar y aplicar un sistema de trabajo que ha dado resultados medibles, ¿por qué estoy pagando exactamente cuando voy a ver al médico? Strike tres".
Creo que en el argot del beisbol, el tercer strike sin darle a la bola significa algo así como bateador eliminado.
"Cuando me senté en la consulta del médico durante los obligados 15 minutos para hablar con él, se dedicó a rellenar los campos de datos en el ordenador. Me imagino cuánto de lo que le estaba diciendo estaba oyéndolo realmente".
Y ahora, uno de mis mantras favoritos: esto no va de tecnologías, va de personas. Si alguien quiere comprobarlo, tiene una oportunidad para ello en el primer curso de extensión universitaria sobre Salud y Comunidad Rural.
septiembre 9, 2012 at 10:02 am
Estimado Alfonso: Sabes que creo en el uso del correo electrónico, así como las redes sociales como forma de comunicación con el paciente. Pero quisiera añadir algunas consideraciones. Para empezar, por mi experiencia, el correo electrónico está restringido a un selecto grupo de personas que será menor mientra mas deprimida y/o rural sea el territorio del que hablamos. Y este grupo que penetra en INTERNET, aún se le puede considerar de la élite sociocultural. Y por hablar de lo que soy, médico de familia, nosotros nos debemos a todo nuestro cupo. Puedes incurrir en el desacierto de que aquellos que menos atención requieran, reciban más atención, simplemente porque eres un fan de las tecnologías. Segundo, cuando un paciente realiza una búsqueda por INTERNET, y pide una «cita» instantánea con el «Dr. Google» tienen una lista muy grande de opciones para elegir su tratamiento, e incluso si no lo sabe su posible diagnóstico en función de lo que el cree que le pasa. Y unas opciones serán correctas y adecuadas y otras no. Incluso para nosotros los profesionales, a veces, es complicado elegir el artículo más adecuado para la búsqueda realizada. Tercero, la apertura de correo electrónico y la contestación adecuada en un tiempo prudencial conlleva una responsabilidad. Por tanto, una de dos, o debería estar pagada o tener un espacio reservado en tu agenda para poder gestionar las demandas de los ciudadanos. Demandas que pueden ser muy variopintas. Algunas imposibles de resolver por email. Y ésto que digo, lo dice alguien que realiza estas intervenciones en el PC de su casa. No obstante, que yo sea tonto, no implica a los demás que tengan que serlo. Una solución sería que aprovechando que tenemos que trabajar 2,5 horas más semanales algún lumbreras gerencial aumentara la jornada laboral a expensas de utilizar las TICs con nuestra población. Pero no caerá esa breva. Un abrazo.
septiembre 9, 2012 at 9:42 pm
Hola, Gilbertman. Encantado de verte por aquí y honrado por esas reflexiones, procedentes de alguien que se bate el cobre día a día por atender lo mejor posible a los pacientes más allá, mucho más allá, de la retribución económica y el reconocimiento social e institucional que recibe por ello. Bien. Creo que saber que compartimos un cierto código de sobreentendidos sobre la utilidad real de las TIC me permite ir a los elementos nucleares de tu planteamiento. Básicamente, si no te he entendido mal, tus consideraciones se centran en que en el contexto en el que te desenvuelves, dedicar tiempo y esfuerzo a eso que podríamos llamar relación con los pacientes a través de las TIC es un propósito difícil y complejo: corres el riesgo de crear bolsas de inequidad en tu propio cupo, Internet no es una bola de cristal de respuesta automática correcta (puede dar más problemas que soluciones) y el marco organizativo en el que trabajas no es que no esté diseñado para meterte en ese territorio, es que te expulsa continuamente de él. Precisamente por eso procuro que nunca se me olvide que esto no va de tecnologías, sino de personas. Y también por eso me parecen muy oportunos los puntos de vista que impugnan ese cierto relato en torno a la e-salud, salud 2.0 ó como queramos llamar a todo esto, articulado alrededor de la idea de que el inmenso territorio abierto por la Red es un especie de de ciberkermesse para exquisitos cuyo trabajo consiste básicamente en reunirse. Creo que son tiempos de guerrilla, de golpes de mano en los que la inteligencia apasionada sea capaz de ganar a las grandes inercias del contexto. De eso que tú llamas ser un tonto. ¿Por qué? Pues porque venimos asistiendo desde hace tiempo al hundimiento de todos los discursos institucionales: discursos que hablan de maneras de capturar rentas, de gestionar retornos, de controlar las disidencias. En esencia, todos esos discursos tienen entre otros denominadores comunes uno que me parece especialmente adecuado resaltar aquí: miden lo grande y desprecian lo pequeño. Por eso, apelando a la imbatibilidad invisible de la ameba, que no tiene perfiles por donde ser agarrada, respondo concretamente a tus tres planteamientos de la siguiente manera: sí es bueno prestar atención a esas elites incipientes, a condición de que ese diálogo a través de las TIC esté fundamentado sobre valores. En tu entorno, creo que esos valores deben ir por la idea de la dimensión comunitaria de la salud, fíjate qué naif me pongo ;). Quiero decir; si tenemos claro que el gap tecnológico sólo es posible salvarlo desde un trabajo que preste atención a la reducción de los condicionantes sociales y culturales que impiden a las personas el acceso a ese conocimiento, esas pequeñas elites (definidas por ejemplo por criterios etarios que identifican a un nativo digital, o por criterios de nivel socio-económico que identifican a un usuario TIC intensivo porque su trabajo lo exige o lo facilita y sus rentas le permiten adquirir la tecnología), esas pequeñas elites, digo, serán eso que en cierta sociología se llaman sujetos intensos, gente con capacidad de transformación e influencia en la comunidad real concreta donde viven, porque expresan las demandas e inquietudes colectivas que los demás aún no saben expresar. Segunda cuestión: los peligros de Dr. Google se conjuran enseñándole a la gente a utilizar Google, no satanizando Internet. Quiero decir: formación para poder decidir. En abierto, sin trabas, sin corralitos ni anatemas sobre la manera de entender el cuidado de la propia salud. Tercer elemento que planteas: el sistema, en el peor de los sentidos posibles de la expresión. En tu pellejo, creo que la cuestión es fácil, dolorosamente fácil. A estas alturas, los decisores saben que esto de las TIC en la vida cotidiana de las organizaciones asistenciales es un lugar al que van a llegar, quieran o no. Básicamente porque la inercia social apunta en esa dirección. Pero hay miedo, mucho miedo. Fíjate que hablo de un elemento de carácter moral, no de disponibilidad de recursos económicos. Bien. Resolvamos rápido la cuestión: ¿me dejáis o no me dejáis dedicar una parte de mi jornada laboral a estas cosas? ¿No? Perfecto. ¿Sí? Pues manos a la obra. Ya sabemos cuál va a ser la respuesta más probable. Pero eso no nos va a condenar al mutismo ni a la inacción a ti ni a mí. Y vuelvo a explicarme. Creo que, en el fondo, la posición de alguien ante las TIC, Internet, etc., no es un asunto profesional. In nuce, no tiene nada que ver con competencias prácticas ni habilidades tecnológicas, sino con el lugar conceptual desde donde uno se sienta a mirar el mundo. Y en el mundo, uno se gana la vida como quiere o como puede. Pero la identidad profesional no determina quiénes somos. Influye en ello, por supuesto. Pero somos mucho más que nuestro trabajo. Quiero decir: no tiene sentido que alguien se meta en líos de TIC únicamente porque sus jefes se lo han ordenado, ni cabe esperar por ello que lo haga con entusiasmo. Los procesos de cambio cultural no funcionan así. E Internet es un fenómeno que forma parte de una transformación cultural, de ese cierto giro auroral de una sociedad hacia un determinado rumbo apenas entrevisto, algo que se da muy pocas veces a lo largo de los siglos. Estoy seguro de que no veremos, por razones de edad, las realizaciones más brillantes de ese cambio cultural. Pero sí podemos estar en sus comienzos. Y me parece que ésa es precisamente una responsabilidad de nuestra generación: hacer de bisagra. Una bisagra no es algo de mucho relumbrón. Pero su función es honorable. Como ves, Gilbertman, no tengo soluciones brillantes tipo Deus ex machina ni grandes consejos salvadores. Pero sí podemos hacernos compañía (qué bien sabe una buena cerveza comentando las derrotas y soñando las victorias) y compartir esfuerzos cuando buenamente aparezca la ocasión. Muchísimas gracias por estar ahí. Un abrazo.
septiembre 10, 2012 at 12:03 pm
Mas allá del tiempo, de la inclusión del uso de la tecnología en la comunicación con el paciente en las tareas «normales» de la consulta (que el tiempo empleado sea reconocido y pagado, que se incluyan las citas en el calendario. . .). Como se dice en el post, mas allá de la tecnología está nuestra capacidad de escuchar como médicos. Pensar que lo que nos comenta el paciente no tiene relevancia, o que lo que un paciente comprometido encuentra en Internet no tiene ningún valor, sin analizarlo minimamente, dice bien poco de nosotros como profesionales.
Escuchar a nuestros pacientes no es una opción, es una obligación como expertos de su propia enfermedad y como protagonistas de su propio sufrimiento. Y esto no es tecnología.
septiembre 10, 2012 at 2:09 pm
O sea, Ignacio, que, según creo entenderte, se trata de volver a ser médicos, ¿no? Bueno, mejor, se trata de procurar ser mejores médicos y así no ubicamos el tema en territorio maximalista. Tu comentario me sugiere que el asunto TIC debe estar dentro del kit básico de la identidad clínica contemporánea. Porque las TIC son un código de comunicación, de estar a la escucha, y escuchar forma parte de la raíz de la definición de profesional clínico. Ahora bien (y aquí intuyo, sin conocerte, tu pericia mayéutica), me parece que es muy difícil de hecho ampliar las competencias que definen a un médico sobre la marcha, así, sin parar, inserto en el flujo de producción asistencial de 24x7x365 propio de las organizaciones donde trabajan esas personas. De ahí que las TIC (quiero decir, todo ese nuevo mundo de comunicación con el paciente ubicable bajo esa etiqueta) sean percibidas como una carga de trabajo adicional, un marrón impuesto por los jefes, una sobrecarga que conducirá al agotamiento de los valientes que se atrevan a abrir camino a fuerza de redaños voluntaristas. ¿Qué nos queda? Pues… la fábrica de profesionales. La Universidad. La inclusión en los planes de estudio de las facultades de Medicina-Enfermería-et alii de este conjunto de valores, habilidades y competencias. Cualquiera que sepa algo de cómo están las aulas del pregrado en general sabe que este planteamiento es sencillamente extraterrestre a pesar, paradójicamente, de las gigantescas inversiones de recursos aplicadas a la puesta al día tecnológica en esos ambientes. Pero ese objetivo no es imposible. De hecho, veo por tu referencia web que precisamente tu desempeño profesional se ubica en entornos universitarios y sabes seguro muchísimo mejor que yo de qué estoy hablando. Mi pequeña experiencia en ese ámbito me dice que, con un poco de suerte, es posible concitar el interés de los responsables académicos en torno a este mundo, aprovechando la flexibilidad de los planes de estudio y el papel que juega en ellos la configuración de créditos y hablar de estas cosas con los estudiantes, futuros profesionales de la Medicina, de la Enfermería, etc. que, ojo, ya son nativos digitales: están en Tuenti desde que tenían 15 años, pero en su gran mayoría no han dado el salto hacia el uso profesional de esas habilidades. Porque nadie les ha ayudado a caer en la cuenta. Pero no todo es un erial. Ya se les está enseñando en algunas facultades a exprimir MedLine y a construirse una identidad digital profesional. Todo esto, insisto, desde la perspectiva de reforzar la idea de que alguien que se dedica a la práctica asistencial tiene que aprender a saber escuchar, y las TIC son un elemento que forma parte de ese aprendizaje. Gracias por tu comentario y por aquí andamos para lo que fuera menester 🙂
septiembre 10, 2012 at 6:34 pm
Eso si que es un strike, dejar con la incertidumbre del mantra. Eso no se hace.
septiembre 10, 2012 at 8:33 pm
Estooooo, Montse, que me debes haber pillado especialmente obtuso porque no sé cómo responderte, discúlpame. ¿Bateador eliminado al tercer strike por inconcreción de propuestas? ¿Incertidumbre por superficialidad de análisis? ¿Inconcreción / superficialidad mías? ¿De los comentarios? ¿Del post? ¿Nada que ver con lo que acabo de decir? Please, oriéntame. En cualquier caso, encantado de seguir charlando, si te apetece. Y muchas gracias por recalar por aquí. Un abrazo. 🙂