Alfonso Pedrosa. Los relatos son importantes. Porque narrar las cosas domestica el mundo. Lo sabemos desde el mandato colonizador del Génesis. En cierto sentido, las convulsiones a las que asistimos hoy son crisis de relatos. No somos capaces de dar con la tecla para saber leer y contar la realidad. Eso ocurre en la calle, en los parlamentos, en las empresas, en cualquier lugar.

Pero no todo es ruido ni desesperanza. Están emergiendo nuevos relatos, nuevas narrativas que están desempeñando el papel de un faro en la tempestad. Acabo de cruzar dos lecturas que apuntan en esa dirección. Un post de John Robb, que describe la descomposición de las burocracias y de los mercados y explica cómo la gente está sorteando esos problemas (las instituciones se perciben como problema, ¿les suena?) a través de plataformas P2P, que están desplazando a los interlocutores caducos fuera del mapa de referencias de los ciudadanos. Y otro post, de Michel Bowens, que plantea la necesidad de abrir la política a la cultura P2P para conjurar fenómenos de radicalización. Más concretamente, una narrativa P2P.

Esto no va de bajarse pelis por la cara. Asistimos a la configuración del relato P2P como nuevo lenguaje articulador del mundo. Un relato de refundación. Quien sepa entenderlo tendrá, de entrada, el respeto de la gente. Y quizá, su confianza.