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La dieta del replicante

Alfonso Pedrosa. La comunicación humana está fracasando en la metamorfosis dolorosa que atraviesan los estados, las organizaciones, los sistemas de protección social. No es que las personas fuesen importantes en los relatos dominantes del mundo de la opulencia que dejamos atrás pero, al menos, había lugares para encontrar el descanso del silencio. Ahora ya no hay silencio. Solo hay gritos y arañazos de ruido. Interferencias. Creo que la ciencia ficción puede ayudar a ubicarse en una perspectiva (una de las posibles) que sirva para entender por qué ocurre eso y cómo se puede superar la contradicción de ese choque de trenes dialéctico en el que se está convirtiendo la vida política, mediática y social en España. En otra ocasión he invocado el fantasma de Hari Seldon para subrayar la relevancia que encierra proyectar la imaginación hacia el futuro para entender cómo funciona Internet y por qué los hackers (y sus aprendices) son como son. O intentan serlo. Las referencias de ese tipo me han servido, incluso, para ayudar a articular alguna que otra conspiración. Ahora convoco aquí (no es la primera vez) al mismísimo Rick Deckard, el cazarrecompensas de Blade Runner, esa joya nacida en el crisol que Philip K. Dick creó con ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?.

La idea central de la obra de Dick es un interrogante: ¿qué es la identidad humana?. Nada más y nada menos. Lo humano. Precisamente eso que tanto echamos en falta en el relato del pandemonium de atrocidades diversas a las que estamos asistiendo. Ser humano es ostentar una cualidad preeminente: la empatía. Eso que se ha perdido en los lugares de trabajo, en las mesas de negociación, en los despachos de gestión, en las consultas médicas, en la cola del paro y en la cola del pan. Esa pérdida explica por qué todos los mensajes institucionales que se cruzan en la gestión de esta onda de crisis están tan lejos de la gente. Están elaborados por robots. Quiero decir: robots que cuando vuelven a casa por la noche intentan comportarse como seres humanos. "Como le había sucedido a mucha otra gente, Rick se había preguntado en varias ocasiones por qué un androide se sentía tan impotente cuando se enfrentaba a un test que mesuraba la empatía. La empatía era algo particular a la raza humana, mientras que es posible encontrar cierto grado de inteligencia en todas las especies, incluidos los arácnidos. Se debía seguramente a una razón: la facultad empática probablemente exige un instinto de grupo definido; para un organismo solitario, como una araña, no tendría la menor utilidad, es más, incluso perjudicaría su capacidad de supervivencia. La volvería consciente del anhelo de vivir de su presa. Por esa razón, todos los depredadores, incluso los mamíferos más desarrollados como los gatos, se morirían de hambre. Había llegado a la conclusión de que la empatía debía limitarse a los herbívoros, o a los omnívoros capaces de prescindir de una dieta que incluyera la carne. Porque en última instancia, el don de la empatía confundía la frontera que separa al cazador de su presa, al vencedor del vencido (….). Era extraño que se antojase como una especie de seguro biológico, pero de doble filo. Mientras una criatura experimentase la dicha, la condición de las demás incluía un fragmento de ésta. Sin embargo, si cualquier ser vivo sufría, no era posible desterrar del todo la sombra que se extendía sobre los otros. En virtud de lo anterior, un animal gregario, como el hombre, vería aumentado su factor de supervivencia, mientras que para un búho o una cobra supondría la extinción. Por tanto, el robot humanoide era un depredador solitario".

Asumámoslo. No nos esforcemos por ser lo que no somos y sufriremos menos. La biología y la ética se cruzan para dar origen a eso que llamamos empatía. Sentido de humanidad. No hemos nacido para ser depredadores. No hemos nacido para comer carne humana. Así que, cambiemos de dieta y nos irá mejor.

Todo eso es explicable porque, al parecer, desde que Aristóteles formateó nuestra CPU cultural, somos gregarios. Sociales. No tanto como opción de comportamiento individual, sino como marco ético de supervivencia. Para saber qué está bien y qué está mal necesitamos a alguien al otro lado. Alguien además de nosotros mismos. Obviamente, aquí se ilumina todo el panorama del cambio cultural que está impulsando la transformación hacia una sociedad red, imposible sin Internet. Voces humanas, pues. Otra vez los textos sagrados de la cartografía epónima de la Red. Pero no basta con saber leer esos mapas. Hay que dar un paso más y atreverse a salir de los respectivos perímetros de seguridad. De nuevo nos dice el cazarrecompensas que se enfrenta a la tarea de retirar replicantes de la Rosen Corporation: "Una corporación gigantesca como aquella acumulaba una gran experiencia. Poseía, de hecho, una especie de mente colmena. Y Eldon y Rachael Rosen hacían de portavoces de la entidad corporativa. Su error, evidentemente, había sido verlos como individuos. Un error que no volvería a cometer". Cuidado con el terror ciego que conduce a defender por encima de todas las cosas los colores de una camiseta que hace tiempo que dejó de ser honorable. Porque ahí se disuelve la identidad humana. Y, lo que son las cosas, la ausencia clamorosa de empatía en los procesos de comunicación que se manejan en esos entornos quizá sea la primera señal de que hay que pararse a pensar.

Es duro vivir con miedo. Eso significa ser esclavo…

Insumisos al euro por receta

Alfonso Pedrosa. Hay quien la llama la tasa de la vergüenza. Hay quien, a estas alturas, la considera aún una herramienta disuasoria frente a los abusos en la utilización del sistema sanitario público. A mí me parece una estupidez suicida. En cualquier caso, ya se está diseminando un movimiento de resistencia real a esta medida de la Administración sanitaria catalana. El indicador más elocuente de que esto no es una sobredosis de pólvora mental es que ya existe una guía de insumisión. Una guía que empieza a extenderse por la Red y está empezando a dar ideas al personal por diversos caminos.

Estamos a punto de asistir a fenómenos de tránsito desde el desencanto a la resistencia. Y de ahí, quizá, a la furia social.

El bar de enfrente

Alfonso Pedrosa. Un bar es un sitio muy serio. Ojito con los bares. Enfrente de mi lugar de trabajo hay uno. Toma el nombre de la calle donde se ubica, Rioja. Además de ejercer de repositorio de azúcares rápidos donde cargar las pilas con un café o un whiski doble, es sin duda un entorno de salud. Sí, no se me escandalice nadie. Entre las bandejas de bollería industrial, los estantes con botellas de alcohol y la máquina del tabaco brillan algunas prácticas y actitudes que están ayudando a que la población flotante que frecuenta ese bar de la calle Rioja viva un poco mejor. Sin que nadie consulte un manual para saber cómo comportarse. Ni falta que hace. Un par de ejemplos: en el bar de la calle Rioja no hay expuesto a vista del público ningún decálogo de la hidratación para proteger a los mayores del calor. Simplemente, hay aire acondicionado y detrás de la barra están atentos a que esas personas frágiles (el jubilado, la viuda de pensión mínima, el cuponero de la esquina, la madre con su hija en silla de ruedas) no tengan prisa para marcharse. Se les pregunta, con esa picaresca destilada a través de siglos de sabiduría callejera, dónde van a pasar la siesta en una cuidad de cuarenta a la sombra en verano, si tienen ya arreglado el ventilador, si ya se han tomado las pastillas, si va a venir su nuera a echarles un vistazo a la caída del sol. Segundo ejemplo: en el bar de la calle Rioja no se han estudiado ningún manual sobre nutrición saludable y alta cocina avalado por la sociedad científica de turno. Basta con aguantar los precios de las tapas contundentes, ésas que resuelven una comida, y echarle la bronca (una bronca mil veces disfrazada de piropo) a quien se pase con la sal en el aliño de la ensalada o ponga demasiada fruición para su nivel de sobrepeso en mojar la salsa del guiso del día.

En unos tiempos donde nada parece servir si no ha pasado antes por las manos de un subcomité de lo que sea, la vida se abre paso. Siempre se abre paso, en una lección magistral que explica que la fuente de energía y sentido de las instituciones es la gente. Y no al revés. La vida está ahí fuera. Salgan a buscarla. También en el ámbito del cuidado de la salud.

Twitter y el 15M: una aproximación con datos

Alfonso Pedrosa. He encontrado gracias a la gente de Lorea este proyecto de visualización y análisis de redes sociales del BIFI. Va de las interacciones en Twitter en las fechas que rodearon la explosión del 15M, entre el 25 de abril y el 26 de mayo de 2011. He seguido, hipnotizado, los saltos de luces del vídeo de abajo, de una elocuencia incontestable. He leído con detenimiento sus explicaciones, que confirman algunas cosas que antes sólo intuía. Y he recordado sonriendo los momentos febriles que vivimos algunas personas entonces ante el espectáculo del swarming naciente, compartiendo percepciones en directo, en mitad del despiste monumental de los guardianes del relato oficial.
 

Los quinquis no han leído Das Kapital

Alfonso Pedrosa. La confusión genera espacios vacíos que son colmatados, en una suerte de horror vacui demencial, por parálisis. Ansiedad. Incertidumbre. Miedo. Ira. La deriva abrupta, accidentada, atrabiliaria, que está enfilando el relato dominante sobre qué esta ocurriendo en la sanidad española y qué puede ocurrir conduce a un lugar donde sólo están a gusto los estúpidos y los malvados. Todos somos a veces estúpidos y malvados. Si la identidad humana se reduce a esas esquirlas del mal de las que somos portadores, desembocamos en esa cierta levedad cínica y letal que devuelve el gobierno del mundo al caos, dueño y señor de los designios de la tribu. Una tribu que tiembla bajo el ruido y la furia de una tormenta que no comprende. Es curioso. Allí donde se hunden Hegel, la metafísica y el Dios de Nietzsche que sabía bailar, renacen los brujos y los lenguajes arcanos, guardianes de la eterna minoría de edad de la gente, que, estúpida y malvada, guarda silencio porque se siente culpable de un pecado de complicidad vergonzante con los desmanes que, dice el relato dominante, nos han llevado hasta aquí. Hasta el desahucio de los vecinos de renta antigua, primero, y el derribo del edificio en ruinas, después, de los mecanismos de protección social de cuño europeo. Pero antes de llamar a los dinamiteros y convocar a los medios de comunicación para que tengan una bonita foto del hundimiento del sistema, rindamos un pequeño tributo a los viejos dioses de la Ilustración. Sapere aude y todo eso. Porque junto a las esquirlas del mal, también somos portadores de la virtud de la esperanza, esa niña pequeña que le daba cada mañana los buenos días a Péguy. Pero antes de eso, quizá convenga anotar, aunque sea en una servilleta de la barra del bar, las coordenadas de los lugares donde se han entrevisto algunas de esas ideas que, como relámpagos, lo iluminan todo por un instante y luego se van.

1. El Sistema Nacional de Salud y la arquitectura del Estado. El debate de la recentralización está entretejido con el de la viabilidad del sistema sanitario público. Presentar el a priori del hecho autonómico como generador de despilfarro es más cómodo que gestionar un país policéntrico, también en lo relativo a los servicios regionales de salud. O se repiensa España como una unión de reinos medieval o se retoman los decretos de nueva planta traídos de Francia con los borbones tras la Guerra de Sucesión. Es una cuenta pendiente aún no resuelta que ha ido dando tumbos a lo largo de los siglos. Esa situación, atornillada en el encaje político de la Transición, sólo beneficia a intereses económicos particulares y al  victimismo identitario.

2. La sanidad pública y el empleo público. Aquí casi nadie ha dicho esta boca es mía hasta que le han tocado el bolsillo. Al final, parece que el sentido de pertenencia y el compromiso con el sistema es una suerte de leyenda urbana propagada por cuatro frikis ingenuos. Sï, todos estamos muy quemados, los jefes son unos cabrones y el enchufismo es la nueva patente de corso. Dentro y fuera de la sanidad pública. Especialmente fuera: el común de los mortales llevamos ya al menos cuatro años aguantando las pedradas. Bienvenidos al mundo de la calle. De la puta calle. Entre la figura galdosiana del funcionario cesante y la depredación de las organizaciones bajo la protección de la cultura de partido existe un territorio amplísimo en el que se ubica el arquetipo del trabajador de la cosa pública sin privilegios de casta y sobre el que nadie habla en mitad del pandemonium de los recortes de los sueldos. Las protestas llegan tarde. Demasiado tarde. Máxime cuando la inercia diabólica de los acontecimientos ha mezclado los hachazos a las nóminas con la reforma sanitaria ahora en marcha y ya nadie escucha a nadie.

3. Izquierdas y derechas. Alguien ha asesorado muy mal a alguien. O muy bien, en función de qué intereses persiguiese. El desmarque del PP, (salvo una rectificación que sería más que bienvenida), del concepto de Sistema Nacional de Salud es una tragedia y una aberración que ciega los canales de comunicación entre la democracia cristiana, el liberalismo y la socialdemocracia. Porque rompe la posesión común de una cierta idea de lo público y la justicia social y retrotrae la lectura conceptual del debate a sus orígenes más descarnados, los de la disyuntiva planteada por el lumpen: o nos dais bienestar social o asaltamos vuestros palacios de invierno. Los quinquis no han leído Das Kapital pero van a empezar a acudir a los barrios comerciales de las ciudades en busca de recursos. Lo están haciendo ya. Si la única solución a eso es más policía, la catástrofe está servida.

4. La picaresca como coartada. En el país de Lázaro de Tormes, quien no roba es tonto. Pero la gente ha hecho un gran esfuerzo en dejar atrás las mañas de trilero y sublimarlas en ingenio y creatividad. Ese esfuerzo ha sido posible porque determinadas necesidades han estado cubiertas. Es insultante que los mismos que crean los agujeros para los abusos pongan el grito en el cielo ante la utilización bastarda de la sanidad pública por extranjeros o por bandas de abuelos pastilleros enganchados a las diazepinas. He visto a pacientes traficar con medicamentos. También los he visto devolver bolsas de ostomía por si le pueden servir a alguien en el centro de salud.

5. La quiebra institucional. La viabilidad del sistema es imposible si no hay un esfuerzo ético continuado nacido del posicionamiento personal para revisar el funcionamiento y la utilidad de las instituciones relacionadas con la gestión de la representación política, sindical y profesional. Es el penúltimo aviso: las instituciones tienen que ganarse su lugar bajo el sol o serán aparcadas a un lado sin que nadie, salvo quienes viven de ellas, derrame una lágrima.

Bueno, he aquí cinco anotaciones sin más pretensiones que las de el humilde soporte de una servilleta de bar. Me apunto de cabeza al curso de verano de cualquier universidad que tenga la valentía de incluir esos temas en su programa.

Ah, y ahí dejo un vídeo. Por si alguien aún no sabe de qué va todo esto y qué fantasmas se pueden despertar.

 

No lloréis por Roma

Alfonso Pedrosa. Cuando el centro se colapsa, la periferia se despierta. Cuando Roma se hunde, el imperio se ruraliza y las piezas del puzzle que antes encajaban a la perfección dejan de estar unidas por el sentido compartido: deja de existir el sentido común. Es la hora de los aquelarres y de los cuentos de lobos. Las cecas dejan de acuñar moneda y empiezan a correr de boca en boca historias de tesoros enterrados que suelen consistir, qué casualidad, en calderos llenos de oro. La sensatez desaparece y discrepar es arriesgarse a un linchamiento en un callejón oscuro o algo peor. Las viejas instituciones se repliegan sobre sí y se vuelven más impenetrables: la lealtad se impone al mérito y se publican decretos que declaran hereditarios los oficios en el penúltimo intento de impedir que la gente huya de la presión fiscal, que es lo que mantiene con apariencia de vida la cáscara vacía de los sistemas de representación. Los bárbaros aparecen como salvadores, conjuradores del miedo y el caos. El amor por la belleza, por las ideas y la reflexión, todo aquello que es grandiosamente inútil, queda proscrito bajo una capa de zafiedad social. El conocimiento tiene que huir al bosque y sus fieles pasan a ser eso, emboscados.
 
Eso es el cambio cultural. Duele, ¿verdad? 

Todo esto me suena. Porque ha ocurrido ya. Ha sido contado muchas veces. Y está pasando ahora. Pero no es tiempo de llorar por Roma. Amanece una gran oportunidad para aprender. Para escribir el propio relato de las cosas. Especialmente si se tiene la suerte de vivir en el borde exterior de la galaxia, donde se puede mirar al cielo sin llamar peligrosamente la atención y beber un vaso de vino a la salud de los vivos y en memoria de quienes quedaron atrás.

Aviso 2.0

Alfonso Pedrosa. Me voy a colocar la diapo de arriba como fondo de pantalla, para que no se me olvide. Los determinantes sociales en salud y los determinantes sociales en el acceso a las TIC definen los determinantes sociales en el acceso a las TIC para la e-salud salud. Determinantes sociales. Lo demás, es paisaje.

A ver si me acabo de enterar, que a veces me despisto.

Con todo mi respeto intelectual hacia @flupianez y a su manera de ver todo esto.

Mapa Google de la Comisión de Salud y Bienestar Social del Parlamento de Andalucía

Alfonso Pedrosa. En tiempos difíciles, el valor de la transparencia en la gestión de las instituciones públicas crece de manera exponencial. Conocer las caras de quienes forman parte de la comisión parlamentaria donde se van a debatir políticas sanitarias y sociales es importante; su formación de origen, la provincia ante cuyos electores se comprometieron, el partido que les presentó a las elecciones. Su dirección de correo electrónico. Ahí están, disponibles para ayudarles, criticarles, felicitarles sin es el caso, pedirles cuentas de lo grande y de lo pequeño. Controlarles.
 
Ya contamos en Synaptica con un precedente pensado para animar al personal a hablar con ell@s, de hace dos años. A día de hoy, parece que han cambiado algunas cosas.
 
 
 
 

Después de la niebla

Alfonso Pedrosa. No se puede vivir como un perro apaleado eternamente. La gente empieza a darse cuenta de cosas a mi alrededor, comienza a entender qué está pasando y se pone en pie. Activa sus mecanismos de supervivencia. De adaptación al entorno. Y ese proceso da origen a un relato, a muchos relatos, que convergen en, al menos, algunas de las siguientes marcas de posición, un puñado de hitos de referencia. Eso es importante. Porque poseer un relato es tener un plan, idear en perspectiva. Echar a andar.

 

Uno. Estamos en guerra. Una guerra postmoderna. Un grupo de intereses articulados en torno a la fortaleza del dólar ha decidido atacar a otro grupo de intereses organizado en torno al euro. Antes, mirábamos con cierta displicencia cómo se alargaba la distancia en términos de innovación entre ambas zonas de influencia. Ahora pisamos el escenario de la batalla mientras China cuenta divisas y va ocupando espacios en el último proyecto imperial de matriz geopolítica. El ataque al euro empezó con la infiltración de activos dolarizados de rentabilidad ligada a créditos de dudoso cobro y entró en una segunda fase basada en el acoso a los socios más débiles de la eurozona. En esa guerra hay muertos. Somos nosotros. Carne de cañón.

Dos. Somos pobres. Hasta donde nos alcanza la memoria, siempre lo hemos sido. La clase media española es una creación del Estado, explicable y explicada por la historia de un país que ha vivido en guerra civil, por poner unas fechas, digamos desde 1808 hasta 1981. Ese esfuerzo de lo público en la articulación de la convivencia ha transformado el lumpen en ámbito de derechos ciudadanos y ha liberado recursos de las economías familiares, que han podido dedicar al libre consumo la parte de sus rentas que, de otra manera, habrían tenido que destinar a inversiones en protección (seguridad, educación, salud) cuyo peso relativo en la vida real de las personas es muy superior al de la presión fiscal.

Tres. Jugarse un país a la única carta de la competitividad a costa de los sistemas públicos de protección social es antieconómico. Porque captura rentas de la clase media antes dedicadas al libre consumo: viejitos apartando lo de las medicinas del mes el primer día de cobro de la pensión. Descapitalizar la sanidad pública poniendo en circulación más porcentaje de las rentas privadas a través de bajadas de impuestos probablemente estimule el sector de negocio relacionado con la prestación de servicios sociosanitarios, pero en ese proceso se queda en el camino la equidad: el lumpen y las clases medias depauperadas. Nosotros.

Cuatro. Las comunidades autónomas, en sí mismas, no son ineficientes. La descentralización ha permitido capilarizar el acceso a los recursos públicos con un fondo compartido de reglas de juego comunes. Basta echar un vistazo al pandemonium cantonal de las webs de los 17 servicios regionales de salud para entender que la diversidad siempre ha garantizado la equidad esencial en el acceso de las personas a la prestación sanitaria pública, aunque se ejecute en muchos casos con medios privados. Han sido las peculiaridades de cada territorio las que han determinado que el problema de viabilidad de fondo (la infrafinanciación estructural) se haya expresado de maneras distintas: acumulación de deuda a proveedores (Andalucía), imputación de pérdidas privadas a la gestión de lo público (Valencia), cesión directa y reiterada de soberanía sanitaria (Madrid) o recaudaciones adicionales para evitar que la prestación privada de servicios públicos quiebre y arrastre a todo el sistema (Cataluña).

Cinco. Somos pobres, pero no somos tontos. Estamos empezando a estudiar. Somos expertos en salir adelante y en echarnos al monte cuando es necesario. Pero, sobre todo, nos estamos empezando a reir de todo esto. Es entonces cuando, de verdad, somos peligrosos.

La inteligencia de la levedad

Alfonso Pedrosa. Paso a continuación un vídeo de una campaña contra el intrusismo del Colegio de Fisioterapeutas de Andalucía. El contador de YouTube dice que van ya más de 18.000 visitas en unas dos semanas. No está mal para un asunto de interés gremial (aunque el fondo de la idea apunte a los riesgos de los masajes de playa en manos indocumentadas).

Creo que hay varios elementos que explican por qué la campaña está recogiendo una interesante cosecha de viralidad.

1. El tirón de las caras conocidas de la tele y el cine, claro. Pero lo interesante aquí es que hay un territorio previo de confianza trabajada durante mucho tiempo: cinco años apoyando el Festival de Cine de Málaga antes de meterse en esto de los vídeos de Internet.

2. La conexión afectiva por encima del contenido del mensaje: los actores y actrices que salen ahí se ve que no tienen ni idea de la vida colegial de los fisioterapeutas ni de sus estrategias para combatir el intrusismo. Pero eso es lo de menos. Para eso son profesionales del lenguaje verbal y gestual. Y, sobre todo son personas: todos tenemos contracturas.

3. Apoyar la difusión de la campaña en las expectativas de levedad del público general, no en el mensaje sectorial contundente o beligerante (pasando de decisores políticos, colegiados e instituciones varias). A una celebrity le puede doler la espalda, pero nunca demasiado: nadie quiere escuchar penas ni tesis doctorales sobre la evidencia científica disponible en quiropraxis. Ese enfoque, además de ser más digerible y divertido, evita meterse en los charcos legales típicos de los entornos regulados.

4. Se ha comunicado masivamente la existencia de la campaña cuando ésta ya está teniendo éxito. No antes. Con lo que se construye un espejismo inteligente, una suerte de profecía ex eventu: la campaña que presentamos hoy va a funcionar… porque ya está funcionando.

 

Dando ideas

Alfonso Pedrosa. Mejor, mucho mejor este video que dejarse las pestañas excavando en la mina de un boletín oficial. Dónde va a parar. Si me tienen que explicar qué va a pasar en España con el Sistema Nacional de Salud, por lo menos que lo hagan así, con una sonrisa y colores pastel.
 

La ciencia y los hackers

Fotografía: Galería Flickr de Craig A. RodwayAlgunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. El mundo que viene, el mundo que está siendo ya, es de los ingenuos y de los locos. Los tontos y desubicados de hoy serán vistos mañana como precursores proféticos que supieron ir más allá de lo obvio. No es que atisbe alguna señal en la niebla de que todo esto pueda ser así; es que no dejo de ver esas señales por todos lados, me duele la cabeza del impacto de tantos destellos allí donde miro. Una de esas realidades luminosas es la emergencia en la comunidad científica dedicada a la biomedicina de los valores de la ética hacker: uno de los mejores ejemplos de ello es La ciencia hacker, el blog compartido de @querolus y @jesusmendezzz.

Allí donde los investigadores con cierto sentido de la independencia intelectual están condenados a ser mavericks solitarios a contracorriente del establishment, se dibuja, poco a poco, todo un territorio de conocimientos metodológicos y herramientas de publicación alternativo a las conocidas miserias de lo de siempre. Otras formas de someter al juicio de sus iguales los resultados experimentales de la aplicación de sus hipótesis de trabajo; lo que, en realidad, es retornar a los orígenes de la vida de la comunidad científica, a las señas de identidad propias de quien dedica la existencia a perseguir un trozo de la verdad bajo la guía del método experimental. Redes sociales académicas en abierto, revistas nonprofit muy serias empeñadas en la redistribución del conocimiento, repositorios open access de trabajos científicos… están dejando de ser anécdotas sólo válidas para frikis despistados y empiezan a consolidarse como referencias esenciales para quien quiera saber, aprender y compartir, más allá del oropel y la fiesta, entre la comunidad de sus iguales. Estas iniciativas y las ideas de fondo que las sostienen empiezan a ser defendidas como propias por personas que viven muy dentro del mundo científico, que conocen perfectamente los engranajes de los sistemas perversos de financiación de la ciencia, los alambiques del reconocimiento institucional-cortesano, los jueguecitos para colocar un paper en los que quienes pelean con un brazo atado a la espalda son los mismos de siempre, el precio a pagar (y la recompensa a percibir) por el secuestro sistemático de la información en aras de la ventaja competitiva empresarial.

Esa defensa de la ciencia en abierto empieza a generar procesos de deliberación de los que nadie sabe, afortunadamente, adónde pueden llegar. Esta pandilla de locos ingenuos que empiezan a emerger de las sombras del labo no piden más dinero por hacer lo mismo de siempre; saben que esa batalla, necesaria para llegar a fin de mes, se debe dar, por ahora, con las reglas de juego del mundo tradicional. Pero saben también que en eso no van a poner, nunca más, lo mejor de sus ilusiones y energías. Seguirán redactando memorias de investigación para someterlas a la evaluación trucada  de los burócratas, sin duda. Pero esos mismos sumisos científicos, pacíficos guillotinadores de ratas Wistar por la mañana, se transforman en drag-queens de la pipeta por las noches, solo atentos a su pasión por saber, aprender y compartir lo que saben.  Reivindican otra manera de hacer ciencia. La están haciendo ya. No tienen miedo: la liquidación de la hucha de los dineros públicos para la ciencia les pilla ya acostumbrados a hacer más con menos. Para ellos, la crisis no es una travesía del desierto, porque llevan años viviendo en el desierto: su debilidad se ha tornado en fortaleza para sobrevivir.

No me lo estoy imaginando. Conozco a personas que funcionan así. Algunas de ellas, habituales merodeadoras de las revistas del primer cuartil.

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