Miguel Lasida. Que los tiempos están cambiando es algo que ya llevamos oyendo desde hace décadas. Los síntomas se hacen poco a poco más y más evidentes. Hay una parte de ciudadanos, cada vez más numerosa, que exige ser protagonista de su propia vida. Así de simple. La complejidad de este proceso de toma de decisiones compartidas se manifiesta en cada uno de los ámbitos de la vida, también en el de la salud. Médicos, enfermeros y farmacéuticos constatan día a día cómo los pacientes no son ya meros contenedores de información unidireccional y de preceptos (casi) sagrados sino que, de una forma proactiva, acuden a los centros asistenciales con la lección bien aprendida. ¿Por qué?, ¿para qué?, se osan a cuestionar los ciudadanos al profesional sanitario con el tutorial de google entre ceja y ceja.

La culminación de las nuevas sociedades, defienden quienes saben del tema, se produce cuando aparecen al fin las nuevas respuestas. Dentro del sector de los boticarios, la atención farmacéutica se presentó allá por la década de 1970 como un modo innovador de abordar la farmacoterapia, buscando así una correcta utilización del medicamento. La clave radicaba en el diálogo farmacéutico-paciente, en el flujo bidireccional. Desde la humildad, desde la cooperación y desde el ejemplo. ¿Por qué? Porque al farmacéutico le está encomendado el control de la seguridad y la eficacia de los tratamientos. ¿Para qué? Para lograr que ese raquítico 40 % de fármacos que cumple verdaderamente su fin terapéutico aumente y, a la vez, contribuya a disminuir el elevado gasto sanitario que deriva de la mala praxis.

Si se pretende que esa nueva relación entre el profesional de la salud y el paciente llegue a buen término es necesaria una población de sanitarios que asuma su labor con liderazgo. Y, para líderes, el modelo del recientemente fallecido Nelson Mandela. En esta ocasión, el vínculo entre el líder surafricano y la atención farmacéutica nos ha venido de la mano (y de la obra) de Manuel Machuca, que no hay azar que lo apoque. Inmerso en mil batallas desde el universo de la farmacia comunitaria, y cuyos poros rebosan ética hácker y una cierta alma meta-punkie, Machuca presentó el martes en un taller organizado por Pfizer y Cecofar la necesidad de acoger en el seno de la farmacia el espíritu ubuntu, esencia que impregnó Suráfrica una vez que quedó al descubierto aquella caja de Pandora que concluyó con la ominosa era de opresión racial.

Lemas como "del yo al nosotros", "soy porque nosotros somos" figuraron en el frontispicio de aquel extraordinario episodio surafricano marcado por líderes como Nelson Mandela o Desmond Tutu. Aquel liderazgo provenía de unos valores que bautizaron un nuevo periodo, el del renacimiento africano, en el que predominaron la generosidad, la reconciliación y el valor de mirar hacia adelante. Entre los boticarios, sostiene Machuca, urge la apropiación de ese espíritu ubuntu. Y ahí debe situarse la atención farmacéutica, proceso llamado a abordar esa nueva necesidad social en la que los ciudadanos han dejado de responder como seres sumisos. Ahora quieren decidir. Y el profesional sanitario ha de estar ahí para ayudarlos a hacerlo. Nuevas respuestas para una nueva sociedad.