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Redacción Synaptica. El bueno de Niilo Jääskinen, abogado general de la UE, le ha echado otro cable al modelo regulado de farmacia: camarero, más champán. Ante el intento de una botica del centro de Roma (ñam, ñam, turistas a la vista over the counter) de sacudirse el yugo de la limitación de horarios y de cierres por vacaciones, el Tribunal Administrativo del Lacio tiene sus dudas sobre la armonización de la regulación prevista en la legislación regional italiana con el principio de la libre prestación de servicios y traslada el asunto a las instancias europeas como una cuestión prejudicial. El abogado general dice en sus conclusiones que no hay colisión y que las leyes italianas pueden aplicarse a este caso. Jefe, ponga a quí otra botella. Al menos, así se ha entendido en los colegios profesionales españoles, atentos a lo que se cuece en el vecindario por lo que pueda pasar. Y así ha sido trasladado en los medios de comunicación que se han hecho eco del asunto.

Pero caben otras lecturas. Sobre todo si quien quiera saber se entretiene en leer las conclusiones del abogado general Jääskinen.Quizá, entonces, sea todavía pronto para descorchar el champán. Es verdad que éste es otro episodio más del que sale airoso el modelo regulado de oficina de farmacia en general y español en particular. Transformado en un tragafuegos de circo capaz de ingerirlo todo y estar vivo para contarlo, el modelo ha superado otro mal trago; pero, ¿es capaz de digerirlo?

Una sucesión de treguas no es un tratado de paz. Una y otra vez, las instancias comunitarias están diciendo que los estados son soberanos y que la regulación se justifica por el interés general sanitario. La aplicabilidad de ambos argumentos a la farmacia tiene fecha de caducidad (o se puede volver en contra de quienes la defienden) si no se reformulan esos argumentos. Y pasa el tiempo. Un tiempo precioso y empleable en aprender a leer los movimientos subterráneos internos de la profesión y desactivar el riesgo de estallido de una rebelión de desharrapados. Desharrapados que saben que, si el marco regulatorio actual se rompe, ellos son quienes menos tienen que perder.

Dice el abogado general Jääskinen en sus conclusiones: "Aunque las farmacias son operadores económicos, no están por ello menos obligadas a prestar servicios de interés general". Bien. Sigue el bueno de Niilo: "La distribución geográfica de las farmacias, que disponen de un surtido de medicamentos equivalente y a las que puede accederse de manera regular en las horas de apertura fijadas de manera uniforme a escala regional, persigue garantizar el abastecimiento de cercanía de territorios aislados, motivo imperioso de interés general reconocido por la jurisprudencia (…). Sin embargo, la regulación de los horarios de apertura puede presentar dos tipos de inconvenientes: una farmacia bien situada podría considerarla un obstáculo si deseara ampliar los períodos de apertura de su establecimiento cuya actividad es especialmente rentable, mientras que, por el contrario, una farmacia peor situada podría considerarla como una restricción si quisiera reducir dichos períodos para limitar los costes vinculados a su funcionamiento". O sea, que si se admite la libertad para ganar dinero ampliando horarios, hay que aceptar esa misma libertad para ahorrarlo echando el cierre cuando se estime conveniente.

Guarden el champán y prepárense para el asalto a la Bastilla. Esto no va a quedar aquí.