Ouroboros. By pheezy.
Redacción Synaptica. A veces, los datos objetivos pueden cegar y de las percepciones subjetivas puede surgir la luz para iluminar un problema. El fenómeno de la inducción de la demanda cuando se amplía la oferta es un clásico de los cursos de gestión de organizaciones sanitarias y sistemas de salud. Por razones políticas revestidas de argumentación técnica, ese incremento de la actividad que es resultado, en teoría, de un mayor nivel de protección de la población, se declara inexorable. Se apunta en la columna del debe del contrato-programa y punto. A seguir funcionando. El círculo sigue rodando sobre sí mismo. Pero cuando las cosas se ven sin el filtro de la hoja de Excel, las razones que explican la realidad, e incluso, la misma realidad, cambian. Traemos a Synaptica dos ejemplos cualitativos que ayudan a entender por qué el sistema sanitario genera sus propios pacientes, alimenta el incremento del gasto, fomenta la presión asistencial. Impagable, el relato de Salva Pendón en su blog (delicisosa mención en el post a los pichigüilis de la industria) sobre cómo una paciente de 67 años desenfunda su tarjeta sanitaria ante el médico del centro de salud y se lleva a casa racetas para 23 medicamentos del tirón. Elocuente, muy elocuente, cómo relata Raquel Gómez Bravo en su bitácora la conversación con una paciente que atribuye su hipertensión a… un problema con la comunidad de vecinos. Eso es asistencia sanitaria de combate. Eso es el día a día de un centro de salud. Y eso no viene en los contratos-programa.
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