Fotografía: Galería Flickr de h.koppdelaney. Algunos derechos reservados.

Alfonso Pedrosa. Habla David de Ugarte en Los futuros que vienen del fenómeno de la disipación de rentas, eclosionado por la mayéutica de Juan Urrutia hace algunos años. Por lo que he podido entender, ese fenómeno es la consecuencia directa de la influencia de Internet y la globalización sobre las realidades económicas: el Viejo Mundo se hunde y está naciendo otro; con otros ritmos, con otras reglas. A trancas y barrancas, con resistencias. Pero su emergencia es innegable. De Ugarte habla de la aceleración de los ritmos en la innovación, de la necesidad económica de creación permanente, puesto que ésta es ya la única ventaja competitiva. En ese territorio, los viejos esquemas proteccionistas se cuartean: "Por otro lado, las rentas de innovación también están en jaque. Una innovación aislada ya no genera por sí misma una ventaja a largo plazo porque la copia es cuasi-gratuita e instantánea. El impacto sobre los productores de objetos culturales y software es obvio, lo que aviva el discurso proteccionista de una industria que pretende defenderse de sus propios consumidores mediante leyes de propiedad intelectual cada vez más restrictivas. Pero el sector farmacéutico tampoco se libra: las nuevas tecnologías de síntesis, cada vez más asequibles, en el marco de la deslocalización del I+D en Asia y Africa empiezan a preocupar seriamente a unos laboratorios que, en realidad, ya no son laboratorios, sino -de un modo similar a sus colegas del electrodoméstico- gestores de grandes redes de marketing y carpetas de patentes".

Esto es lo que hay. Siento demasiado respeto por algunas personas que trabajan en la industria farmacéutica como para dejar de subrayar la importancia de las ideas contenidas en esa cita. En ella late una pregunta: qué quiere ser la industria farmacéutica en el Nuevo Mundo que empieza. Y me gustaría ayudar, perdón por la osadía, a contestarla.

Y siento, también, demasiado respeto por algunas personas que trabajan en el mundo de las oficinas de farmacia en España como para dejar de traer a colación una segunda cita del mismo libro, en la que se ponen en cuestión los argumentarios de legitimidad social definidos como frenos, como intentos de doma de ciertos eventos salvajes que aparecen de la mano de la globalización. Esta cita es más larga, y quizá las referencias posibles al mundo de la farmacia (vale decir, al famoso modelo español, mediterráneo, de proximidad, o como quiera llamarse) sean menos evidentes. Pero están ahí. Sin duda. "A pesar de la hipersignificación del término globalización, su fondo económico no es otro que el de una progresiva integración entre mercados. Globalizar no es más que tejer interdependencias entre las economías. En la promesa del capitalismo que viene las economías ya no podrían entenderse desde lo local, lo nacional o incluso desde lo regional, sino únicamente de forma global. La globalización se construye desde cada mercado sobre tres vectores: libertad de movimientos para las personas, las mercancías y los capitales. Mientras el último alcanzaba ya cierta fluidez en los noventa, el segundo avanzó correosamente tras la puesta en marcha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el primero, las personas, encontró cada vez más y más violentas cortapisas… con las que chocaron las nuevas migraciones masivas del interior asiático a la costa en desarrollo, de Africa a Europa y de Centroamérica y México a EEUU. En un primer momento las resistencias a la globalización se dieron sobre todo en los países ricos. El desarme aduanero y la libertad de competencia amenazan en primer lugar sectores como el agrario o el cultural que han sido pilares de la construcción identitaria y clientelar del estado nacional. El capitalismo que viene no iba a ser bien recibido por todo el mundo. El desequilibrio entre los tres vectores acentuó pronto la inseguridad de los sectores más protegidos. Bajo distintas formas aparecieron tanto en Europa como en EEUU nuevos enfoques para el nacionalismo y junto a ellos sectores que pedían tiempo, tiempo para reformar la globalización, tiempo para hacerla más armónica. Pero no pretendían impulsar aún más el libre comercio y la libertad de movimientos de las personas, sino al revés, restringir una vez más el movimiento de capitales y levantar barreras no arancelarias al comercio (como las famosas claúsulas sociales). Son los altermundistas. A finales de la primera década del siglo XXI, la evolución de China y otros países asiáticos demostrará en los hechos que las cláusulas sociales sólo ralentizan la salida de la pobreza. No es la única lección: los nuevos triunfadores asiáticos reforzarán también el modelo capitalista autoritario, sirviendo de referencia tanto para los países exsocialistas como para la sociedad de control hacia la que apuntan los estados nacionales en los países ricos".

Hace algunos años me llamó la atención constatar la paradoja de la similitud de posicionamientos entre ciertos movimientos antiglobalización y la comunidad farmacéutica defensora de la distribución cooperativa como piedra angular del modelo de oficina aún vigente, y tuve la oportunidad entonces de ponerlo por escrito. Los chicos de Attac del bracete de los boticarios españoles contra la Europa de los mercaderes. Delicioso, me pareció entonces. Ahora sólo lo veo como una ocasión de reinvención perdida.