Ilustración: Organización Mundial de la Salud.

Alfonso Pedrosa. La OMS acaba de publicar un informe sobre el estado de la cuestión del acceso a antirretrovirales en 20 de los 103 países MIC (Middle-Income Countries) así calificados por el Banco Mundial. El gráfico que ilustra este post habla de una llamativa variabilidad de precios y de falta de información en torno a la tripe terapia anti VIH recomendada por la OMS.

Cualquiera que se haya aproximado a este asunto con algo de honestidad intelectual sabe que pisa un terreno complicado, a veces movedizo, donde el relato del conflicto social ricos-pobres empieza a ser sustituido cada vez con más frecuencia por la geopolítica y la pugna de los diferentes actores macroeconómicos por el control de determinadas zonas de influencia.

Precios, tarifas, derechos de propiedad intelectual, normas regulatorias… Asuntos serios para las grandes mesas de negociación política y económica que superan, se supone, el horizonte concreto de la gente pequeña. Pero, por muy eximias que sean esas discusiones, por muy incomprensibles que resulten para los legos en el conocimiento técnico de asuntos tan complicados, el sentido común emite un mensaje claro: algo está pasando, algo solucionable, cuando, entre los 132 dólares por paciente y año de Suráfrica y los 867 de Ucrania, por la misma triple terapia, hay un abismo. Un abismo en medio del cual se encuentra la vida de las personas; que son la razón de ser de quienes fabrican esos medicamentos y de quienes legislan sobre ellos.

Venimos de una innovación (tecnológica y política) pensada para los mercados. Ya es hora de trabajar en una innovación pensada para las personas. No es una boutade. Es eso o el colapso del sistema por agotamiento.