Haití, situado en la parte oeste de la isla de Santo Domingo (conocida como La Española), única isla en el mundo compartida por dos países de culturas e idiomas diferentes, es la nación con el mayor índice de mortalidad en el hemisferio occidental. Según los últimos datos publicados en el perfil de Haití de la web de la Organización Panamericana de Salud, la mortalidad materna reportada es de 523 por 100.000 en 2001. Unas cifras alarmantes que van en aumento, ya que informaciones más recientes de la propia OPS, con datos de 2006, indican que de cada 100,000 mujeres, 630 mueren a causa de complicaciones relacionadas con el embarazo: más de cinco veces el promedio en América Latina y el Caribe.
Especialistas que han opinado sobre esta situación coinciden en señalar que los fallecimientos por causas vinculadas al parto y al embarazo que ocurren en esta empobrecida nación, son muertes evitables. Tal como recoge Clave Digital, "el índice de mortalidad materna en Haití es embarazoso para el mundo occidental (…) Son muertes evitables", en palabras de Wendy Lai, una obstetra de la ONG Médicos Sin Fronteras Holanda.
La tasa de mortalidad materna en Haití es incluso superior a la de cualquier país del Sur de Asia o del Medio Oriente, con excepción de Afganistán y Nepal. Las peores tasas se tienen en África Occidental y Central, en donde un promedio de 1,110 mujeres mueren por cada 100,000 nacimientos vivos.
Los factores que inciden en que esta problemática vaya en aumento son variados. Además, el país tendrá que hacer frente este año, como es habitual, a un importante déficit en su presupuesto nacional y apenas alcanza a satisfacer las necesidades médicas más básicas tras los cuatro huracanes que causaron estragos en el año 2008.
En pleno siglo XXI muchas mujeres dan a luz por su cuenta en casa o con la ayuda de comadronas que carecen del debido entrenamiento y que recurren a remedios caseros.
Además de las circunstancias adversas en el ámbito clínico y de los cuidados perinatales, la inseguridad de los suburbios haitianos limita el acceso de muchas mujeres a la atención sanitaria; la violencia física y sexual, la extorsión y el crimen en general son una gran amenaza.
Un parto que acaba mal, en Haití, no solo puede suponer la muerte de una mujer. La desaparición de una madre puede ser especialmente devastadora para los niños que deja atrás, pues para ellos aumenta el riesgo de caer en la pobreza y de ser víctimas de explotación y exclusión social.