Alfonso Pedrosa. La OMS, de quien desconfío hasta cuando trae regalos, acaba de darme una alegría: su último posicionamiento contextual sobre la cobertura universal en salud evoluciona desde un enfoque técnico hacia otro basado en valores. La crisis, dice la agencia sanitaria de la ONU, está haciendo peligrar el acceso a los servicios sanitarios, también en los países europeos con economías de peso, donde la solidaridad y la equidad subyacentes a las arquitecturas de protección social están siendo puestas a prueba. Junto a esta suerte de test de estrés de ciertos fundamentos morales de la sociedad, se estaría transitando desde el debate de los expertos al movimiento social. En buena lógica, la reforma sanitaria emprendida en España no tendría su fuente de sentido en los problemas de viablidad del SNS, sino en una cierta definición del contexto ético. No es la reforma, son los valores. Ese territorio tiene que ver con algunas reflexiones que circulan por ahí sobre la aparición de un fenómeno de sustitución de las ideologías por las interconexiones. El conectivista Jaap van Till lo explica divinamente en un post sobre la sociedad civil digitalizada como fuerza de transición para la salida de la crisis. El fracaso de las ofertas ideológicas tradicionales, conjugado con el incremento en el acceso al conocimiento de minorías cada vez más amplias gracias a Internet, estaría desembocando en un proceso de superación de los ismos como etiquetas identitarias aceptadas para gestionar la delegación de la representación política. No sé si las ideologías están muertas, como reza el mantra posmoderno desde hace décadas. Pero sí parece que su función ya no es ofrecer un discurso comprehensivo de la realidad. Más bien, son piezas de bricolaje que pueden ayudar, desde la humildad, en el proceso de definición de nuevos valores.