Alfonso Pedrosa. Entender qué significa Internet en la propia vida tiene mucho de epifanía, de revelación, de por fin entender cómo encajan las piezas. Cuando se descubre que la Red va de personas mucho más que de tecnología, algo cambia para siempre por dentro. Dejamos de ser usuarios para pasar a ser extraños believers que caminan por el mundo con la ingenuidad suicida de llevar las manos abiertas para compartir con cualquiera lo que se va aprendiendo. Ojo, una ingenuidad consciente, militante y retadora, que no contiene una micra de estupidez. Porque en un determinado momento supimos que Internet era una segunda oportunidad para dotar de sentido a la misma existencia en un mundo en descomposición. Tuvimos la suerte, gracias a eso, de entender el momento presente, el tiempo-bisagra, como el punto de corte de un gigantesco proceso de cambio cultural. Por eso, la devastación social, económica e institucional que venimos sufriendo no nos desconcertó: era uno de los indicadores clave del cambio cultural en el que nos sabíamos inmersos. Su estallido nos dolió y nos duele, pero entendemos mejor el hundimiento de Roma que aquellos a quienes sorprendió el cataclismo en su enésima fiesta de vino y rosas.
 
Uno de los textos epónimos que a muchos nos ayudó a entender a la relación entre Internet y el cambio cultural fue el Manifiesto Cluetrain, de 1999. Algunos, incluso nos atrevimos a hacer una relectura en clave sanitaria que no nos confirió ningún poder taumatúrgico pero sí nos ayudó a elaborar determinados relatos de emergencia que contribuyeron a poner nombre a las cosas y ayudaron a identificar en nuestro entorno determinadas ventanas de tiempo de intervención para las personas, las comunidades, las organizaciones sanitarias y las empresas del sector salud.
 
Ahora, dos de los autores del Manifiesto han abandonado por un instante las carreteras secundarias por las que transitan (vivir en Internet invita a eso a quienes han decidido emigrar a los nuevos territorios de la Red y empuja a eso a quienes están cansados de tanto bote de humo y de reediciones de viejos pecados en el Nuevo Mundo) y han lanzado el Nuevo Cluetrain. Como dicen ellos, Doc Searls y David Weinberger, es el momento de respirar el fuego de la Red.
 
En español, la difusión del Nuevo Cluetrain tiene mucho que agradecer a Hangouton y su traducción, a Ana Yara Postigo Fuentes.
 
Encontrarse con el Nuevo Cluetrain es volver a encontrar la canción invencible de Internet.
 
¡Disfrutadla! Porque vuelve a ser posible recordar el viejo slogan ciberpunk español: construye un hermoso blog que sea el reflejo de una hermosa vida.