Alfonso Pedrosa. El juego es un lenguaje. Con el lenguaje se domestica la realidad. Jugando se conquista el mundo. Eso lo saben todos los niños, quienes no han dejado de serlo y quienes se dieron cuenta de ello en un momento dado y encontraron palabras para decirlo, como el mismísimo Nietzsche. El otro día, en el Centro Social La Soleá, un local del 15M, me enteré de la existencia de un concurso curioso, en plan equipos de tres miembros, preguntas y a jugar. Tony, una de las personas implicada en la iniciativa, me lo explicaba con una sencillez aplastante: la gente ve la tele. Utilicemos el esquema de los concursos de la tele como propuesta para que le gente se interese por otras cosas.

Un concurso para generar contextos de deliberación ciudadana sobre economía, política, medio ambiente, educación… Y, por qué no, salud.

No hace falta mucho backstage para montar historias así. Sólo ganas de jugar.

Pero, ojo, esto no es ninguna tontería. Ciudadanos jugando. Haciendo malabares con las ideas, encajando las piezas del puzzle de su propio discurso. Invisibles a las grandes agendas. A su aire. Al margen del entramado mediático-institucional. Se les pueden ocurrir ideas sobre cómo intervenir en la realidad. Entre ellas, ponerse a los mandos y tomar el control.