Es fácil equivocarse (obligatorio, diría yo) cuando uno se mete en el lío de intentar dar respuesta, mejor en compañía de otros que solo, a un determinado problema de cualquier índole detectado en la comunidad. Eso es la innovación social. Y si se hace desde una perspectiva inclusiva, que entiende la diversidad en la aproximación al problema como una riqueza, no como una molestia, sin que nadie detente la propiedad exclusiva de ideas o prácticas, nos encontramos entonces ante una verdadera innovación social abierta. De código abierto, que se diría desde la ética hacker. Despistarse en ese entorno por definición nebuloso, perder el norte, es lo más normal. Demasiado ruido ambiental, la inexistencia de mapas de ruta previos en territorios aún sin cartografiar, la experiencia que no siempre destila esperanza… Factores hay muchos: cualquiera que se haya metido en movidas de organizaciones vecinales, asociaciones de pacientes, colectivos de cualquier clase de activismo social, lo sabe.
De ahí la importancia de repensar (resiliencia, beta permanente, etcétera) ideas y de hacer pasar una y otra vez la conversación por esa cinta de Moebius llamada deliberación entre iguales. Me he encontrado con una lista de tips elaborada por Kayla Kurin ( @kaylakurin ) que puede ayudar a desenredar la madeja a la hora de abordar en la práctica el diseño y la realización un proyecto de innovación social abierta: asume desafíos que realmente entiendas, si además eres alguien directamente afectado por el problema tu enfoque es muy valioso; céntrate primero en las personas, no en el problema, de ellas surgirá la práctica innovadora verdaderamente eficaz; escala los proyectos, construye una maqueta antes de edificar el rascacielos, llena tu mochila de pequeñas acciones antes de jugar en las grandes ligas de los ecosistemas complejos del poder; fomenta la conversación, escucha, hace mucho tiempo que sabemos que el conocimiento no es patrimonio de quien se tiene por sabio; echa a rodar las ideas como bolas de billar sobre el tapete, sin miedo al choque, al contraste de relatos, a la carambola de lo imprevisto; la resistencia a la innovación es buena señal, ahí está el premio, jamás una buena idea fue aceptada con facilidad; invierte en un buen equipo, rodéate de personas mejores que tú y que además procedan de mundos diversos, no solo de tu pequeño corral de confort; limita las jerarquías, la innovación social va de abajo a arriba, nunca al revés, lo otro se parece demasiado a la ingeniería social y ya sabemos a dónde nos ha traído y qué tipo de monstruos ha generado; aclárate con las fases del proyecto, cada persona y cada contexto tienen sus tiempos; estudia y hazlo con disciplina, hay un montón de buen material por ahí que todavía no ha desaparecido en los agujeros negros de la recentralización de Internet; y pide ayuda, los expertos en cada campo pueden desatascar fácilmente problemas que parecían insolubles.
Esto es lo que me ha dicho a mí la lista de Kayla. Pero, si quieres leer el post original en We Think, seguro que le sacas más partido.


Foto: We Think Blog.