Las personas ajenas profesionalmente al mundo sanitario no tenemos ni idea de la complejidad que entraña el funcionamiento de un hospital. Cuando, abocados por la necesidad impuesta por un problema de salud, entramos en contacto con estos mastodontes institucionales, nos quejamos si la atención ha sido deficiente y les echamos un último vistazo agradecido al salir por sus puertas si se nos ha tratado bien. Poco más: cometemos el inmenso error de juzgarlos solo como un bien de consumo por el que pagamos. Como una entrada de cine, un paquete de vacaciones o la revisión anual del coche familiar; con la conciencia nebulosa de no controlar muy bien la relación calidad-precio, independientemente de si ese pago se produce a través de la recaudación fiscal o de una póliza de seguro privado.
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Ramiro Navarro.- La necesidad de multiplicar según Comunidades Autónomas los informes de evaluación de fármacos en España es un factor criticado por un amplio sector de la industria del medicamento. Los laboratorios suelen aludir al sensible desgaste que producen las negociaciones multibanda y la excesiva burocratización de la cuestión. Muchos clínicos también padecen este sistema como un lastre a la hora de atraer ensayos clínicos a sus hospitales, una labor de investigación clínica con la que se cuenta ya como una vía más de acceso a la innovación. Para mirarnos aunque sea por un rato en un espejo y aliñar el debate, un estudio publicado recientemente en European Journal of Cáncer ha querido comparar los modelos de evaluación de medicamentos contra el cáncer existentes en España y Reino Unido.
El estudio dice que se evalúan más fármacos en España que en el NICE, el sistema sanitario británico. Atribuye este incremento a una mayor existencia de recursos en las agencias autonómicas y a la utilización de procesos más simples. El sistema británico dice ‘no’ a más tratamientos basándose en sus umbrales de coste-efectividad. España, por su parte, tiende a realizar recomendaciones explícitas para subrupos de pacientes en los que los tratamientos pueden ser más útiles. En general, tardamos menos en evaluar cada medicamento. Pese a que el tiempo de respuesta desde las agencias autonómicas españolas es mejor, el estudio admite que las múltiples reevaluaciones pueden producir en ocasiones retrasos en el acceso.
Curiosamente, reconoce el papel de los Informes de Posicionamiento Terapéutico y subraya la carencia en estos informes de evaluaciones económicas externas que no dependan del Ministerio de Sanidad. Aun así, asume que dada la escasa trayectoria de los IPT habrá que investigar más adelante su impacto real en el acceso a tratamientos contra el cáncer. En este proyecto han intervenido profesionales del la Universidad de Liverpool, el Hospital de Cabueñes en Gijón, el Hospital General La Mancha Centro, la Universidad de Granada, y el Hospital Virgen de las Nieves.
Existen pocos mundos más opacos en el entorno sanitario español que el del procedimiento para establecer el aporte de valor de un medicamento a la salud de las personas. Ampliar «Dragones o lagartijas: hacia un informe ciudadano de posicionamiento terapéutico»
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