Ilustración: Google Tuttor.

Alfonso Pedrosa. Gracias al link de la web del NYT que ha dejado Carlos Luis Parra en el grupo de LinkedIn salud20andalucia me he enterado de que Google dice adiós en su blog a su servicio personalizado de registro de datos de salud.

Me ha llamado la atención que el Gran Hub Benevolente haya decidido tirar la toalla. Me he acordado de Jeff Jarvis y su Y Google, ¿cómo lo haría?. Nos gustó entonces su idea del St. Google Hospital.

Parece que, por una vez, el Gigante Protector se equivoca. O no. Quizá no se trate de un asunto de prospectiva, sino de perspectiva. Es posible que, de tanto analizar datos, se esté olvidando en los lugares más frecuentados de la Red el viejo arte de escuchar a la gente. Porque los datos no son personas. Y ahí, falla la prospectiva. Ahora bien, nunca dijo Google que el simple hecho de su tremenda capacidad de ser plataforma, conector entre nodos, supondría el advenimiento de una era meliflua, la llegada porque sí del gran cambio cultural a golpe de ratón. Es verdad que Internet es absolutamente clave en ese proceso transicional hacia la sociedad-red y que Google es uno de sus grandes profetas. Pero esto sobre todo va de personas, no de tecnología. Va de voces humanas, no de mercado de masas. Eso significa que si no hay inmersión en los valores que emergen a lo largo de ese trayecto hacia la red distribuida desde estructuras descentralizadas, estar muy puesto en el data mining no sirve de mucho. Al menos, para conectar con los territorios donde realmente se está tejiendo el cambio cultural. Y si la gente no quiere entrar por una determinada vereda, pues no entra. Punto.

¿Y dónde están esos territorios? Ésa es la clave. Nadie lo sabe a priori. Porque todavía no están cartografiados los mapas del Nuevo Mundo. Ése es el núcleo de una cuestión que se hace especialmente visible en el ámbito de la salud. Aquí entra en juego la importancia de la perspectiva. Sin referencias sobre el terreno, no hay perspectiva. No hay cartularios de navegación, no hay mapas. Y las referencias se van anotando en expediciones de descubierta, en exploraciones más o menos casuales y aisladas. Y cuando se ponen en común sus hallazgos (aquí sí le debemos todos mucho a Google), ya se puede pensar en hacer algo de trigonometría. Nadie se define a sí mismo como paciente, salvo cuando esa persona o su entorno cercano son interpelados a zarpazos por la enfermedad. Por eso, creo, existen tantos vacíos cartográficos cuando se habla de Internet y salud. Por eso es tan difícil acertar. Por eso es importante construir relatos basados en experiencias concretas (limitadas y parciales, pero reales) que vayan dando forma a lo que todavía no tiene nombre. Metáforas. Y por eso es tan atrayente el desafío de la búsqueda para encontrar, al fin, la conversación de los semejantes. El verdadero aprendizaje en red. La deliberación entre iguales.