Alfonso Pedrosa. A extramuros de Matrix está la vida. Que no es un paseo por la pradera. Suele ser la puta vida. Pero, aun así, respirar el aire callejero, el de la gente real con vidas reales, merece la pena. He sabido hace poco de una historia que habla de eso. Una historia acaecida en el centro de salud público de un barrio de zona chunga (en estos tiempos eso empieza a ser un pleonasmo) de una ciudad andaluza.

Hechos: una usuaria de la sanidad pública agrede físicamente a una profesional del centro de salud. Los profesionales se concentran a la puerta para leer en público un comunicado al respecto.

Predicción de Matrix: se va a liar la parda. Con el clima de cabreo del personal sanitario por restricciones retributivas y falta de medios, ese incidente va a ser la chispa que le prenda fuego al convento. Los profesionales van a leer un comunicado incendiario, arremetiendo contra los vándalos del barrio, pidiendo más presencia policial y acusando a la Administración sanitaria de negligencia criminal.

Hechos posteriores: los profesionales dan lectura a su comunicado. Reprueban con contundencia la agresión a su compañera y reducen el incidente a la categoría de episodio puntual, que en nada, dicen, refleja la realidad cotidiana: el barrio será pobre pero es un buen barrio, su gente es buena gente y los profesionales que atienden a esas personas van a seguir ayudándolas y acompañándolas en el mal trago por el que todos estamos pasando, a ambos lados de las paredes del centro de salud. Un mal trago de verdad, definido por un momento en el que no tiene sentido partirse la cara por el cumplimiento dietético para la diabetes o la hipertensión cuando tu dieta es lo que toca ese día en el comedor social. Pero nadie le pega fuego al convento. Porque el convento es de todos. Y otro día tocará hablar del tajo en la nómina, de jefes exasperantes y de decisiones comunicadas por tam tam. Pero hoy, no.

Moraleja: he aquí una lección magistral de ética y compromiso con la propia profesión y con su entorno social. Matrix no tiene nada que hacer aquí: su universo es otro. Porque esta historia está protagonizada por héroes de verdad que ni siquiera saben que lo son. Con un par. Superhéroes de barrio. No tendrán mucho glamour pero, con esta gente, me voy al fin del mundo. Salgan de Matrix, no pasa nada: al otro lado de los prejuicios solo hay personas. No muerden. Pero piensan. Es bueno escucharlas. Sólo hay que bajar el volumen del ruido y la furia ambientales. Kiko Veneno lo explica mucho mejor que yo: