Los países del sur de Europa no son un problema. Son una alternativa. El historiador francés Joseph Pérez considera al cardenal Cisneros un precursor (solitario) a comienzos del siglo XVI de la idea del servicio del Estado como función pública, no como oportunidad extractiva para el enriquecimiento personal. Apela para explicarlo a una doble tradición ideológica europea: la germánica, centrada en los valores privados; y la romana, fundamentada en lo público que luego cristalizará en la Edad Media en la idea del bien común, como una instancia superior al mismísimo poder real. La segunda llega hasta nuestros días como un eco que retumba en los siglos aún mucho después de la caída de la Segunda Roma en 1453. Hoy la llamamos servicios públicos (cristalización institucional del bien común) y donde mejor se entiende esa idea a pie de calle es en los países Pigs, tan denostados por ese cierto europeísmo controlado por Alemania. Quizá no haya que liquidar Europa; pero es posible que sí haya que cambiarla.

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