Alfonso Pedrosa. Lo dejó escrito @soyrami en Twitter. "Pensando en alto: tras 13 años abriendo la oreja en temas de salud, el de hoy es el debate más auténtico al que he asistido". Se refería a la sesión del módulo III del I Curso de Extensión Universitaria sobre Salud y Comunidad Rural, celebrada en las modestas instalaciones municipales de El Madroño, que vienen acogiendo esta iniciativa universitaria, ciudadana y, en plena coherencia con los dos adjetivos previos, abierta. De par en par. Personas hablando con personas sobre su manera de entender la salud y la enfermedad, sin trampa ni cartón. Libres de las telarañas del miedo y la autocensura que convierten a los mejores en estos tiempos en habitantes del exilio interior. Esta vez tocaba hablar de diabetes y tuve el honor de hacer de telonero de @frelimpio, un tipo con el que afortunadamente no siempre estoy de acuerdo pero que anda por la vida con un sentido esencial de la honestidad tan desnudo que uno agradecería tenerlo al lado en esas pocas horas de la verdad, en las que es imperativo distinguir entre un ser humano y alguien que ha dejado de serlo. No voy a resumir aquí los contenidos que sirvieron de materia prima para el debate. La presentación de Federico está colgada en slideshare y la mía, ciertamente, no es más que un ejercicio de vampirismo de inteligencias más preclaras que no merece la pena destacar, así que os la ahorro. Pero sí voy a remarcar algunos hechos que se están convirtiendo en constantes desde que empezaron, semanas atrás, estos encuentros virales en el pueblo más pequeño de la provincia de Sevilla.
 
1. La gente quiere INFORMACIÓN, con mayúsculas, no versiones Disney de la realidad. Y posee un instinto finísimo para distinguir entre quién va de frente y quién intenta dar gato por liebre. Quiero decir: el marketing político y comercial como herramienta de maquillaje está muerto. A estas alturas, ya solo vale la verdad.
 
2. La distancia que existe entre el conocimiento de nivel universitario (miren la ficha oficial del Curso) y quien quiere acceder a él desde una posición de inferioridad académica (como es el caso de muchas de las personas inscritas en las sesiones) es perfectamente salvable. Basta un poco de esfuerzo por aproximarse a la posición relativa del interlocutor y un territorio mínimo donde cultivar esa rara especie llamada confianza. Para que germine la confianza, hay que decir la verdad y asumir el riesgo de adentrarse en selvas oscuras como las de Dante con la esperanza cierta de que aparecerá un guía, aunque sea un Virgilio friki, algo macarra y desubicado y adicto al kirin de barril.
 
3. Ya no hay puertas cerradas misteriosas como en el castillo de Barba Azul. Acceder al conocimiento no da calambre. La gente quiere saber de todo lo que tenga que ver con su vida, y vive Dios que la salud y la enfermedad tienen que ver con eso. En términos prácticos: si a la gente se le explica cómo funciona la economía de la salud, lo entiende. Y se forma su propio criterio; sobre la estructura presupuestaria de un sistema sanitario público o sobre la costoeficiencia de la última novedad terapéutica del mercado. Como dijo Federico en su exposición, "ustedes tienen derecho a saber lo que se cuece en el mundo médico, a saber cuánto dinero de sus impuestos se gasta en pastillas para la diabetes". Y la gente quiere saberlo. Exige saberlo. Y cuando la gente toma conciencia de que tiene sed, sed de saber, se hace fuerte. Se pone en pie. Así que, cuidado. Porque pensar que las demandas de información de la gente están satisfechas con un poco de divulgación en salud, buenrrollismo bajo control y no-hablemos-de-otras-cosas-porque-no-lo-van-a-entender, es no tener ni idea de qué va esta historia. Es vivir en otro planeta. Un planeta muy antiguo que está en ruinas. Y por el que no vamos a llorar.
 
4. Nos lo estamos pasando de puta madre haciendo estas cosas. De verdad.