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Hace poco, @estebancicero daba cuenta de sus impresiones sobre la I Jornada de Educación Sanitaria en la Comunidad Rural celebrada en el teleclub de Villanueva de Alcorón (Guadalajara). Personas hablando con personas sobre la toma de las riendas de su propia salud y de los instrumentos que, en clave ciudadana, están para ello a su disposición. Ni más ni menos que gente compartiendo conocimiento, académico y del de la universidad de la vida. Creo que @randrom explicó esa idea alguna vez así: "Lo de siempre, pero escuchando a la gente". Formar para co-decidir. El comienzo de un camino que lleva exactamente adonde la gente quiera ir.

Recordaba Esteban en ese post la vinculación entre esta iniciativa, impulsada por @juliafarma, la boticaria local, bajo el paraguas de la Sefar, y algún evento etiquetable como precedente: el I Curso de Extensión Universitaria sobre Salud y Comunidad Rural, celebrado en 2012 en El Madroño (Sevilla), una movida que a su vez también tiene su protohistoria y su prehistoria, que empieza a desplegarse en otros contextos y que empieza a ser mirada en ámbitos diversos como una buena idea para ser aplicada en la comunidad. Un asunto, a tenor del evento de Villanueva, que, según Esteban, "lleva camino de adquirir categoría de movimiento".

Un movimiento en torno a la salud y la comunidad rural. Quizá esté ocurriendo algo de eso: las pulsiones kamikaze de un puñado de frikis, el apoyo de algunas otras personas de generosidad temeraria y la liberación de energía movilizadora a partir de una red real de personas reales tejida en una comunidad real, han hecho posible que una idea germinada en un pequeño pueblo de Sevilla, aislado y de difícil acceso, haya ido generando su propia resiliencia; haya abierto contextos de polinización y remezcla en un pueblo de Guadalajara (también aislado y de difícil acceso); y haya activado un proceso de bricolaje mestizo en Jabugo (Huelva). O realidades todavía sin nombre, que surgirán allí donde caigan las esporas de un proyecto de innovación social en salud como éste, irrenunciablemente de código abierto.

Me acordaba en ese momento de Francesco Alberoni y de su enorme libro Movimiento e Institución, la mejor cartografía sociológica que conozco para entender el viaje de la utopía a la realidad y viceversa. Habla Alberoni del concepto de estado naciente para definir ese momento en el que amanece sobre un grupo de personas una cierta toma de conciencia común sobre la necesidad de intervenir en la realidad. Un instante luminoso. Y delicado, pues en sí mismo apunta ya a su ocaso cuando su horizonte cristaliza en una institución; y a su metamorfosis, al romper de nuevo los moldes de esa mortaja institucional. Se trata, pues, de mantenerse en el gozo del estado naciente: con lucidez, pero disfrutando de la eclosión de la vida. Por eso nos lo pasamos tan de puta madre bien quienes de alguna u otra manera andamos liados en esta clase de historias.

Dice Alberoni que en la nuez originaria de todo movimiento hay tres clases de personas: gente corriente, expertos en lucha e intelectuales. Pero me parece que esa taxonomía se queda corta. Y no hace justicia a quienes aún no tienen sus propias palabras para nombrar el mundo. Yo la ampliaría mucho más. Al menos, eso es lo que me va enseñando la experiencia (y eso es el estado naciente: una experiencia, no un constructo académico ni un alambique burocrático). La ampliaría a cualquiera que posea dos cualidades: buena voluntad y sentido común. Que son las cualidades que definen una parte nuclear de la identidad de esa nueva ciudadanía emergente, que empieza a despertar de su letargo y recuerda, en la neblina de los sueños, en qué consiste el bien común.

A propósito: eso de los requisitos para participar lo explica @fjavierguerrero mucho mejor que yo en sus diez preguntas y respuestas para usuarios de las Jornadas Universitarias de Jabugo sobre Salud y Comunidad Rural.