Alfonso Pedrosa. Una de las reflexiones de Doc Searls sobre la publicidad en Internet en su blog  me ha hecho pensar sobre el concepto de libre mercado. Blogger desde 1999, Doc Searls es uno de los autores del Manifiesto Cluetrain y una de las referencias indiscutibles sobre el fondo del cambio cultural que estamos viviendo-sufriendo-protagonizando en esta suerte de transición espasmódica hacia la sociedad-red. Su queja sobre la opacidad de las estrategias de marketing de las grandes marcas y las duras batallas en torno al bloqueo de mensajes publicitarios (en función del navegador que uses o el dispositivo que utilices), termina en una especie de estoy hasta las narices de ser el botín de guerra de mis proveedores tecnológicos. Unas empresas que me vetan el acceso a territorios de la Red a extramuros de sus zonas de control no merecen mi confianza. No hagamos de Internet una especie de centro comercial para borregos, parece decir el viejo Doc, uno de los padres de la metáfora de los mercados como conversaciones.

Cuando el diálogo publicitario no tiene lugar entre iguales, cuando la posición de privilegio del proveedor de servicios respecto al consumidor es tan abusiva, el libre mercado es una falacia. Porque la libertad queda reducida a poder elegir a tus secuestradores entre una lista que, además, generalmente es muy reducida. Y eso me conduce a un territorio lleno de interrogantes aplicado al mundo de la salud. Le echo un vistazo a la oferta de servicios que está eclosionando al albur de la reforma sanitaria iniciada en España: ¿es real mi libertad de elección del proveedor o tan sólo se me permite elegir a mi secuestrador? La reacción de los consumidores ante la agresión publicitaria en Internet consiste en el incremento exponencial de descargas de dispositivos de bloqueo de mensajes; es una manera de luchar contra las malas prácticas y de enviar un mensaje de castigo perfectamente comprensible para el mercado. En los contextos de provisión de servicios de salud, públicos y privados, creo que no es descabellado pensar que puede empezar a ocurrir lo mismo.